Washington, Estados Unidos. El presidente estadunidense Donald Trump, quien parece ser un imán para las polémicas, generó controversias y críticas a uno y otro lado del océano Atlántico durante su reciente gira a Europa.
Su primera parada fue Bruselas, Bélgica, donde el 11 y 12 de julio participó en la Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), alianza militar contra la cual el jefe de la Casa Blanca ha cargado con frecuencia por lo que él considera el incumplimiento en los gastos de defensa.
El segundo destino del gobernante republicano fue el Reino Unido, un socio clave de su país que Trump no había visitado debido a cancelaciones, conflictos de programación y confrontaciones políticas.
Por último, el jefe de Estado se dirigió a Finlandia para un encuentro con su homólogo ruso, Vladimir Putin, una cita que la oposición demócrata lo llamó a suspender a causa de las acusaciones sobre la presunta interferencia de la nación euroasiática en las elecciones estadunidenses de 2016.
Pocos minutos antes de marchar a la gira, Trump escribió en Twitter: “Preparándonos para partir hacia Europa. Primera reunión-OTAN. Estados Unidos está gastando muchas veces más que cualquier otro país para protegerlos. No es justo para el contribuyente estadunidense”.
Tal mensaje permitió prever el tono que prevalecería en su encuentro con los miembros de la alianza militar, a los que el gobernante continuamente presiona a fin de que cumplan ya con el compromiso fijado para 2024 de elevar los gastos en defensa al 2 por ciento del producto interno bruto (PIB).
Luego, Trump calificó a Alemania de “cautiva de Rusia”, en rechazo al proyecto del gasoducto Nord Stream 2 que conectará directamente a ambas naciones.
“Estamos protegiendo a Alemania y Francia frente a Rusia, y un número de países han cerrado un acuerdo sobre el nuevo gasoducto del mar Báltico, por el cual Berlín pagará millones y millones de dólares al año”, cuestionó.
Como respuesta, la canciller federal germana, Angela Merkel, manifestó que su nación es libre e independiente y decide su política sin injerencias externas.
Asimismo, en una reunión a puerta cerrada con los miembros de la OTAN, el estadunidense exigió que los aliados dupliquen sus gastos de defensa al 4 por ciento del PIB, y al concluir la cumbre dijo que después de sus presiones recibió promesas de incrementos.
Pero los líderes de las otras naciones no respaldaron la afirmación de Trump: el presidente francés Emmanuel Macron expresó que los integrantes del bloque militar habían reafirmado en un comunicado su intención de alcanzar el objetivo del 2 por ciento para 2024, y nada más.
El 12 de julio Trump se trasladó al Reino Unido, una nación en la cual se organizaron numerosas protestas para hacerle evidente al mandatario de Estados Unidos que no se deseaba su presencia debido a su postura en temas como la migración, las relaciones raciales, la discriminación hacia las mujeres y el cambio climático.
Trump llegó a reconocer que no se sentía bienvenido en Londres, donde decenas de miles de personas salieron a las calles y se burlaron del estadunidense con un globo gigantesco que lo representó como un bebé gritón de color naranja.
Durante su visita de trabajo, el presidente evitó prácticamente la capital del país, al reunirse con la primera ministra Theresa May en Chequers, la casa de campo de los gobernantes británicos, ubicada en el condado de Buckinghamshire.
Además, dialogó con la reina Isabel II en el Castillo de Windsor, en Berkshire, y luego pasó el fin de semana en un club de golf de su propiedad en Escocia.
Pero las protestas lo siguieron a donde quiera que se dirigió, pues además de las multitudinarias movilizaciones en Londres, hubo manifestaciones cerca de Chequers, en las proximidades del Castillo de Windsor y en varios lugares de Escocia.
Junto con esas muestras de rechazo, el viaje de Trump a esa nación europea estuvo marcado por una polémica entrevista con el periódico The Sun que recibió críticas tanto de políticos y medios británicos como estadunidenses.
En sus declaraciones, el visitante acusó a May de destrozar el Brexit –nombre con el cual se conoce a la salida del Reino Unido de la Unión Europea– y dijo que la gobernante anfitriona ignoró sus consejos sobre cómo endurecer el proceso.
Añadió que el plan sobre el Brexit podría haber matado cualquier oportunidad de un acuerdo comercial con Estados Unidos, y llegó a apuntar que el extitular de Relaciones Exteriores Boris Johnson, quien había dimitido esa semana, “sería un gran primer ministro”.
Sin embargo, como ya ha hecho en otras ocasiones, una vez que estuvo frente a frente con May en la conferencia de prensa sobre su encuentro bilateral elogió a la jefa de gobierno y calificó de especiales los nexos entre los dos países.
Hagas lo que hagas estás bien conmigo, manifestó a su anfitriona el 13 de julio, menos de 24 horas después de cuestionar sus políticas.
El 16 de julio, en tanto, tuvo lugar su reunión con Vladimir Putin en Helsinki, Finlandia, donde los interlocutores abordaron temas como la proliferación nuclear, el enfrentamiento al terrorismo radical islámico y la crisis en Siria.
“Nuestra relación nunca ha sido peor que ahora, pero eso cambió hace unas 4 horas”, indicó el jefe de la Casa Blanca en una conferencia de prensa conjunta. “Los desacuerdos entre ambos países son muy conocidos y los discutimos ampliamente, pero si vamos a resolver los grandes problemas del mundo, debemos encontrar formas de cooperación”, agregó.
Pero ninguno de esos temas o pronunciamientos fueron los que se llevaron los titulares del evento, sino el asunto de la presunta interferencia electoral rusa y una supuesta complicidad con la campaña de Trump.
En la comparecencia ante los medios, al ser cuestionado sobre si creía en la comunidad de inteligencia estadunidense cuando hablaba de intromisión rusa o si confiaba en el jefe del Kremlin cuando negaba la acusación, Trump pareció poner en duda los hallazgos de las agencias de su país.
“Mi gente vino a mí, Dan Coats [director de Inteligencia Nacional] vino a verme a mí y a otros, dijeron que creen que es Rusia. Tengo al presidente Putin, él solo dijo que no es Rusia. Diré esto: no veo ninguna razón por la que sería (…) Tengo confianza en ambas partes.”
El senador republicano John McCain calificó la conferencia de prensa como “una de las actuaciones más vergonzosas de un presidente estadunidense en la memoria”, y la líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, sugirió que Rusia tenía algo sobre Trump “personal, financiera o políticamente”.
Una sola y ominosa pregunta ahora se cierne sobre la Casa Blanca: ¿qué podría hacer que el presidente coloque los intereses de Rusia sobre los de Estados Unidos?, manifestó el homólogo de Pelosi en la Cámara Alta, Charles Schumer.
Ante la avalancha de condenas provenientes de todas partes del espectro político, el presidente achacó el 17 de julio sus criticadas declaraciones a un equivocado cambio de palabras.
En una oración clave dije “sería” en lugar de “no sería”, la oración debería haber sido: no veo ninguna razón por la cual no sería Rusia [el país que interfirió en los comicios], expresó el gobernante, pero esa rara rectificación no aplacó el debate.
Dos días después de la reunión con su par ruso, y en desafío a los cuestionamientos recibidos, Trump escribió en Twitter que muchas cosas positivas saldrán de ese encuentro.
“Putin y yo discutimos muchos temas importantes. Nos llevamos bien, lo que realmente molestó a muchos enemigos que querían ver un combate de boxeo. ¡Grandes resultados vendrán!”, destacó el jefe de Estado.
Sin embargo, el asunto [de la intervención rusa] en las elecciones de 2016, que ha marcado su administración desde el inicio y es objeto de una pesquisa a la que él califica de “cacería de brujas”, continúa como una tormenta que no da muestras de aplacarse.
Martha Andrés Román/Prensa Latina
[ARTÍCULO, OPINIÓN]
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