Contrarreforma

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Los ajustes estructurales del peñismo

Son 33 ensayos que aparecen en el libro coordinado por Eliezer Morales Aragón y Juan José Dávalos López: Reforma para el saqueo, foro petróleo y Nación, con dedicatoria: “Al pueblo de México”; donde con severas críticas exploran las contrarreformas aprobadas por el Congreso de la Unión, como ajustes estructurales en el contexto de la globalización del capitalismo; aun en contra de la oposición legislativa y las manifestaciones de la opinión pública nacional. Ninguna fue sometida a consulta popular conforme a lo dispuesto en el Artículo 35, fracción VIII, de nuestra Ley Fundamental, como derecho de los ciudadanos. Son cinco capítulos-tema con la más completa panorámica de que el peñismo y los partidos del “Pacto”, más que en el estira y afloja de la democracia, se confabularon para establecer cambios constitucionales “contrarios a los principios que ella [la Constitución] sanciona”, y un gobierno contrario a la Constitución, equivalente a una rebelión que ha interrumpido su observancia. “En la forma polémica de los ensayos que aquí se presentan debemos dejar en claro que estamos convencidos de que se trata de un cuestionamiento que conlleva una gran cantidad de propuestas para liberar el gran potencial de desarrollo económico, político y social que posee nuestra nación y que merece alcanzar”.

La contrarreforma energética

De concretarse la reprivatización y extranjerización petrolera y eléctrica, Estados Unidos y las fuerzas reaccionarias “mexicanas” habrán logrado una de sus mayores victorias de la historia reciente sobre los intereses nacionales. Los medios de comunicación ya se aprestan a celebrar el golpe al país.

Al maestro con cariño

La brutal represión ejercida por la militarizada Policía Federal en contra de los maestros de Guerrero, el 5 de abril pasado, no es más que otra expresión extrema de la proclividad de un Poder Ejecutivo que se siente iluminado, elegido para llevar a cabo misiones elevadas que considera unilateralmente como sus “razones de Estado” y utilizar los aparatos represivos para tratar de alcanzar sus fines; que por encima de la responsabilidad constitucional del político democrático, del estado de derecho, está dispuesto a emplear insensiblemente la fuerza del poder por encima de las necesidades y el bienestar de la población; que está inclinado a sofocar por medio de la violencia a los que no aceptan sumisamente alinearse a sus dictados y el orden que pretende remodelar, según su exclusiva perspectiva principesca; que antes de servirse de la razón, de analizar y valorar las heterogéneas posturas de la sociedad, de negociar, de alcanzar consensos, prefiere descalificar, intimidar, aislar, reprimir, encarcelar y derrotar, en el momento que considere oportuno, a los descontentos de sus medidas, sin darles la oportunidad a los afectados de defender sus intereses; éstos, impotentes, al carecer de los mecanismos jurídicos e institucionales que les permitan hacerse escuchar y resolver los conflictos pacíficamente, se ven obligados a recurrir legítimamente a cualquier método.

La farsa de la reforma neoliberal de las telecomunicaciones

La reforma de telecomunicaciones es un engendro curioso. Es presentada por Enrique Peña Nieto como “una iniciativa que se diseñó, se dialogó y se acordó en democracia”, en la que “todas las voces cuentan [porque] son importantes para la construcción de los acuerdos en [un] clima de normalidad democrática”. Que busca “crear una nueva estructura institucional a favor de la competencia”, la “cobertura universal, la inclusión social, buenos precios, calidad en el servicio y en los contenidos”. En la que “el Estado establezca y haga valer su rectoría” sobre los grupos de poder y “la entrega o el retiro de concesiones no responderá a criterios políticos sino a criterios técnicos”, porque lo más importante es “atender las demandas más sentidas de los mexicanos de impulsar reformas transformadoras de nuestra realidad para servir a todo México”.

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