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SME: 102 años de lucha (Parte I: de la explotación laboral al parto del artículo 123)

Publicado por
Martin Esparza

Imaginemos por un momento cuáles eran las condiciones que enfrentaba la clase trabajadora en los albores del siglo pasado: los obreros trabajaban jornadas de 12 y hasta 15 horas sin recibir un salario justo ni días de descanso; cuando enfermaban, corrían el riesgo de ser despedidos sin indemnización alguna y cualquier protesta o intento de organizarse para exigir un trato más justo de inmediato era reprimido brutalmente.

Las condiciones rayaban en una semiesclavitud permitida por el régimen de Porfirio Díaz, que apoyaba de manera incondicional a los empresarios, sobre todo extranjeros. Movimientos nacidos a la luz de la creciente inconformidad y hartazgo, como el de los mineros de Cananea, Sonora, o los obreros de Río Blanco, en Veracruz, derivaron en verdaderas masacres donde el Ejército fue empleado para reprimir al pueblo.

Ayer como hoy se utilizó la criminalización de la protesta social para asesinar o enviar a prisiones –como la temible Cárcel de Belén, San Juan de Ulúa o Lecumberri– a los líderes que tuvieron el valor de alzar la voz en contra de la brutal explotación.

Fue en este azaroso contexto donde empezó a gestarse el nacimiento del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), que el pasado 14 de diciembre cumplió 102 años de existencia, siendo el marco propicio para recordar una de las gestas heroicas registradas en la persona de uno de nuestros fundadores, Ernesto Velasco Torres, quien el 2 de agosto de 1916, fuera enviado a comparecer ante un tribunal militar por órdenes del entonces presidente Venustiano Carranza, molesto porque el entonces secretario General del SME había participado 2 días antes, el 31 de julio, en la organización de una huelga general, parando las plantas de generación de electricidad de Indianilla, Nonoalco, San Lázaro, La Verónica y la Hidroeléctrica de Necaxa, en contra de la imposición del pago de los salarios de los obreros del Distrito Federal en papel moneda y no en oro, como moneda de uso corriente.

Carranza emitió en ese entonces un bando donde condenaba a la pena capital a quienes “trastornaran” el orden público e incitaran al paro de industrias, sobre todo si se trataba de su fábrica de armamentos, tan necesaria a su gobierno para combatir a los revolucionarios. Como Velasco se había negado a reanudar el funcionamiento de las subestaciones fue condenado a muerte; empero, la correlación de fuerzas sociales donde la clase trabajadora ya comenzaba a jugar un papel de primer orden, impidió que la fatal sentencia se cumpliera y la sentencia se conmutó por una cadena perpetua, que 2 años más tarde se desvanecería ante el incesante reclamo de las organizaciones de trabajadores. El 18 de febrero de 1918, es decir, casi 1 año después de haberse promulgado la Constitución de 1917, Ernesto Velasco recobró su libertad.

A la distancia es indudable que el papel que jugó el Sindicato Mexicano de Electricista –desde el primer momento de su fundación– en la vida política y social del país marcó buena parte de las conquistas alcanzadas en el Artículo 123 constitucional, donde quedaron plasmados los sentidos reclamos de una expoliada y ultrajada clase trabajadora.

La historia registra que días antes del surgimiento del SME, el 4 de diciembre de 1914, se encontraron en Xochimilco, el Ejército Libertador del Sur, con Emiliano Zapata a la cabeza, y la División del Norte, comandada por Francisco Villa; el día 6 de aquel mes, más de 50 mil hombres desfilaron por las calles de la Ciudad de México. Era el México revolucionario donde se cobijó el parto smeísta.

La verticalidad y dignidad con que los fundadores del SME lograron enfrentar los embates de las empresas eléctricas, telefónicas y tranviarias de aquel entonces, que no dudaron en utilizar guardias armadas, despidos y todo tipo de amenazas para impedir que los trabajadores se organizaran fueron las bases donde se cimentó una organización de sólidos principios ideológicos y claros objetivos de lucha, que prevalecen hasta nuestros días.

Las exigencias planteadas en las primeras negociaciones que el SME tuvo como sindicato fueron inspiración de los constituyentes para normar el contenido del Artículo 123, tales como la jornada de 8 horas, el derecho a la atención médica, el pago de un salario decoroso, el reconocimiento de una pensión justa, el derecho a huelga y a la contratación colectiva, el descanso semanal y la prohibición del trabajo infantil, entre otras valiosas aportaciones.

Los logros alcanzados para mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora no fueron de ninguna manera obra de la casualidad o de la buena voluntad de quienes redactaron la Carta Magna de 1917, sino producto de la sangre y la represión que padecieron los nacientes sindicatos y el movimiento de trabajadores tanto en el gobierno del dictador Porfirio Díaz como en el de Venustiano Carranza; este último, al apoderarse de la Casa del Obrero Mundial, pretendió que, a través de los llamados “batallones rojos”, los obreros combatieran a los ejércitos revolucionarios, a sus hermanos de clase. Situación a la que se opusieron los fundadores del Sindicato Mexicano de Electricistas.

En este recuento de los 102 años del SME no puede pasarse por alto que el ahora sindicato centenario también supo estar a la altura de las luchas obreras y nacionalistas del pasado siglo, como cuando otorgó su apoyo incondicional al gobierno del general Lázaro Cárdenas ante las acechanzas de la extrema derecha, impulsando en la persona de su entonces secretario general, Francisco Breña Alvirez, la integración del Comité Nacional de Defensa Proletaria, el 15 de junio de 1935, que aglutinó a las organizaciones campesinas y obreras de todo el país, cerrando las puertas a quienes intentaron desestabilizar al gobierno cardenista.

Tres años después, el SME brindó su absoluto respaldo a la lucha de los trabajadores petroleros en contra de las compañías extranjeras que se negaban a reconocer sus derechos sindicales y que derivaron en la histórica expropiación petrolera del 18 de marzo de 1938, cuando el general Cárdenas devolvió a los mexicanos las riquezas del subsuelo nacional.

Y fue en esos años impregnados de luchas nacionalistas cuando se dio la huelga estallada el 16 de julio de 1936 ante la intransigencia de la Mexican Light and Power, por atender la revisión contraactual y las demandas del SME. El histórico movimiento, que contó con el respeto absoluto del gobierno del general Cárdenas, logró uno de los contratos más avanzados de su época, no sólo en México sino en el mundo.

Otro de los episodios del pasado siglo donde el SME tuvo un papel de primer orden fue la nacionalización de la industria eléctrica, decretada por el presidente Adolfo López Mateos el 27 de septiembre de 1960, en un acto apoteótico en el Zócalo, donde –al igual que en 1938– el pueblo apoyó que la electricidad pasara a manos de los mexicanos.

Por eso, al conmemorarse los 102 años de existencia del SME bien vale hacer un punto de comparación de las condiciones laborales que privan en México en el nuevo milenio: con la aprobación de la reforma laboral de 2012, muchas de las conquistas logradas hace 1 siglo parecen condenadas a desaparecer, como son los casos de la contratación colectiva, desmembrada por la legalización de las outsorcings y los contratos de prueba; la estabilidad en el empleo, y con ello el acceso a la seguridad social, la vivienda y un retiro digno para la vejez. Los salarios, como ocurrió en el pasado, ya no alcanzan para satisfacer las necesidades elementales de alimentación de una familia y, con el manejo discrecional de los fondos para el retiro de las Afores, millones de trabajadores estarán condenados a recibir pensiones de miseria.

Al recordar las luchas libradas por dirigentes como Ernesto Velasco, las nuevas generaciones de trabajadores deben tomar conciencia de que ahora corresponde a ellas librar una nueva batalla, para evitar que lo ganado con la sangre y el sacrificio de sus antepasados se pulverice y cobre nuevamente vigencia. Y valga recordar que ayer como hoy el SME siempre estará al lado de las causas justas de las mayorías. Su prosapia independiente y nacionalista así se lo impone.

Martín Esparza Flores

[OPINIÓN, ARTÍCULO]

 

Contralínea 522 / del 15 al 21 de Enero 2017

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