Policía comunitaria: ante un gobierno corrupto, el autogobierno y la autodefensa

Policía comunitaria: ante un gobierno corrupto, el autogobierno y la autodefensa

Ayotzinapa, Tixtla, Guerrero.

Ausencia destaca entre la hilera de varones. Bajita ella. La cintura rodeada de municiones. Como el resto de policías comunitarios, camina erguida, con el arma sujeta con ambas manos. Es una escopeta que ella carga con la misma naturalidad con que portaría un bolso.

Ausencia es esposa Gonzalo Molina Velázquez, un recolector de basura que se convirtió en promotor de la policía comunitaria. Secuestros, extorsiones, asaltos, homicidios y desapariciones azotaban el municipio de Tixtla, Guerrero, ante la mirada omisa del gobierno. Por eso, Gonzalo comenzó a visitar cada comunidad, cada barrio, animando a la constitución de una instancia de seguridad ciudadana.

Él no fue el único que optó por este camino. Miles de ciudadanos, hombres y mujeres en estado de hartazgo, hicieron lo mismo. Amparados en el Artículo 2 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que consagra el derecho de los pueblos indígenas al autogobierno y a la autodefensa, se organizaron para proveerse lo que el Estado les negaba: la seguridad y justicia.

A cambio, varios fueron aprehendidos. Enviados a cárceles destinadas para los criminales más violentos y peligrosos. Es el caso, por ejemplo, de Gonzalo y de Arturo Cano Herrera, recluidos en el Centro Federal de Readaptación Social Número 1 El Altiplano, en el Estado de México. Y es que, como dice Ausencia detrás de ese trapo verde olivo que le cubre la cara, “al gobierno no le gusta que nosotros nos organicemos”.

Este 6 de noviembre, Gonzalo cumplió 1 año en prisión. Se le acusa de ser terrorista; también de privación ilegal de la libertad, de robo y de lesiones por participar en la ocupación del ayuntamiento de Tixtla en protesta por la detención, casi 3 meses atrás, de Nestora Salgado, comandanta de la policía comunitaria de Olinalá.

 “Lo tienen encerrado como un delincuente cuando lo verdaderos delincuentes están fuera, libres, haciendo de las suyas como lo están haciendo el día de hoy con los jóvenes de Ayotzinapa”, reclama Ausencia.

Gonzalo nació en 1962 en el seno de una familia alfarera. El tercero de entre 10 hermanos dejó truncos los estudios preparatorios por falta de posibilidad. No obstante, el hecho no le limitó la subsistencia. Para mantener a su familia –sus padres, su esposa y sus dos hijos–, Gonzalo hizo de todo: limpio casas, arregló jardines, vendió desperdicios de fierro viejo…

A 1 año de su “injusto encarcelamiento”, quienes integran la Casa de Justicia la Patria es Primero, adherida a la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias, realizaron una marcha para exigir su liberación, así como la de otros de sus compañeros encarcelados como consecuencia de una política de Estado de represión y criminalización de la lucha social.

Se trata de Nestora Salgado García, Bernardino García Francisco, Ángel García García, Eleuterio García Carmen, Abad Francisco Ambrosio, Florentino García Castro, Benito Morales Justo, Rafael García Guadalupe, José Leobardo Maximino, Cano Morales Antonia, Samuel Ramírez Gálvez y Arturo Campos Herrera.

La caminata partió de las instalaciones de la Casa de Justicia la Patria es Primero, enclavada en el barrio de El Fortín, y concluyó en el centro de Tixtla. Ahí los comunitarios se pronunciaron, asimismo, por la presentación con vida de los 43 alumnos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa detenidos-desaparecidos a finales de septiembre pasado en Iguala, y “por una justicia verdadera” para los autores intelectuales y materiales de estos hechos que también arrebataron la vida a seis personas (tres estudiante y tres civiles).

—A 1 año de encierro, ¿cómo se encuentra Gonzalo física y anímicamente? –se le pregunta a Ausencia.

—Se encuentra tranquilo sabiendo que nosotros estamos luchando aquí. Lo que sí le está haciendo sentir mal es el encierro porque él nunca había estado encerrado, al contrario, se dedicaba a andar con la gente para organizarla.

Aunque Ausencia lleva en el alma el pesar por el encierro de su esposo, ella no se inmuta. “Yo le pido al pueblo que ya no se deje, que siga luchando por el bien de sus hijos y de su gente”, pronuncia con ahínco.

Flor Goche, @flor_contra