La organización criminal emergente Cártel Nuevo Imperio –dedicada al secuestro, extorsión, narcomenudeo, robo de combustible y cobro de piso– opera en la Ciudad de México, el Estado de México y Morelos, dentro de una tendencia clara y gradualmente expansiva. Esta fuerza criminal disputa zonas y territorios mediante la violencia. Y es a este grupo criminal al que se le atribuye el asesinato de Milton Morales Figueroa, uno de los funcionarios de mayor confianza de Omar García Harfuch y que se desempeñaba como coordinador general de la Unidad de Estrategia, Táctica y Operaciones Especiales capitalino
Chang Yu: “Si no puedes anticiparte a sus planes o romper sus alianzas, ten afiladas tus armas a fin de conseguir la victoria”. (p. 37)
Li Ch´uan: “Ataca cuando no esté preparado y haz tu movimiento cuando no se lo espere” (p.24)
Sun Tzu: El Arte de la Guerra. Grupo Editorial Toimo.. 11ª edición, 2009.
El Cártel Nuevo Imperio sería una de las varias escisiones que ha tenido el Cártel de Sinaloa (CDS) –según algunos informes de prensa–, una estructura criminal que llegó a su clímax unos años atrás, y desde entonces ha tenido desgajamientos de grupos inconformes con la distribución de poder a su interior, como ellos entienden el concepto poder, negocios, dinero, rutas, territorios, contactos con funcionarios de la administración pública federal o estatal, con legisladores, jueces, etcétera.
Su escisión del Cártel de Sinaloa data de 10 años atrás. Aunque se afirma que empezó a operar ya en forma, en 2017, hace 7 años, hacia el final del sexenio del licenciado Enrique Peña Nieto. En ese entonces, se produjeron ciertos reacomodos en las estructuras delictivas, debido a la expansión de los rivales del CDS. A diferencia de otros desprendimientos de las dos más grandes organizaciones criminales del país (CDS y CJNG), su aparición fue su expresión activa que se produjo en Ciudad de México, en tanto otros grupos trataban de consolidarse en las zonas rurales y de los Estados de la república.
La prensa dio cuenta de esta escisión, pero sin darle mayor relevancia ante la noticia de otras rupturas mayores y de la persecución y posterior recaptura de Joaquín –el Chapo– Guzmán, como noticias principales sobre el CDS.
El Cártel Nuevo Imperio es un grupo delictivo cuya característica –probablemente ligada a su nombre– es la de advertir a los grupos rivales que actúan dentro en un territorio que va llegar a disputarles el control del mismo. Así lo hizo, por ejemplo, en el próspero municipio de Huixquilucan, Estado de México, mediante mantas en otros municipios. Igual fue en Naucalpan, Tlalnepantla, Atizapán (los más grandes del estado y con mayor presupuesto público). Algunas de esas mantas fueron firmadas por el Comandante 7.
Su aparición más pública sucedió tras la detención del Quinceañero, lugarteniente u operador del primer círculo de confianza de Dámaso López, el Mini Lic. De allí que el líder máximo señalado sea Néstor Arturo López, alias el 20, capturado el 24 de julio de 2024 en un restaurante en Polanco, Ciudad de México.
La estrategia de posicionamiento criminal es evidente: van a la disputa de las plazas más importantes de la zona metropolitana, el Estado de México y la Ciudad de México, distinta de aquellas que tratan de posicionarse primero en zonas rurales y luego avanzar hacia las ciudades. Ello, a pesar del eufemismo en el tiempo del gobierno de Miguel Mancera, cuando se decía que en la Ciudad de México no operaban cárteles de las drogas. Hoy, el reconocimiento de ello es explícito; más aún, desde el atentado al entonces secretario de seguridad ciudadana de la ciudad de México, Omar García Harfuch. En adelante, se conoció, no sólo su existencia sino, incluso la disputa en zonas muy localizadas de la metrópoli mexicana: Tepito, Azcapotzalco, Milpa Alta, Miguel Hidalgo, Gustavo A Madero, Cuauhtémoc, etcétera, en donde existen bastiones de otros grupos criminales.
Conforme a la información de las autoridades de la Ciudad de México, la alcaldía Cuauhtémoc es una zona de disputa extendida y agravada por la lucha de facciones criminales. Ello, en una de las regiones de mayor valor comercial y plusvalía de la Ciudad de México: allí operan distintas facciones de la Unión Tepito, distinguibles por sus liderazgos más identificados, como, la de Lalo Ramírez, alias el Chore; Víctor Hugo Ávila, Huguito; Christian Emmanuel Flores; y Dilan Alexis Alvarado.
En esa misma alcaldía opera la fuerza contraria organizada bajo el mando de Eusebio Hernández Vázquez, el Cejas; es decir, Fuerza Anti-Unión, que ha extendido sus operaciones a Morelos. Ambos grupos delictivos armados mantienen una disputa por el control de la zona de Tepito y sus alrededores, agravada por el homicidio del Tomate y el Huguito. Este último, al parecer, del núcleo dirigente de la Unión Tepito. Por ello ejecutaron en represalia a Jorge Flores Concha, el Tortas, fundador de Fuerza Anti-Unión.

Es en este violento y disputado contexto del centro de la Ciudad de México en el que entró el Cártel Nuevo Imperio. En los municipios del Estado de México (los arriba mencionados, más Ecatepec), esta organización delictiva escindida del CDS, es un municipio en donde perdió a uno de sus cuadros más importantes: Óscar Antonio “G”, avezado en la distribución de narcóticos, los secuestros y extorsiones. Se le ha señalado como uno de los principales líderes del grupo, también conocido como el Primo, por quien la Fiscalía del Estado de México ofrecía 300 mil pesos de recompensa por información verídica sobre su paradero, por lo tanto, connotado “generador de violencia”, confeso de pertenecer al Cártel Nuevo Imperio, que algunos llaman Nuevo Cártel Imperial.
Esta organización criminal emergente se dedica a varios rubros delictivos: secuestro, extorsión, narcomenudeo, robo de combustible y cobro de piso, esencialmente, y sus plazas de acción preferente, como, indicamos antes, son la Ciudad de México, Estado de México (opera también en Tultitlán y Nicolás Romero) y Morelos, dentro de una tendencia clara y gradualmente expansiva. Son una fuerza criminal, como otras de carácter emergente, en disputa por zonas y territorios mediante el poder de las armas, lo cual ha generado, desde luego, violencia incremental y desestabilización social.
Los golpes de las autoridades del Estado de México, no a manos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana sino de la Fiscalía del estado –a través de la policía de investigación (es importante porque revela quién está al mando de la lucha anticrimen)– se repitieron, y en octubre de 2017 se informó sobre la detención de otros siete presuntos integrantes en el municipio de Cuautitlán Izcalli, al norte de la Ciudad de México.
Otras importantes detenciones policiales –que hacen opinar a algunos que ha debilitado relativamente al Cártel Nuevo Imperio– son: Cheyla Ruth “N”, alias la Reina del Sur, y Jesús Armando “N”, alias el Pelón, detenidos por la Fiscalía del Estado de México (en Tlalnepantla y Atizapán, respectivamente, en octubre de 2024), investigados por asesinato. Ambos, “líderes de células” delictivas en los municipios mencionados.
De acuerdo con información de la Fiscalía mexiquense, a raíz de los golpes represivo recibidos, especialmente la captura de su líder máximo, el Cártel Nuevo Imperio se ha fracturado en pequeñas “células delictivas”, las cuales tienen como prioridad mantener cierto control de las localidades en donde actúan, es decir, se trata de una estrategia defensiva, no de una fragmentación organizativa y operativa por desacuerdos.
El golpe de mayor impacto que ha dado dicha estructura delictiva –de acuerdo con la información oficial– fue el asesinato de Milton Morales Figueroa, uno de los funcionarios de mayor confianza del actual secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch desde que estuvo en la Ciudad de México. Al momento de su asesinato, Morales Figueroa se desempeñaba como coordinador general de la Unidad de Estrategia, Táctica y Operaciones Especiales capitalino. El crimen se dio en un contexto de fuertes decomisos de cargamentos de cocaína en la Ciudad de México. Volveremos sobre este tema.
Una de las informaciones más importantes, es que el Cártel Nuevo Imperio trata de posicionarse y disputa los territorios en medio de dos alianzas fundamentales preexistentes: la del Cártel Jalisco Nuevo Generación y la Unión Tepito, ambas organizaciones fundamentales para el área metropolitana, la Ciudad de México y el Estado de México, que tienen enfrente a rivales criminales, como el CDS, la Fuerza Anti-Unión y la Familia Michoacana, entre otros, principalmente. Esta alianza que tiene en medio al Cártel Nuevo Imperio, anunció su llegada a Naucalpan y una limpia de adversarios desde junio de 2021. Como en otros casos, habían inicialmente visualizado al Cártel Nuevo Imperio como parte de los adversarios, debido a una alianza de ellos y su jefe, el 20, con la policía del municipio. Hoy las confrontaciones se han revertido.
El asesinato del comandante Milton Morales Figueroa, en Coacalco, Estado de México, tiene una serie de particularidades especiales, podemos resumirlas en tres: a) el jefe Milton estaba hacia el final de un periodo vacacional y caminaba por las calles sin escolta; b) existe alta probabilidad de una infiltración criminal en el grupo cercano a él, de funcionarios desde la Ciudad de México, o de la compra de información sobre sus hábitos de tránsito sin escolta; y c) el seguimiento que hicieron de su blanco los criminales desde que salió de casa con un par de familiares, fue muy sencillo, porque reveló una alta vulnerabilidad ante un posible atentado, dada su elevada responsabilidad en el combate al crimen organizado y, particularmente, en los golpes asestados al Cártel Nuevo Imperio y aliados, después de los cuales, sobre cualquier organización delictiva se refuerza la seguridad de los cuadros policiales. Un golpe como el que se asestó en enero de 2021, en Ciudad de México, cuando la policía puso en custodia una camioneta color blanco que volcó en Río San Joaquín, que contenía 250 kilogramos de cocaína, es para una organización criminal una pérdida muy sensible y motivación para una venganza. De acuerdo al seguimiento de las autoridades policiacas de la Ciudad de México, el cargamento –justamente se dijo en ese momento– era propiedad del Cártel de Caborca, grupo interno en el CDS.
Pero tal mayor custodia no se produjo: ¿el comandante Milton bajó la guardia y nadie le advirtió los riesgos? ¿Hubo exceso de confianza en un hombre experimentado en el combate delictivo que conocía las artes y técnicas de contra inteligencia? ¿Qué fue lo que sucedió realmente?
Es difícil aceptar que este crimen perpetrado el 21 de julio de 2024 haya sido obra de un grupo criminal relativamente corto aún en sus alcances geográficos. El periódico El País fijó la hipótesis de “una coalición de criminales locales con vínculos en Sonora y Sinaloa, figuran detrás de la agresión” (Pablo Ferri, 5 de octubre de 2024). Se informó de una reunión previa de preparativos en una bodega para afinar los detalles y concentrar armas para el operativo criminal, sitio en donde se encontraban el Bombón y el Manco, quienes daban las instrucciones finales. Estaban reunidos en una bodega en Tizayuca, Estado de México.
Según El País, la instrucción fue precisa: “Quien lo tenga más cerca se avienta el jale, tiene que quedar el asunto hoy”, lo cual sugiere que iba más de un comando de sicarios, o un comando con varios sicarios, para asesinarlo. Tenían mucha información sobre las redes criminales e la Ciudad de México.
El momento parecía propicio, porque eran días del final de la elección presidencial, de grupos de transición a partir de nombramientos, entre la entrega del gobierno de AMLO y la recepción del de Claudia Sheimbaum, de la conversión de Omar García Harfuch, de secretario de seguridad de la Ciudad de México, a secretario de seguridad federal, momentos en que existe cierta relajación de los controles, de las rutinas de protección, de la observación de anomalías, de detección de riesgos, etcétera, y ello los grupos experimentados de líderes criminales, lo saben, lo han vivido.
En pocas palabras como una hipótesis plausible, a partir del resultado de una acción delictiva planificada que requirió insumos informativos de primer orden para trazar una ruta crítica del crimen, la inteligencia criminal fue más eficaz que la contrainteligencia oficial que no logró descubrir y neutralizar o eliminar la amenaza que se perfilaba contra Milton Morales.
El manual dice que la contrainteligencia se refiere a la protección de las acciones de inteligencia y de sus responsables contra penetraciones enemigas de otros servicios de inteligencia (formales o fácticos), y ésta asume entonces para ello, una dimensión analítica y operativa, siempre en un contexto de riesgo e incertidumbre, de tal manera, la contrainteligencia desarrolla su esencia defensiva, activamente, a la ofensiva. Si ello no se produce o se procesa con eficacia, estamos ante un fallo de contrainteligencia relevante que condujo al resultado conocido. ¿Podríamos situar en la misma hipótesis el propio atentado sufrido por Omar García Harfuch en junio de 2020 a manos presuntamente del CJNG? Muy probablemente sí, lo cual implica que la inteligencia criminal no es nada despreciable, si alguien había pensado lo contrario.
En otras palabras, estamos ante una seguridad vulnerada que primeramente expresa o manifiesta un fallo de inteligencia o contrainteligencia, como los que hay muchos en el mundo y en los más grandes servicios de inteligencia de Estado. Pensemos en la ofensiva de Hamás en octubre de 2023, sin que uno de los mejores servicios de inteligencia del mundo, como es el Mossad haya detectado sus preparativos durante por lo menos dos años antes. No hay perfección, sino aproximación lo más cercana posible a los planes adversarios.
Un funcionario cercano al comandante asesinado, ante pregunta expresa respondió: “no hace falta un gran cártel para armar un plan sofisticado como el que vemos aquí”. Disiento. Este asesinato es una combinación de eficiencias y deficiencias. Porque, para eso existen las alianzas criminales tras de un objetivo en común. La actividad del comandante Milton Morales afectó a varios cárteles simultáneamente. Nada tendría de extraordinaria una coalición criminal para asesinarlo, más allá de sus diferencias o disputas en otros terrenos.
Y ello cobra cuerpo, cuando según información de prensa desde fuentes oficiales, las detenciones de criminales logradas, con cierta rapidez y eficiencia, en Ciudad de México, Estado de México e Hidalgo (un total de nueve en mes y medio, luego fueron 11) hay presuntos miembros del Cártel de Caborca y del Cártel Nuevo Imperio. En la investigación de un crimen de alto impacto, sobre todo, hay autores materiales y autores intelectuales: de los primeros el ejecutor es Jorge Leonel “N”, alias Leo; si bien, se estableció que Jesús Octavio “N”, alias el Pinto; José Manuel “N”, alias Manu y/o el 16; Juan Carlos “N”; Rafael “N”, alias el Bombón; y Raúl “N”, alias Racafa, tuvieron una intervención en los actos previos y posteriores al asesinato del comandante Milton Morales, como la ruta de escape.
Algunas fuentes oficiales desde Ciudad de México, señalan que, Raúl alias Racafa fue quien planificó y ordenó el asesinato, quien había sido antes detenido y le habían cateado inmuebles en la Ciudad de México, pertenecía al Cártel de Caborca. Sería entonces, presuntamente, responsable intelectual (Fuentes y Acosta, El Universal, 1 de octubre de 2024).
Detenidos que se suman al de Armando “N” (padre), Erick Gerardo “N” y Lorena Janeth “N” en julio y agosto del año pasado; sin embargo, aún se continúa buscando a Armando “N”, alias el Gordo (hijo), y Édgar Adrián “N”, alias el Manco, quienes al momento se encuentran prófugos. Luego detuvieron a otras dos personas en Ecatepec, vinculadas al asesinato.

Un policía experimentado, y avezado en inteligencia como el secretario de seguridad federal Omar García Harfuch sabe perfectamente bien que en la forma en que se procesó el plan del asesinato, no puede descartarse una infiltración enemiga o una traición. El plan contempló como lo hacen los profesionales, una planificación meticulosa y “una ruta de escape”, ya están detenidos la mayoría de los implicados, luego la dispersión del grupo y llegada a refugios. Fueron detenidos.
Pero la temática hacia el interior del grupo de trabajo del maestro García Harfuch y del finado comandante Milton Morales, subsiste, salvo que ya tenga una versión que anule dicha posibilidad. ¿Pero cómo supieron domicilio en Coacalco de Milton Morales? ¿Cómo supieron que estaba por regresar de vacaciones? ¿Cómo supieron que andaba sin escolta y desarmado a pesar de su alto cargo? No olvidar la frase de los asesinos: “el jale tienen que quedar hoy”, porque al incorporarse a sus actividades regulares Milton Morales, volvía a tener escolta, etcétera. No parece ser que tales interrogantes cruciales hayan tenido una respuesta satisfactoria. A menos que se mantenga la secrecía al respecto que es lo más probable.
Y esto es pertinente, porque fuentes como Infobae citan, además del Cártel de Caborca, a “policías de diferentes corporaciones involucrados en los hechos” (Vázquez y Vargas, 2 de septiembre de 2024). Incluso periodistas como Antonio Nieto establecen la hipótesis de que fue dicho cártel que actúa en Sonora, quien realmente ejecutó el plan para asesinar al comisario Morales, y el Cártel Nuevo Imperio fue coadyuvante. No suena absurdo porque ambos estuvieron juntos en algún momento en el Cártel de Sinaloa, los integrantes de uno y otro.
Las aseveraciones respecto a la participación del Cártel de Caborca en este asesinato, un cártel organizado y operado por Los Quintero –Rafael Caro Quintero, Edgar Manuel Quintero Díaz, y otros hermanos de éste–, que intentó negociar con el “jefe Milton” y éste se negó. Según el periodista Antonio Nieto, buscaban detener los decomisos y las aprehensiones a sus integrantes, dado que los golpes asestados a la organización criminal se repitieron. Caborca es un municipio aledaño a la frontera con Estados Unidos, por Sonora.
En tales condiciones un jefe policiaco queda seriamente amenazado. Recuerdo las historias en torno a José Santiago Vasconcelos –quien murió en el “accidente” en que falleció también Juan Camilo Mouriño–, quien se negó a negociar con el Chapo Guzmán, y aparte detuvo a uno de sus hermanos. En adelante el riesgo fue muy alto, y la criminalidad organizada logró penetrar la información del primer círculo del secretario de gobernación, sobre la hora del vuelo, la nave aérea y el aeropuerto de salida, curiosamente en ese vuelo viajaría también Genaro García Luna, que en el último momento decidió no hacerlo, porque aún tenía pendientes. Nunca se abrió una línea de investigación sobre García Luna respecto de su negación a viajar en el vuelo con Juan Camilo Mouriño y José Santiago Vasconcelos, una negativa de último momento, por lo menos desconcertante.
Por ello, es increíble que el comisario de inteligencia Milton Morales haya bajado la guardia de esa manera tan riesgosa. O la traición se produjo dentro de un grupo que parecía invulnerable. Otra hipótesis plausible, que no se sabe, sea una línea abierta, aunque puede ser por comprensible secrecía.
Es evidente que el trabajo de investigación encabezado por el Comisario Morales y los decomisos y aprehensiones de ello derivadas, ponen a la investigación del crimen, junto con las armas y los vehículos, la ruta de escape usada, en el camino de los autores intelectuales del crimen, los autores materiales pueden variar por distintas razones:
Sobre la posibilidad de que alguien dentro de la corporación filtró información a los homicidas de Milton Morales, el secretario de seguridad y protección ciudadana de la Ciudad de México, Pablo Vázquez Camacho, comentó que “los indicios recabados por ahora llevan a que no hay un elemento de filtración o de comunicación con autoridades que sea relevante a la operación o a los elementos centrales de la operación” (El Sol de México, 30 de septiembre de 2024).
Sin embargo, existe la duda razonable: el comando que lo asesinó era relativamente pequeño (12-15 sicarios), aunque bien organizado y determinado, pero no era grande, como en el caso del atentado a Omar García Harfuch, que sabían traía escolta y podía pedir ayuda y que esta llegaría en cuestión de minutos, y los sicarios iban preparados para tal eventualidad en una concentración de fuerza en número y armas, de al menos 30 sicarios. Aquí, en este caso, llegaron al lugar y lo asesinaron con suma precisión, sabían en qué condiciones se realizaría el crimen. No puede ser descartable, de entrada, ni en el curso de las investigaciones, una filtración de información muy bien pagada, pero tampoco necesariamente sucedió así. Los criminales saben perfectamente bien cómo llegaron a él, y no fue por casualidad. Y ello ni siquiera pueden saberlo los ejecutores materiales, ellos son sicarios, son los autores intelectuales quienes efectuaron la planificación del operativo y obtuvieron los soportes informativos. El sicario llega directamente y dispara a la cabeza de su víctima más de una vez para asegurar que no sobreviva al ataque.
La hipótesis más plausible es que el Cártel de Caborca pudo haber planificado y pagado todo el operativo del crimen y el Cártel Nuevo Imperio como aliado, dada su procedencia desde el Cártel de Sinaloa años atrás, pudo haber sido el brazo ejecutor para concretarlo.

Los grandes decomisos, aseguramientos de integrantes, o bajas importantes de cuadros medios (operadores, jefes de plaza, gestores de finanzas, escoltas, etc.) las organizaciones criminales, generan un particular estado emocional y psicológico de los altos jefes de criminales con relación a la autoridad policiaca o de inteligencia, o del aparato de justicia, que consideren o sea realmente el artífice de aquellos golpes contundentes a la organización como un todo, es decir, como red criminal.
Aunque es verdad, que existen diversos aspectos que varían según la organización criminal, tales como, el perfil psicológico, el modus operandi, la estructura interna o los negocios en los cuales operan, pero también hay diversos elementos en común, los cuales son inherentes a los golpes asestados por la autoridad competente, que son la perdida de sumas muy importantes de dinero, la afectación a la estructura operativa de la organización, la cohesión del grupo, la pérdida de cuadros criminales importantes y la sensación de vulnerabilidad ante la autoridad.
Por ello, el perfil criminológico (profiling) desde la ciencia forense, de un “mafioso”, integrante de cierto nivel o dirigente de la organización criminal, no es igual al de un pandillero, delincuente ordinario, pero tampoco es exactamente igual al de un narcotraficante, del que opera los envíos de estupefacientes prohibidos, que se encarga de toda la logística, los pagos, etc. de manera específica. Veamos lo que dicen los especialistas al respecto:
El autor Lo Verso (2017, citado por la autora del trabajo de tesis para titulación de la Facultad de Derecho, área de Criminología de la Universidad De Alicante, España: “La Psicología de la Delincuencia Organizada”, Carolina Carcinina Gutiérrez) describe al mafioso como una “no-persona”, una especie de autómata o robot, ya que carece de identidad individual; su subjetividad se ve completamente absorbida por su lealtad total a la “famiglia” o grupo delictivo. Relacionado con esta condición observamos la existencia de una falta de emociones y sentimientos durante la perpetración de un homicidio. Actúan sin freno ante sus propios congéneres o personajes externos, si consideran que han hecho algo imperdonable contra la organización, sea por motu propio o por órdenes superiores.
““La Mafia demuestra comportamientos de una crueldad extrema sobre todo con aquellos que los desobedecen o a modo de venganza contra los que los traicionan, esto se ve reflejado en las denominadas “venganzas transversales”, es decir, la eliminación de personas próximas al que ha cometido la deslealtad, siendo casi siempre hijos o parientes de primer grado. Dentro de la organización denominan a los traidores “pentiti” (arrepentidos), y son aquellos que una vez son detenidos deciden colaborar con la justicia traicionando a la organización para obtener beneficios propios dentro de la prisión. Traicionar a la organización es firmar su propia sentencia de muerte, que puede llegar de la mano de miembros de su propia familia evitando así que quien busca venganza contra su pariente no se ensañe con ello” (Op. Cit. p. 35, https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/143818/1).
Por ello son fríos en el momento de asesinar y despiadados para asegurar la muerte de sus víctimas. Para ellos no existen eventos traumáticos con las muertes de su autoría, no hay remordimiento, “ni ellos son unos asesinos”, simplemente cumplen una orden (no olvidar al Chapo Guzmán dijo a Kate del Castillo y Sean Penn que él no era un asesino, “que sólo se había tenido que defender”) como una pieza de la estructura mayor. No les condicionan sentimientos afectivos o de empatía. En cambio, los operadores del comercio de estupefacientes, tienen varios atributos, pero esencialmente tres: habilidades para el negocio, para la negociación de entregas y compras, y propensos al riesgo.
La autora arriba citada refiriendo ahora a otro especialista, Matteo Re (2016) menciona que: “en lo referente a su modus operandi existe una gran carga de simbolismo, pero no recurren a métodos elaborados, simplemente matan pegando un tiro a la persona que había que eliminar. Lo que es realmente importante para ellos es el mensaje que se quiere enviar asesinado, junto con el temor y respeto que genera en la comunidad.”. (p.35)
Es evidente el mensaje en el caso Milton Morales: “si me golpeas en mis negocios, no olvides que puedo llegar a ti, seas quien seas”. O algo así. Este fue el caso del Comisario de Inteligencia, su asesinato conlleva la expresión de un “código emocional” que expresa el simbolismo con el que trabajan las estructuras del delito transnacional. No es una simpe venganza. Porque también hay casos diversos en que las organizaciones criminales asesinan policías corruptos que ya no les son útiles, o incluso jueces, como en Europa y Colombia ha sucedido. No es el caso que venimos comentando.
Este “código emocional” tiene características generales que se asumen en diversas organizaciones criminales, pero no es el mismo en cada caso, por ejemplo, el CJNG señaló en un comunicado de prensa que ellos “no matan inocentes”, y hace unos días, dijeron frente a una cámara, refiriéndose a la organización venezolana El Tren de Aragua, como respuesta a quienes teníamos como hipótesis una posible alianza con el propio CJNG, que ellos no se alían “con violadores”. Los “códigos de honor” o “códigos emocionales” en América Latina, son menos observados, pero sí existen, son diferentes a los casi imperativos en Europa.
Para la Cosa Nostra, como ejemplo, una de tales normas de observación respecto a las mujeres es: “Mantener la pureza, lo que implica asegurar la castidad de las mujeres solteras y la fidelidad de las casadas dentro de la familia, ya que la infidelidad conlleva graves consecuencias. Las mujeres dentro de la cosca son consideradas hermanas, por lo que, si una de ellas es infiel, el hombre tiene el derecho de matar tanto a ella como a su amante.”. (p.32-33). Recordemos, casos en México de cantantes populares que intentaron o pudieron vincularse con mujeres cercanas a los líderes criminales. Han sido asesinados sin piedad.
En el caso del comandante Milton Morales, afortunadamente no actuaron también sobre sus acompañantes, pero tampoco trataron de borrar las huellas del crimen en la escena misma, el mensaje a las autoridades y al secretario de seguridad y protección ciudadana, tenía que ser claro y directo. Con ello, se asesta también un golpe severo a la estrategia en desarrollo de ponderar la inteligencia de Estado como arma fundamental para reestructurar la estrategia de combate al crimen transnacional en México y desde la presente administración de Claudia Sheimbaum.
Para la investigadora de la Universidad de Ohio Sara Schatz los asesinatos de autoridades civiles que dirigen la lucha contra el delito multinacional, tienen cuatro propósitos: i) es una represalia por la aplicación de la ley en su contra; ii) para neutralizar autoridades cuyo nombramiento y funciones no convienen a las estructuras criminales; iii) para bloquear la gobernanza local; y para reducir la capacidad del gobierno y iv) tener ellos una mayor capacidad de tránsito de sus productos. En general la investigadora considera que este tipo de asesinatos son efectivos para favorecer el desarrollo de actividades delictivas y disuadir la aplicación de la ley, de allí que dicha estrategia es siempre considerada una opción viable. Así se posiciona el mensaje de que matarán a todo aquel que se les interponga en sus planes (Animal Político, 9 de agosto de 2024).
Un buen analista de inteligencia sabe desvelar patrones y tendencias en las distintas materias de su análisis de hechos y procesos, por ejemplo, de crímenes de alto impacto, y establecer las correlaciones necesarias de distinto orden. Un dato de valor que ofrece el Proyecto Azul Cobalto es el de que 36.7 por ciento de policías asesinados lo han sido cuando se encontraban fuera de servicio o con su familia. ¿Más claro?
En criminología hay un principio: “la oportunidad crea el delito” (o lo favorece) pero ¿cómo detectar la oportunidad, en el caso del jefe Milton Morales?, Allí la información a la que accedieron los planificadores intelectuales del asesinato de las organizaciones delictivas es fundamental: último día de vacaciones, en su domicilio, con su familia y sin escolta, ni tampoco armado, son datos en extremo críticos a los que no cualquiera podía acceder. Necesariamente surge allí una línea sólida de investigación, aunque podemos equivocarnos. En este tipo de eventos, es fundamental llegar a “estar” lo más cerca posible de la víctima, del objetivo.
Hay distintas maneras de “llegar hasta el blanco” o de acercarse lo más posible a él, a su entono inmediato, a sus colaboradores muy cercanos para recabar la información privilegiada necesaria: con un topo o informante previamente infiltrado desde hace cierto tiempo, por un medio tecnológico avanzado que logre tomar información crítica en archivos personales, por un seguimiento meticuloso de su cotidianeidad desde algún tiempo previo, o por medio de una compra millonaria de información altamente sensible en el primer círculo. Todo ello sin haber sido detectado por la contrainteligencia.
No olvidar la orden-consigna de uno de los sicarios al frente del comando reunidos en una bodega relativamente cercana al escenario del crimen, para dar los últimos detalles del plan a ejecutarse horas después, confesado por otro participante ya detenido por las autoridades: “este jale tiene que quedar hoy” Al día siguiente el comandante Milton Morales estaría protegido, sería mucho más difícil.
Jorge Retana Yarto*
*Licenciado en economía con especialidad en inteligencia para la seguridad nacional; maestro en administración pública; doctor en gerencia pública y política social. Tiene más de 25 años como docente de licenciatura y posgrado; exdirector de la Escuela de Inteligencia para la Seguridad Nacional, del CNI.
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