Peña Nieto

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Ni de lejos, Obama es Lincoln (ni mucho menos Peña es Juárez)

Se pueden aprovechar otras experiencias históricas y, cambiando lo que se tenga que cambiar, implantarlas sobre todo para los nacientes Estados donde se constituyen sociedades que, con medios jurídicos, generan sus gobiernos para conquistar fines políticos, económicos y sociales-culturales, afianzadas en sus tradiciones rescatables. Pero no hay imitaciones ni ciclos, como postulan quienes catearon el encanto de la “astucia de la razón” de Hegel y el hegelianismo de derechas al que se afiliaron Oswald Spengler, Arnold Toynbee y demás seudohistoriadores de “tijeras-y-engrudo” (Robin G Collingwood, Idea de la historia; Ensayos sobre la filosofía de la historia y El nuevo Leviatán: hombre, sociedad, civilización y barbarie). Aunque lo parezca, nada se repite en el curso de la humanidad. Y cada pueblo, cada nación, son singulares al crear su pasado y su presente que es el único futuro inmediato.

¿También modernizar al Estado laico?

Debe quedar muy claro que la reunión en la Plaza de San Pedro –y su monumental iglesia– de Enrique Peña Nieto con el nuevo papa Francisco (por Francisco de Asís, quien auténticamente se empobreció para luchar por los pobres) no fue con el jefe de la Ciudad del Estado del Vaticano, lo cual ha puesto en riesgo al Estado laico, cuyo fundamento es la separación del Estado y las iglesias, principalmente con la católica, que desde siempre y hasta hoy ha pretendido (y a veces logrado), quitarle al César lo que es del César y someterlo al imperio religioso. El laicismo así entendido y practicado se origina desde el siglo V, incluso por decisión del papa Gelasio I, quien postuló aquello de que las “dos espadas” no pueden ni deben empuñarse por una sola persona. Esta imagen inició, pues, la separación del Estado y la entonces naciente iglesia cristiana que se envolvió en el catolicismo hasta nuestros días.

Inevitable, saldar cuentas con Calderón

En vísperas del arribo de Barack Obama al Distrito Federal para una visita de 2 días, el mundo político fue estremecido con las declaraciones del exsubprocurador José Cuitláhuac Salinas Martínez y la aprehensión del suegro y el cuñado de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo. Ambos hechos tienen un común denominador: demostrar que el gobierno de Enrique Peña Nieto tiene voluntad de actuar con apego al estado de derecho.

Reporteros y periódicos entre amenazas, agresiones y homicidios

Una de las caras de la fiesta peñista-priísta muestra su galopante reformismo. La otra cara es la de la inseguridad: una violencia sangrienta que no para… La suma de las promesas para “transformar a México”, guiadas por la razón de Estado para hacer valer el rescate del añejo presidencialismo a horcajadas sobre lo constitucional y metaconstitucional, lleva la resta de los 2 mil 351 homicidios, cientos de feminicidios, la pobreza de más de 54 millones de mexicanos y el desempleo, con 24 millones de personas en las mil y una actividades de la informalidad, en los 100 días que lleva Enrique Peña como presidente.

Las “reformas”, llanamente privatizaciones

Es natural que en un escenario mundial sobresaltado, caracterizado por sus tonalidades lúgubres y cuyo futuro es igualmente sombrío, la émula de Tomás de Torquemada, la señora Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), se encuentre en un estado patológico de angustia, ansiosa por recibir cualquier noticia que la “impresione” y tranquilice sus crispados nervios.

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