Nadie puede asegurar que en su agonía el imperio no arrastre al ser humano a la catástrofe. Como se sabe, mientras exista la vida de nuestra especie, toda persona tiene el deber sagrado de ser optimista. Éticamente no sería admisible otra conducta. Recuerdo bien que un día, hace casi 20 años, dije que una especie estaba en peligro de extinción: el hombre.
Ante un selecto grupo de gobernantes burgueses aduladores del imperio, entre ellos el de inmensa mole bien alimentada, el alemán Helmut Kohl, y otros por el estilo que hacían coro a Bush padre –menos tenebroso y enajenado que su propio hijo W Bush–, no podía dejar de expresar aquella verdad que veía muy real, aunque todavía más lejana que hoy, con la mayor sinceridad posible. Al encender el televisor aproximadamente a las 12:15 horas (del 19 de mayo de 2011), porque alguien me dijo que Barack Obama pronunciaba su anunciado discurso sobre política exterior, presté atención a sus palabras. No sé por qué, a pesar de los montones de despachos y las noticias que escucho diariamente, en ninguno vi que el sujeto hablaría a esa hora. Puedo asegurar a los lectores que no son pocas las tonterías y mentiras que, entre verdades dramáticas y hechos de todo tipo, leo, escucho o veo en imágenes todos los días. Pero este caso era algo especial. ¿Qué iba a decir el tipo a esa hora en este mundo agobiado de crímenes imperiales, masacres o aviones sin piloto lanzando mortíferas bombas, que ni siquiera Obama, ahora dueño de algunas decisiones de vida o muerte, imaginaba cuando era estudiante de Harvard hace sólo unas decenas de años? Nadie suponga, desde luego, que Obama es dueño de la situación; sólo maneja algunas palabras importantes que el viejo sistema en su origen otorgó al “presidente constitucional” de Estados Unidos. A estas alturas, después de 234 años de la Declaración de Independencia, el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia conservan los instrumentos fundamentales del poder imperial creado: la tecnología capaz de destruir al género humano en cuestión de minutos, y los medios para penetrar esas sociedades, engañarlas y manipularlas impúdicamente el tiempo en que necesiten hacerlo, pensando que el poder del imperio no tiene límites. Confían en manejar a un mundo dócil, sin perturbación alguna, todo el tiempo futuro. Es la idea absurda en que basan el mundo del mañana, bajo “el reino de la libertad, la justicia, la igualdad de oportunidades y los derechos humanos”, incapaces de ver lo que en realidad ocurre con la pobreza, la falta de servicios elementales de educación, salud, empleo y algo peor: la satisfacción de necesidades vitales como alimentos, agua potable, techo y otras muchas. Curiosamente, alguien puede preguntarse ¿qué ocurrirá con los 10 mil muertos por año que ocasiona la violencia derivada de las drogas, fundamentalmente en México, a lo que se pueden añadir los países de Centroamérica y varios de los más poblados del Sur del continente? No albergo intención alguna de ofender a esos pueblos; el propósito es sólo señalar lo que ocurre a los demás casi diariamente. Una pregunta sí hay que hacerla casi de inmediato: ¿qué pasará en España donde las masas protestan en las ciudades principales del país porque hasta el 40 por ciento de los jóvenes está desempleado, para citar sólo una de las causas de las manifestaciones de ese combativo pueblo? ¿Es que acaso van a iniciarse los bombardeos a ese país de la Organización del Tratado del Atlántico Norte? Sin embargo, a las 16:12 horas no ha sido publicada la bendita versión oficial en español del discurso de Obama. Espero me excusen por esta improvisada Reflexión. Tengo otras cosas de las cuales ocuparme. Fuente Contralínea 235 / 29 de mayo de 2011