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La farsa de la reforma neoliberal de las telecomunicaciones

La reforma de telecomunicaciones es un engendro curioso. Es presentada por Enrique Peña Nieto como “una iniciativa que se diseñó, se dialogó y se acordó en democracia”, en la que “todas las voces cuentan [porque] son importantes para la construcción de los acuerdos en [un] clima de normalidad democrática”. Que busca “crear una nueva estructura institucional a favor de la competencia”, la “cobertura universal, la inclusión social, buenos precios, calidad en el servicio y en los contenidos”. En la que “el Estado establezca y haga valer su rectoría” sobre los grupos de poder y “la entrega o el retiro de concesiones no responderá a criterios políticos sino a criterios técnicos”, porque lo más importante es “atender las demandas más sentidas de los mexicanos de impulsar reformas transformadoras de nuestra realidad para servir a todo México”.

Hacia la restauración del presidencialismo despótico

La obstinación de algunos gobernantes por aparecer incesantemente ante los reflectores, aunque carezca de sentido, se asemeja al llamado trastorno obsesivo-compulsivo. ¿Qué objeto tiene remedar tradiciones ajenas cuando no se tiene nada relevante qué informar a la nación?

El “nuevo PRI” centralizado

No era difícil imaginar que el supuesto “nuevo PRI” (Partido Revolucionario Institucional) estaría plenamente al servicio de Enrique Peña Nieto.

Cortinas de humo… Planes siniestros…

Enrique Peña, con su Pacto por México (Anti-México), ya impuso la reforma educativa para privatizar la educación, despedir maestros con el pretexto de la “evaluación” y hacer pagar más cuotas y gastos escolares a los padres de familia, con la frase: “gestión autónoma de las escuelas”.

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