Presumiendo su relación con el Partido de la Revolución Democrática, ya que los presidentes de la Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores, Silvano Aureoles y Miguel Barbosa, respectivamente, son de esa organización, Enrique Peña Nieto inició, una vez más, otra campaña, ahora con la intención de ganar las elecciones de 2015.
Y es que en su intervención en Palacio Nacional destacó no tanto las reformas, sino más bien dos cuestiones: la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México –junto con obras en carreteras, hospitales e incluso ampliación de las líneas del Sistema de Transporte Colectivo Metro que van al Estado de México– y la transformación del Programa Oportunidades en Prospera, nombre diferente pero con igual énfasis en apoyos a los necesitados, cuyo objetivo es recolectar votos próximamente.
Tener a su lado a Silvano y Miguel envía dos mensajes. Al exterior, que maneja a los partidos supuestamente de oposición. Y al interior, que hay distanciamiento con el Partido Acción Nacional, algo evidente al responderle a una entrevista de Felipe Calderón algunos de sus subordinados: Miguel Ángel Osorio Chong y Manlio Fabio Beltrones.
También quiso dejar patente que manipula a los sindicatos y a otros disidentes. Ello cuando señaló que durante su gestión no se realizaron huelgas, algo que no ocurría desde hace 25 años. Y hasta mostró que el Zócalo capitalino pasó de ser un sitio reservado antiguamente para la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación a uno que se convirtió absurdamente en un estacionamiento de los invitados del presidente.
Como siempre, el acto fue triunfalista, faltaba más.
En inseguridad, por ejemplo, dijo que en su administración se llevó a cabo la detención de 84 de 122 capos del narcotráfico. Claro, Servando Gómez, la Tuta, y el aparentemente fallecido Juan José Esparragoza, el Azul, sonreían. Pero la mención era obligada si antes el domesticado Banco de México había señalado que la inseguridad es una de los problemas graves para que la economía crezca. Por lo que tuvo que añadir que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía ha reportado menos homicidios en los últimos meses, a lo que Adela Navarro, del semanario Zeta, movería la cabeza en reprobación.
Dijo que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ha reportado menos violaciones a los derechos humanos por parte de de las Fuerzas Armadas, lo que da carta blanca para la reelección de Raúl Plascencia y deja en la oscuridad la matanza de Tlatlaya, Estado de México, un escándalo internacional.
Al referirse a las tormentas Ingrid y Manuel, que azotaron a varias zonas del Pacífico, apuntó Peña Nieto que se ha salido adelante, seguramente con molestia de los guerrerenses pero un alivio al soberbio y malencarado Ángel Aguirre Rivero.
Señaló logros en la Cruzada Nacional contra el Hambre, pero dijo que la pobreza no bajaba y por tanto anunció Prospera, con nuevas atribuciones y mayor cobertura. Así pues, la señora Rosario Robles se expandió y nos recordó que la frase: “No te preocupes, Rosario”, es una promesa cumplida.
Insistió en la protección a los 2.1 millones de indígenas. Pero no se dijo nada de la contaminación de los ríos Bacanuchi y Sonora, y menos de por qué se le quita el agua a los yaquis para dársela a las empresas y los citadinos. Mala señal.
Reiteró el combate a la obesidad. Aunque no se mencionó que una de las secretarias más grises, Mercedes Juan, hace ahora acuerdos con Nestlé para la alimentación infantil. Ni que antes de Progresa hizo alianzas con empresas de refrescos de cola para ayudar a los pequeños. Contradicciones evidentes.
Obviamente festejó la reforma educativa, donde apuntó que habrá escuelas de calidad y profesionalización de los maestros. No reportó por qué hay alumnos y profesores reprobados al por mayor. Ante las resistencias en algunos estados (Oaxaca, Guerrero, Michoacán) a los cambios, agregó, se harán esfuerzos para cumplir con los programas establecidos.
Hizo un mazacote para hablar de la juventud: deportes, ciencia, educación, cultura y arte. Todo como si únicamente importaran medallas y algunos logros, en lugar de que fueran piezas que deben armonizarse para hacer ese complejo rompecabezas que debe ser un país diverso.
Señaló Enrique que se combate a los monopolios (risas de varias empresas), que el Instituto Federal de Telecomunicaciones es autónomo (sin recordar sus limitaciones) y que habrá mejores contenidos en televisión (carcajada de Laura Bozzo).
Insistió en su compromiso de transparencia y rendición de cuentas. Aunque la opacidad está en todas partes, sobre todo en la asignación de publicidad a los medios audiovisuales, y no se ha formado la Comisión Anticorrupción. Los señores de Oceanografía y Mexicana de Aviación, por cierto, andan muy campantes en Estados Unidos.
El día del ceremonial, anota Carlos Fernández Vega (La Jornada, 3 de septiembre de 2014), el Banco de México indicó que el crecimiento del país será de 2.47 por ciento. Con lo que van “ocho recortes en igual número de meses” del año.
Por su parte, el articulista Alberto Aziz se preguntó: “¿Es informe o propaganda lo que ocurrió en Palacio Nacional?” (El Universal, 2 de agosto de 2014); Carlos Loret de Mola apuntó que hay un desencanto de las mayorías en el caso de Peña Nieto; y Jorge L Medellín (La Silla Rota, 2 de agosto de 2014) anotó respecto de las Fuerzas Armadas: hay “mucho gasto y pocos resultados”.
Infinidad de promesas, verdades a medias, iniciativas al por mayor, opositores que han sido cooptados y un México que se mueve para beneficio del gran capital es lo destacable en estos dos años de gobierno.
¿Qué sigue?
Jorge Meléndez Preciado*
*Periodista
Contralínea 403 / del 14 de Septiembre al 20 de Septiembre 2014