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Ríos Montt, genocida en el nombre de Dios

Publicado por
Edgar González Ruiz *

En mayo pasado, en un ejemplar aunque efímero ejercicio de justicia, el exdictador guatemalteco Efraín Ríos Montt fue condenado a 80 años de prisión por genocidio y delitos de lesa humanidad. Pero, rápidamente, la Corte de Constitucionalidad de ese país anuló la condena, con lo cual mostró su sumisión al poder, pues entre los protectores de Ríos Montt se cuenta al actual presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, quien era militar a principios de la década de 1980, cuando Ríos Montt gobernaba ese país.
Aunque es lamentable el desenlace que por el momento ha tenido ese proceso, cabe destacar que a diferencia de Ríos Montt otros exgobernantes genocidas, como George Bush y Felipe Calderón, ni siquiera han tenido que comparecer por los crímenes que cometieron durante sus mandatos.

La historia de Ríos Montt

Efraín Ríos Montt nació en Huehuetenango el 16 de junio de 1926. Se graduó como oficial del Ejército el 15 de febrero de 1950. Fue instructor militar. Ascendió a coronel el 15 de marzo de 1966 y a general, el 30 de junio de 1972. Fue jefe del Estado Mayor del Ejército y, luego de haber sido derrotado en las elecciones presidenciales de 1974, fue comisionado como agregado militar en España. En marzo de 1982 llegó al poder gracias a un golpe militar.
A lo largo de su vida, Ríos Montt ha mezclado sus creencias religiosas con sus deberes públicos.
Según una de sus biografías, les predicaba a los reclutas del Ejército que observaran la castidad, con consignas como esta: “deben darse cuenta que su cuerpo es un templo. No lo contaminen con prostitutas”. Con esa mentalidad, satanizaba el sexo en la misma medida en que practicaba el asesinato.
Cuando fue director de la Escuela Politécnica (Colegio Militar) de Guatemala, Efraín Ríos Montt le exigía a cada uno de los cadetes tener un ejemplar del Nuevo testamento, junto con un ejemplar de las ordenanzas militares y otro del código de honor del Ejército. “Siempre que tenía que llamarle la atención a un oficial, Ríos Montt le preguntaba: ‘Tenemos dos códigos aquí por los que regimos nuestra conducta. ¿Cuál de ellos ha violado usted?’”.
Además, “frecuentemente, tanto en la Escuela como en las diferentes bases militares donde sirvió, Ríos Montt hablaba de Dios a sus hombres”.
Cuando asumió la investidura presidencial, Ríos Montt era ya un seguidor convencido y muy activo del grupo evangélico Verbo, al que había sido invitado a fines de la década de 1970 por Luis Chang, quien a su vez había servido en el Ejército a las órdenes de Montt y fue en 1974 el jefe de seguridad de su campaña presidencial (Joseph Anuso y David Sczepanski, Efraín Ríos Montt, ¿siervo o dictador?, Gospel Outreach, Guatemala, 1984).
La Iglesia del Verbo, también denominada Iglesia Gospel Outreach, con sede en Eureka, al Norte de California, había llegado a Guatemala en 1976 con motivo del devastador terremoto del 4 de febrero de ese año. Previamente había establecido contacto con una acaudalada dama de la sociedad guatemalteca.
El 23 de marzo de 1982, cuando Ríos Montt perpetró su golpe militar, ya estaban prevenidos los dignatarios de la Iglesia del Verbo, que en Estados Unidos esa iglesia se había alineado con la derecha religiosa. El día del golpe, Ríos Montt abandonó sus labores dentro de su iglesia para dirigirse al Palacio Nacional a encabezar el nuevo gobierno.
Además de ser “cristiano renacido”, Ríos Montt había hecho una larga carrera en el Ejército, se había entrenado en Estados Unidos en la lucha antiguerrillera y se le acusaba de haber cometido atrocidades en operaciones militares en la década de 1970.

El Dios del genocidio

El día mismo del golpe militar, el 23 de marzo de 1982, en su primera conferencia de prensa, Ríos Montt asombró al mundo y a los oficiales golpistas cuando mencionó a Dios en su primer discurso, en el que dijo: “Estoy confiando en Dios, mi señor y rey, para que él me guíe, porque sólo él da y sólo él quita la autoridad”. También afirmó que uno de los objetivos del golpe militar era “rescatar los valores morales”.
Ya como presidente, puso en práctica la campaña de “moralización” que denominó el Proyecto David, al hacer alusión al rey David de la Biblia. Al inaugurar el proyecto, Ríos Montt se comprometió “ante Dios y ante mi patria, a dedicar todos mis actos a cambiar a Guatemala”; se declaró “ante Dios” enemigo de la corrupción y pidió a Dios ayuda para cumplir con sus juramentos (Prensa Libre, 24 de marzo de 1982, página 8).
En una entrevista concedida a un periodista estadunidense apenas 5 días después del golpe militar, Ríos Montt describió a su investidura como un acto providencial decidido por Jesucristo mismo. Dijo Ríos Montt en esa entrevista: “Quiero invitar a los cristianos de Estados Unidos a que cumplan con lo que nuestro señor Jesucristo ha establecido, esto es, a rogarle a Dios para que el nuevo cielo de paz, amor y misericordia que él ha establecido sobre Guatemala permanezca para siempre. Estábamos al borde de un precipicio y Dios ha puesto su mano sobre nosotros. Démosle gracias a Dios y pidámosle que su misericordia perdure”.
A la pregunta de otro periodista acerca de la influencia de sus convicciones religiosas en sus funciones de gobierno, Ríos Montt respondió: “Yo tengo una actitud cristiana, y actuando como cristiano puedo influenciar a todo el gobierno para que trabaje con honestidad, verdad y justicia”.
Pero no sólo el propio Ríos Montt mezclaba sus convicciones religiosas con sus deberes como funcionario, sino que en su gobierno comenzaron a tener influencia personajes de su iglesia. Como ellos mismos reconocen, “miembros de la Iglesia Verbo” empezaron a “coordinar esfuerzos” en proyectos de “ayuda al pueblo indígena” de áreas en conflicto armado, proyectos que eran financiados por grupos evangélicos estadunidenses.
Desde el inicio mismo del golpe militar, miembros de la Iglesia del Verbo acompañaron a Ríos Montt para darle “apoyo espiritual y asesoramiento”, incluso en asuntos de orden político y militar.
Los domingos por la noche, Ríos Montt ofrecía a los guatemaltecos una charla televisada donde combinaba su discurso político con enseñanzas religiosas y consignas “moralizantes”. Desde la televisión les exigió a los funcionarios de gobierno: “Dejen a sus amantes. Cumplan con sus obligaciones”.
Cuando el papa Juan Pablo II visitó Guatemala, Ríos Montt se dirigió a él como un líder religioso a otro en estos términos: “Nos ha complacido especialmente que usted haya invitado a sus seguidores a poner en práctica la palabra de Dios, como él lo ordena en su Testamento y no simplemente a contentarse con oírla. He admirado la autoridad con que usted ha hablado a los católicos, para que se comprometan y se alejen de los malos hábitos, para hacer el bien y amar a sus hermanos, en resumen, a cumplir con los mandamientos”.
Los críticos de Ríos Montt lo acusaron de estar manejado por fanáticos religiosos, pero además a lo largo de su gestión como presidente, Ríos Montt tomó diversas medidas impopulares.
Estableció el estado de sitio, con lo que prohibió toda actividad política y retrasó así el proceso de convocar a elecciones; estableció los tribunales del fuero especial, donde, con el pretexto de evitar venganzas, jueces y acusadores ocultaban su identidad al juzgar a los guerrilleros, y anunció la implantación de nuevos impuestos.
Creó además la organización paramilitar denominada Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), señalada como participante en matanzas cometidas durante el enfrentamiento con la guerrilla. En diciembre de 1982, Ríos Montt le dijo al presidente Ronald Reagan que “no había refugiados en los campamentos de México” sino sólo guerrilleros, con lo cual apoyaba la política de persecución contra esos refugiados al considerarlos como elementos desestabilizadores para México y para Guatemala.
Finalmente, en agosto de 1983, Ríos Montt fue depuesto por un golpe militar similar al que él mismo había protagonizado el año anterior. Antes de su caída, se había negado a retirar a sus “consejeros espirituales” de su equipo de trabajo, lo cual le había sido solicitado por varios jefes militares de alto rango.
Luego del nuevo golpe militar, Ríos Montt declaró, resignado, que “Dios es el único que da y que quita la autoridad”, y anunció que regresaría a su trabajo en la Iglesia del Verbo, pues antes de llegar a la Presidencia había estado dirigiendo la escuela de esa congregación.

Persistencia y acusaciones

Ríos Montt no cumplió su promesa, y volvió a involucrarse en la política, de tal suerte que en 2000 era presidente del Congreso de Guatemala, del cual era vicepresidenta su hija Zury Ríos.
En marzo de ese mismo año, los periódicos de Guatemala anunciaron que un juez español había aceptado tramitar la denuncia penal planteada por Rigoberta Menchú, Premio Nóbel de la Paz, contra varios exfuncionarios guatemaltecos, entre ellos Ríos Montt, acusados de genocidio, torturas, asesinato y detención ilegal.
En aquel tiempo, Ríos Montt “dejó entrever que esas acciones legales no le quitan el sueño” (Siglo XXI, 28 de marzo de 2000), mientras que su hija Zury puntualizó que el general no sería capturado “en ningún país del mundo, pues goza de inmunidad por el cargo que desempeña” (Al Día, 30 de marzo de 2000).
En 2003, Ríos Montt logró presentarse como candidato presidencial a las elecciones del 9 de noviembre, por el Frente Republicano Guatemalteco, y sus oponentes lo acusaron de poner en práctica una “amplia estrategia de cooptación del voto con recursos estatales y gastos excesivos en publicidad” (Proceso 1409, 2 de noviembre de 2003).
Se denunció, además, que en los últimos meses antes de las elecciones, el gobierno entregó compensaciones a indígenas y campesinos miembros de las PAC, a quienes el presidente Alfonso Portillo había calificado como “héroes” que hicieron aportes a la construcción de la democracia en Guatemala.
El 24 de septiembre de 2003, en Ixcán Quiché, una de las comunidades más afectadas por las estrategias de contrainsurgencia que hace décadas aplicó el Ejército, Ríos Montt fue apedreado por medio centenar de familiares de víctimas de la guerra que gritaban consignas de “fuera, asesino”, y portaban mantas con la leyenda “no más Ríos de sangre Montt”.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
Fuente: Contralínea 338 / junio 2013

 

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