Meses antes de celebrar su 22 aniversario, los militantes del sol azteca enardecían. La posibilidad de aliarse con el Partido Acción Nacional (PAN) para derrotar, en las urnas del Estado de México, al Partido Revolucionario Institucional (PRI), su enemigo histórico, cimbró lo que queda de su debilitada estructura.
Hoy, asegura María de los Dolores Padierna Luna, la “crisis profunda” por la que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) estuvo al borde de la ruptura terminó. A decir de la secretaria General del partido, la tercera fuerza política del país vive un proceso de “reconducción”.
La actual dirigencia perredista –que comparten las “corrientes de opinión”, popularmente conocidas como tribus, Izquierda Democrática Nacional (IDN) y Nueva Izquierda (NI)– “casi no duerme”, dice Padierna Luna desde su amplia e iluminada oficina. El objetivo, recuperar lo perdido: el proyecto de partido, la formación política de sus cuadros, los militantes que se fueron y, por supuesto, el voto de la población.
El partido que nació de la coalición de diversos grupos de izquierda y de la ruptura del PRI no está a la altura de los grandes retos del país, reconoce la licenciada en economía. “Noto en la gente una inconformidad por el estilo de dirigir, de ser y de existir del PRD. La gente nos critica mucho no estar a la altura de las condiciones históricas del país”.
Por eso, el PRD se prepara para las elecciones presidenciales de 2012. Romper el internismo que lo mantiene anclado a constantes crisis; convocar a los que, “sigilosamente”, han abandonado las filas amarillas, incluidos algunos de sus ideólogos, expresidentes y líderes, y retomar la formación política e ideológica de sus cuadros, “eje olvidado” desde hace 20 años, son parte de los retos obligados.
Las condiciones son favorables. Jesús Zambrano Grijalva, actual presidente de la Comisión Política Nacional del PRD, tiene una actitud “propositiva, dialoguista y de negociación”, asevera la también representante de IDN.
El panorama es positivo, coincide Martí Batres Guadarrama, de la corriente Izquierda Social. Luego de la salida de Jesús Ortega Martínez de la dirigencia del PRD y de la última sesión de su Consejo Nacional, que descartó la alianza con el PAN para la contienda por la gubernatura del Estado de México, “se abre una nueva etapa en la que el PRD recuperará su fisonomía”, manifiesta, confiado, el secretario de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal.
A decir de Martha Dalia Gastélum Valenzuela, integrante de la Comisión Política Nacional del PRD, es posible que la nueva composición del partido logre consolidarse en una tregua, “un gran pacto interno”, que permita al partido del sol azteca unificar su estrategia rumbo a las elecciones de 2012. El gran reto: llegar a las 20 mil secciones electorales, de las 65 mil que identifica en el país el Instituto Federal Electoral, en las que el PRD no tiene un solo afiliado.
Asimismo, realizar un esfuerzo intensivo de comunicación política –“no sabemos comunicar; tenemos un problema ahí”– que le permita recuperar a las fuerzas perredistas que se han mantenido al margen y atraer a los sectores de la población que pueden ser agentes de cambio, como los jóvenes o las mujeres, pero que no se han acercado al PRD porque no les gustan los “pleitos” ni las “divisiones”.
Seguramente las discusiones de fondo, como “qué tipo de partido queremos, qué tácticas utilizaremos, qué tipo de liderazgos necesitamos, se pospondrán para después de 2012”, dice la dirigente de Izquierda Renovadora en Movimiento.
La también integrante del bloque encabezado por NI que apoyó las alianzas con Acción Nacional considera que lo que en este momento vive su partido es parte del conflicto que inició en 2008, cuando Alejando Encinas Rodríguez y Ortega Martínez se disputaron la Presidencia del PRD. “La crisis se ha manifestado con otros temas, con otras personalidades, pero ahí está”.
El respeto a la voluntad ciudadana expresada en las urnas y el combate a la corrupción son dos de los ideales que en 1989 dieron origen al PRD. No obstante, este partido ha reeditado los vicios que tanto criticó. “La corrupción ha llegado y se ha enquistado” en sus filas, asegura Carlos Sotelo García, miembro fundador de este proyecto.
Hoy, los dirigentes nacionales perredistas, “temerosos, timoratos” de contradecir al gobernador o al alcalde en turno, han privilegiado su compromiso con el poder; no así con la militancia. “Hacen lo que les dicen los gobernadores a cambio de que los financien, de que los apoyen para tener cargos en el gobierno”, lamenta el dirigente de la corriente Democracia Social.
El exmilitante de Nueva Izquierda recuerda los dos últimos cismas que ha vivido su partido: la contienda por la dirigencia nacional en 2008, que provocó que en las elecciones del siguiente año el PRD sólo consiguiera el 12 por ciento de los votos, cuando Ortega Martínez “recibió un partido de 30 puntos”. Y el más crítico de su historia, en “el que no pocos testimoniaron su liquidación”, cuando Jesús Ortega y “sus aliados” pactaron con la derecha panista, supuestamente para impedir la llamada “restauración”: el regreso del PRI al poder nacional.
Respecto de los alcances del PRD a partir de su nueva composición, el maestro en educación primaria es también escéptico. A pesar de que un elemento fundacional del partido es permitir la coexistencia de las expresiones que lo conforman, no todas consiguieron representación en los órganos nacionales. Es el caso del Grupo de Acción Política y Movimiento Cívico.
A la pregunta ¿es el PRD un partido de izquierda?, Massimo Modonesi, autor del libro Para entender al PRD, responde que sería de izquierda si se entiende que en todo sistema político siempre hay un partido de esta naturaleza; es decir, “la izquierda como algo relativo a un arco de partidos”. Sin embargo, aunque la declaración de principios del PRD refiere el antineoliberalismo y antiautoritarismo (características de la izquierda mexicana), en la práctica el partido “se ha adaptado muy bien” al sistema político imperante, por lo que su compromiso con estos dos principios es dudoso, explica el politólogo.
Para el también coordinador del Centro de Estudios Sociológicos de la Universidad Nacional Autónoma de México, a pesar de que, por el momento, la ruptura del PRD se evitó, las tensiones en su seno no están resueltas. Con miras a las elecciones presidenciales de 2012, el partido que fundó Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano dejará el jaloneo interno para después. Al menos eso es lo que más le conviene, precisa el profesor universitario.
La época de pactos, de tregua preelectoral, llegó para el PRD, vaticina Modonesi.
La figura del caudillo le ha servido al PRD, al igual que a otros grupos políticos, como elemento de cohesión. En 22 años de existencia, sólo Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Andrés Manuel López Obrador han fungido como el pegamento de la heterogeneidad de los grupos que lo conforman.
Cuando en 2006 López Obrador dejó de ser candidato, e incluso perdió la Presidencia de la República en un cuestionado proceso electoral, estos liderazgos se agotaron. Entonces, una “ruptura insanable” llegó al PRD, asegura Modonesi. No es que los pleitos o las diferencias entre las corrientes que conforman el partido no existieran antes; éstos eran resueltos, incluso, atenuados por ese “padre que ponía orden entre los hijos”, explica el también integrante del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
Este esquema del PRD permitió, sin embargo, “cierta laxitud en las prácticas políticas” de la que todos “fuimos cómplices”, confiesa Gastélum Valenzuela. Un toma y daca en el que el hombre fuerte permitía todo a sus bases, a sabiendas de que éstas también serían permisivas con él. El saldo: la adopción de prácticas políticas negativas, propias “del sistema antidemocrático imperante”, como el autoritarismo, verticalismo, clientelismo y corporativismo.
Estos liderazgos carismáticos, sin los que el PRD no se hubiera formado, “también tienen sus sombras, sus formas verticales cercanas al autoritarismo, poco democráticas para establecer decisiones, para impulsar acciones sin las consultas que se deben desde un partido de izquierda y democrático”, reconoce Sotelo García, integrante de la Comisión Política Nacional de este partido.
—¿El PRD puede prescindir de un caudillo?
—No. Me temo que lo que nos está indicando la realidad es que todavía no, sobre todo para movilizar a ciertos sectores populares que no son particularmente politizados, educados.
El PRD que nació en 1989 está muerto, asegura Modonesi. Lo que queda de él es otra cosa: un organismo político que existe en la esfera institucional, en el sistema de partidos; no así a nivel social; un cascarón vaciado de sus contenidos históricos.
—Si le quitas los puestos de elección popular y el financiamiento público, el partido no existe. Mientras que el PRD, históricamente, aunque no tuviera un senador, un diputado, un presidente municipal, existía.
A decir del politólogo, el PRD murió cuando el proyecto que le dio vida se desarrolló fuera de éste, en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que encabeza López Obrador. “Es como si al PRD se le hubiera ido el alma”, explica el investigador.
La tercera fuerza política del país se encuentra entre la espada y la pared. El único camino que le queda es disolverse en algo más, considera Modonesi. O se incorpora al Morena, “en donde reside su verdadera tradición histórica”, o se inclina hacia el centro derecha y termina siendo el parásito de otro proyecto político.
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