En Guaymas, Sonora, a fines de 2011, se reunieron los directivos de Petróleos Mexicanos (Pemex), la Secretaría de Energía, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y la Comisión Reguladora de Energía para ultimar lo que llamaron “un cambio estructural del mercado de gas natural en México”. Su objetivo, abatir cuellos de botella al ampliar el sistema de gasoductos y facilitar las importaciones del shale gas [gas de esquisto] de Estados Unidos. Fueron los primeros impactos de la revolución tecnológica que ocurre al otro lado del Río Bravo.