Tal como ocurrió con el Plan Colombia, la intromisión de Estados Unidos en México, a través de la Iniciativa Mérida, ha resultado en una de las peores crisis humanitarias en la historia de nuestro país, cuya peor expresión es la de los miles de civiles muertos y desaparecidos.
Y así como la “guerra” contra las drogas sólo causó desgracias a la sociedad colombiana mientras los cárteles de Medellín, de Cali y del Norte del Valle dominaban el narcotráfico internacional, ahora el crimen organizado mexicano es líder en el mundo.
No hay que olvidar que la injerencia estadunidense, disfrazada de “ayuda”, fue solicitada por el panista Felipe Calderón, en su calidad de presidente de la República, para “legitimar” la militarización de México en el ámbito internacional.
Por lo tanto, Calderón sigue siendo uno de los principales responsables –junto con el presidente Enrique Peña– de la inseguridad, la violencia y la impunidad que padecemos todos los días.
Los otros responsables están en Estados Unidos. El gobierno de ese país sabe exactamente lo que sucede en México: en su informe 2016 National drug threat assessment summary, el Departamento de Justicia admite que los cárteles colombianos fueron desplazados por los mexicanos.
Lamentablemente, el narcotráfico no es lo único que estos grupos criminales controlan. A los nueve grandes cárteles y a sus células y pandillas se les atribuyen otras actividades delictivas que laceran a la sociedad, como las ejecuciones, los desplazamientos forzosos, los secuestros, las desapariciones, el lavado de dinero, el contrabando (de personas, órganos, especies, armas, maderas, metales), las extorsiones y la piratería.
Todo ello en total impunidad, porque las finanzas de los criminales y de quienes les facilitan el blanqueo de capitales –bancos y empresas– no han sido golpeados en ningún sentido, y el derrocamiento de líderes –como Joaquín Guzmán Loera– es realmente insuficiente para frenar un negocio al que si le cortan una cabeza le salen 10.
De la mayor fragmentación de las organizaciones criminales también es consciente el gobierno del país vecino: un reporte de la unidad de investigación del Congreso de Estados Unidos alerta que podría haber hasta 200 grupos criminales que operan en ciertas zonas de México.
Según el informe US-mexican security cooperation: the Mérida Initiative and beyond, esta atomización de la criminalidad conlleva niveles de violencia extremos.
Pero aquí, la Procuraduría General de la República (PGR) apenas da cuenta de 45 organizaciones criminales. En el oficio PGR/UTAG/00799/2017, refiere que se trata de nueve grandes (Pacífico, Arellano Félix, Familia Michoacana, Carrillo Fuentes, Beltrán Leyva, Los Zetas, Cártel del Golfo, Los Caballeros Templarios y el Cártel Jalisco Nueva Generación), de las que se deprenden otras 36 células y pandillas.
Al Cártel del Pacífico se le liga a 10 células: Gente Nueva (en Chihuahua y Sinaloa), Los Cabrera (Durango y Chihuahua), Cártel del Poniente y/o de La Laguna y/o Los Bardales (Durango y Coahuila); en Baja California, El Aquiles, El Tigre y Del 28; en Chihuahua, Los Artistas Asesinos y Los Mexicles; y en Sonora, Los Salazar y Los Memos.
Al Cártel del Golfo se le liga, en Quintana Roo, a los Talibanes y Los Pelones; en Tamaulipas, a Los Fresitas, Ciclones, Metros, Rojos y Grupo Dragones. En ese mismo estado Los Zetas controlan el Grupo Operativo Los Zetas, el Grupo Operativo Zetas y las Fuerzas Especiales Zetas.
El Cártel de los Beltrán Leyva tiene a su favor a Los Mazatlecos (en Sinaloa y Baja California Sur), El 2 Mil (Sonora); en Guerrero, Los Granados, Los Rojos, Los Ardillos y el Cártel Independiente de Acapulco; y en Aguascalientes y Baja California Sur, La Oficina.
Según la PGR, en Michoacán Los Caballeros Templarios son aliados de Los Tena y la célula que encabeza Homero González Rodríguez y/o Gonzalo González, alias el Gatillo.
A La Familia Michoacana, la PGR le atribuye alianza con La Empresa, que opera en el Estado de México y Morelos. Mientras que Guerreros Unidos y o La Nueva Empresa se identifica como grupo desertor de la misma, sin que hasta ahora se le determine alianza con otro cártel.
Los Arellano Félix están vinculados con El Chan, El Jorquera y El Kieto (Baja California). El Cártel de Juárez (Carrillo Fuentes), con La Línea y Los Aztecas (Chihuahua). Mientras que el Cártel Jalisco Nueva Generación no controlaría células o pandillas (aunque sus zonas de influencia, según la PGR, son Jalisco, Colima, Michoacán, Guanajuato, Nayarit, Guerrero, Morelos y Veracruz).
Esas pandillas son las que aterrorizan directamente a los pueblos y colonias populares. También son las encargadas de mover la droga entre los niños, jóvenes y demás adictos: de generar mercados locales.
Pero no son la únicas: los cárteles mexicanos también manejarían pandillas en Estados Unidos. El 2016 National drug threat assessment summary refiere que las pandillas estadunidenses se relacionan con las organizaciones criminales mexicanas como sus fuentes de suministro de drogas.
En Texas, por ejemplo, identifica siete pandillas directamente conectadas con los cárteles mexicanos: la Aryan Brotherhood Texas, ligada a los cárteles del Golfo, Juárez y La Familia Michoacana; el Barrio Azteca, al Cártel de Juárez y a Los Zetas; los Latin Kings, a Los Zetas; la MS-13, a los cárteles del Golfo, Los Zetas y Sinaloa; Tango Blast and Tango Cliques, al Golfo, La Línea, Los Caballeros Templarios, Los Zetas y Sinaloa; la Texas Mexican Mafia, a los cárteles del Golfo, Juárez, Los Zetas y Sinaloa; y el Texas Syndicate, al cártel del Golfo, La Familia Michoacana, Los Zetas y Sinaloa.
El análisis del Departamento de Justicia indica que “la relación entre las pandillas y las organizaciones criminales trasnacionales mexicanas representa una seria amenaza para la seguridad pública en Texas. Asesinatos, secuestros y allanamientos de morada son algunos de los crímenes que cometen las pandillas”. Agrega que esa relación aumenta los recursos y la rentabilidad de cada uno de ellos, además de contribuir a un mayor nivel de violencia.
Nancy Flores
[AGENDA DE LA CORRUPCIÓN]
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