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“Entregarse a Jesús”… y el Estado ausente

Era muy común encontrar –a partir de la década de 1950 en determinadas colonias, sobre todo en la que nací, la Guerrero– en las ventanas de algunas casas un letrerito que decía: “Este hogar es católico. No aceptamos propaganda comunista o de otras religiones”. Junto a la frase había una estampa de la virgen María o de Jesucristo.

¿También modernizar al Estado laico?

Debe quedar muy claro que la reunión en la Plaza de San Pedro –y su monumental iglesia– de Enrique Peña Nieto con el nuevo papa Francisco (por Francisco de Asís, quien auténticamente se empobreció para luchar por los pobres) no fue con el jefe de la Ciudad del Estado del Vaticano, lo cual ha puesto en riesgo al Estado laico, cuyo fundamento es la separación del Estado y las iglesias, principalmente con la católica, que desde siempre y hasta hoy ha pretendido (y a veces logrado), quitarle al César lo que es del César y someterlo al imperio religioso. El laicismo así entendido y practicado se origina desde el siglo V, incluso por decisión del papa Gelasio I, quien postuló aquello de que las “dos espadas” no pueden ni deben empuñarse por una sola persona. Esta imagen inició, pues, la separación del Estado y la entonces naciente iglesia cristiana que se envolvió en el catolicismo hasta nuestros días.

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