En los primeros meses de este año, mucho se ha hablado del uso del software aplicado a la educación básica con niños. Asimismo, el gobierno federal y algunas entidades federativas tienen como prioridad repartir miles de tablets a los menores de edad, con el firme propósito de contribuir a una mejor educación y ponerlos a la vanguardia global mundial.
En este sentido, los niños son educados en su hogar, a través de la familia, a depender de la tecnología como una herramienta fundamental para vivir, cuestión que los niños adoptan e integran en su mente, y que los vuelve dependientes de ésta sin saber el gran retroceso de aprendizaje lúdico, emocional, físico y cognitivo que se genera al utilizar las redes sociales, la tablet, la computadora o el teléfono celular sin un eje motor que los encamine hacia un trabajo más estructurado, con una rigidez educativa que los guíe a recuperar lo realmente valioso de los medios de comunicación en masa (mass media).
La situación real es que los niños utilizan las redes sociales para ver videos, fotografías, películas o cosas sin sentido, que pueden ir desde los juegos de Candy Crush hasta la muy socorrida pornografía infantil. Una gran mayoría de esta población no tiene la menor idea de lo dañino que resulta para su intelecto, su desarrollo emocional y físico, el abuso de la tecnología y el software.
Por otra parte, también es importante destacar que en muchas comunidades del país, en pleno siglo XXI, aún se carece de energía eléctrica, motivo por el cual desde los tiempos del vaquero presidente Vicente Fox, el cual pretendió llevar computadoras a todo el país con el Programa Enciclomedia, tardíamente se dio cuenta que su proyecto fue un fracaso, pues faltaba electrificar muchas zonas montañosas donde existen comunidades rurales.
Pero la situación actual de la enajenación de los pequeños con el abuso de la tecnología es que la gran mayoría de esta población infantil, en los próximos años, pasará a ser un número importante de capital cautivo en el proceso de estupidización del ser, como ya sucede con las generaciones adultas. Basta salir a la calle y encontrar al sujeto que cruza la calle observando su celular o enviando mensaje de texto sin fijarse siquiera si puede atravesar o se expone a ser arrollado por algún vehículo; asimismo es común que al transitar la gente se distraiga con el teléfono celular y tropiece con otros ciudadanos circulando sobre la misma acera; y bueno, lo cierto es que una gran mayoría de la población de adultos pierde un gran número de horas al día en las redes sociales, en un sin sentido de la vida, pues las utilizan para comentar qué comieron, con quién salieron, dónde festejaron encuentros o desencuentros de amor y desamor…
Por ese motivo es de gran importancia iniciar un proceso educativo que recupere la tecnología y las redes sociales por espacios de tiempo limitado, y específicamente encaminadas a cuestiones educativas o productivas en beneficio del niño y la niña y no en un mar de actividades con el abuso de la tecnología sin sentido.
Por otra parte, existe la sospecha del gran negocio de funcionarios de la Secretaría de Educación Pública (SEP) con las grandes empresas de la tecnología y del software, con quienes realizan operaciones millonarias en donde éstos se ven beneficiados con grandes cantidades de dinero por la adquisición de equipos y programas para repartir en todas las escuelas de educación básica a lo largo y ancho del territorio nacional; y tal vez no estaría tan disparatada esta hipótesis, pues una de las grandes características del gobierno en este sexenio es el abuso de poder para realizar operaciones con empresarios selectos. Como ejemplo tenemos el más sonado, el de los contratos millonarios dados al empresario Juan Armando Hinojosa Cantú a cambio de una casa de decenas de millones de pesos, entregada a la primera dama de la República, como un obsequio por verse beneficiado con estos contratos.
Sin embargo, cada sexenio, en materia de educación, se crean vacíos interminables de ignorancia y enajenación en los menores de edad, a través de los funcionarios de la SEP, quienes carecen, la gran mayoría, de una visión panóptica de la instrucción pública en México y, sin embargo, cada día contribuyen para construir un país con un alto índice de ciudadanos estupidizados y menos instruidos en disciplinas o ramas científicas.
Miguel López Ortigoza*
*Sicólogo educativo; doctor en enseñanza superior y profesor investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México
[Sección: opinión]
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