Los primeros indicios sobre la existencia de petróleo en la zona fronteriza México-Estados Unidos datan de hace casi medio siglo, desde el estudio de la Oficina de Investigación Geológica de los Estados Unidos, publicado en la década de 1980.
Se confirmó que se trataba de acumulaciones comerciales, cuando, en abril de 2010, se inició la explotación de los primeros campos del lado estadunidense. La cadena de estructuras se extiende, en su mayor parte, hacia las aguas mexicanas. Sería absurdo plantear que las formaciones productoras estuvieran cortadas justo coincidiendo con la frontera.
Ahora, tenemos anuncios de resultados positivos de la primera perforación mexicana en el Cinturón Plegado Perdido. No dudamos de la existencia de hidrocarburos. En el curso de cualquier perforación se van revelando manifestaciones de hidrocarburos, y en las zonas que la sísmica ha mostrado como más prometedoras se cortan fragmentos (se llaman “núcleos”) de casi 10 metros que son extraídos para su examen.
No dudamos del descubrimiento, pero criticamos la precipitación y las exageraciones del potencial anunciado. El gobierno y Petróleos Mexicanos (Pemex) deben sujetarse a una política de información mesurada y apegada a criterios técnicos.
Trión-1 se encuentra en un tirante de agua de poco más de 2 mil 400 metros y la profundidad programada en el subsuelo es de 7 mil 600 metros. Los datos anteriores significan que, cuando se anunció el descubrimiento, ni siquiera había sido terminado.
El programa de perforación de Trion-1, presentado en mayo pasado, ante la Comisión Nacional de Hidrocarburos, planteó tres objetivos: 1) el Eoceno Inferior (las arenas Wilcox); 2) el Paleoceno (la formación Whopper); y 3) acaso el más importante, comprobar si se prolongan bajo las aguas patrimoniales de México las formaciones cretácicas, ya identificadas en el sector de Estados Unidos.
Sólo se puede anunciar descubrimientos cuando se han realizado pruebas de producción.
Las pruebas de producción estarán concluyendo para octubre-noviembre de este año, según nuestra estimación.
Sin ellas, es prematuro adelantar cualquier evaluación. Ellas consisten en elegir los estratos más prometedores y medir los volúmenes de producción de crudo y gas que aportan en un lapso determinado.
Pero aún así, si se tratará sólo de informaciones preliminares sobre los volúmenes descubiertos, adicionalmente tendrán que estimarse otros parámetros fundamentales: 1) la porosidad; 2) la permeabilidad, y 3) las presiones internas del yacimiento. Una evaluación más completa se obtendrá con la perforación de pozos delimitadores que permitan conocer la extensión y los espesores de la (o las) formación (es) productora (s).
La verdadera cifra oficial la conoceremos hasta que, en agosto de 2013, Pemex envíe a Estados Unidos, a una dependencia reguladora llamada Securities and Exchange Commission, su reporte correspondiente a 2012. Pemex está obligada a entregar esa información porque se ha endeudado gravemente, y no creemos que se exponga a sufrir una sanción económica por abultar, ante sus prestamistas, las cifras de lo descubierto.
Las cifras políticas sobre el potencial mexicano en el área Perdido ahora se sitúan entre 4 mil millones y 10 mil millones de barriles, esto es entre ocho y 20 campos gigantes. Personalmente, ante las exageraciones, considero más confiables las evaluaciones apoyadas en analogías con los descubrimientos cercanos en aguas de Estados Unidos. En Great White las instalaciones están diseñadas para 100 mil barriles diarios y en Jack se esperan otros 150 mil barriles diarios, en suma 250 mil barriles, que no es mucho si se compara con Cantarell, pero en estos tiempos del pospeack oil son muy importantes.
Como hemos adelantado, Pemex modificará las cifras cuando informe a Estados Unidos. ¿Entonces qué propósito tiene desplegar hoy una campaña mentirosa, que será descubierta unos meses más adelante?
Es evidente que se trata de apresurar la nueva reforma energética para el actual periodo de sesiones en el Congreso, apoyados en el argumento del “gran descubrimiento”.
Conclusiones
El anuncio del descubrimiento en Trión ha sido utilizado para repetir que se ha alcanzado una tasa de reposición de reservas superior al ciento por ciento. Es una maniobra política para reforzar la continuación de la política neoliberal que ha reducido a Pemex a simple exportador, devastando las reservas petroleras y enviando al extranjero, cada año, 10 veces más que los volúmenes descubiertos.
Una simple comparación de las estadísticas muestra que, sólo en el gobierno de Calderón, se han extraído casi 10 campos gigantes de aceite: 4 mil 962 millones de barriles de petróleo; en contraste, las reservas probadas descubiertas, también en lo que lleva este sexenio, apenas ascienden, hasta diciembre de 2011, a 900 millones de barriles.
Si se comparan los 4 mil 962 millones extraídos con la reserva probada más probable, 2 mil 420 millones descubiertos, resultan apenas la mitad, y si consideramos las reservas probadas, más probables, más posibles de 4 mil 700 millones, comprobamos que ni estas cifras fantasiosas alcanzan a reponer los volúmenes saqueados.
En lugar de insistir en la continuidad de un modelo ya insostenible, es necesario despetrolizar las finanzas públicas, realizar la reforma fiscal que prepare un tránsito ordenado hacia una etapa de declive de la renta petrolera (que desde luego seguirá siendo cuantiosa), impulsar el cambio hacia las energías renovables y promover cambios en los patrones de consumo dispendioso de hidrocarburos.
*Investigador en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México
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Fuente: Contralínea 304 / Septiembre de 2012