¿Y ahora qué?

¿Y ahora qué?

Tras meses de una intensa campaña proselitista, finalmente los mexicanos decidieron quién quieren que los gobiernos durante los próximos seis años.
Hoy que los ciudadanos hablaron por medio de su sufragio en las urnas, hay quienes celebran, quienes se resignan e, incluso, los que no aceptan el resultado, alegando que el proceso estuvo plagado de irregularidades, compra de votos y coacción de electores.
Durante las semanas previas al primero de julio se dijeron muchas cosas, se prometieron todo tipo de soluciones (algunas mágicas y otras más apegadas a la realidad), que hoy van a tener que convertirse en proyectos de gobierno.
Hoy sabemos si prácticas como la guerra sucia, el congestionamiento de spots en las pantallas televisivas y la entrega de despensas, regalos y acarreo de electores a los mitines de campaña siguen siendo tácticas efectivas para conseguir el triunfo.
Este proceso electoral fue una gran prueba para los mexicanos, quienes tuvimos la oportunidad de demostrar si realmente somos una sociedad que ha cambiado, que es más madura, más responsable, más activa para buscar soluciones a los problemas que se viven en la actualidad.
Hoy que los números se han comenzado a hacerse oficiales, ya sabemos si el mexicano ha dejado de ser un ciudadano apático, dormido, indiferente a la participación, un “borrego” que prefiere que sean otros los que decidan su futuro.
Este día que sabemos con exactitud cuántos mexicanos acudieron a las urnas, podemos decir con seguridad si movimientos como #Yosoy132 fue un verdadero despertar de los jóvenes o simplemente una moda pasajera.
En estos momentos estamos viviendo otra gran prueba, la que nos permitirá darnos cuenta si vamos a poder ser una sociedad que es capaz de trabajar unida por el bien del país.
Este día que los resultados son oficiales, estamos viendo si los partidos políticos han comprendido que es inútil intentar dividir a la sociedad como una estrategia para acceder al poder.
Las elecciones ya pasaron, tres candidatos presidenciales fueron derrotados en las urnas y solamente uno se perfila como el próximo presidente de la República, quien se encargará de dirigir las riendas de nuestro país.
Quizás a muchos de nosotros podía no gustarnos el resultado del pasado domingo primero de julio, sin embargo esto tiene que quedar atrás, pues la vida sigue y el país no puede detenerse por el resultado de una elección.
Es cierto, hay quienes se sienten ofendidos, agraviados, robados incluso. Aunque su lucha podría considerarse junta, llegará el momento en que van a entender que los electores hablaron y más allá de lo que se piense haya sucedido, se hizo todo lo posible para que la elección fuera limpia.
La vida continúa, la gente tiene que regresar a sus trabajos, continuar con sus actividades cotidianas que, al final, son muchísimos más importante que la agenda de un puñado de políticos.
Ojalá la sociedad haya aprobado el examen del primero de julio, la oportunidad era única y nadie nos conviene que sigamos siendo un país de apáticos desinteresados por el bien nacional.