María Fermina de Rivera fue una insurgente en la Revolución de Independencia, originaria de Tlatizapan lugar que un siglo después se convertiría en capital de la Revolución Zapatista. Junto a su esposo, José María Rivera, se unió a la lucha de Morelos. Al morir éste encabezó su grupo armado en lucha por la Independencia. Se unió a Vicente Guerrero. Ella luchó soportando hambres terribles, recorriendo caminos pedregosos, climas ingratos… a veces cogía el fusil de un muerto y sostenía el fuego al lado de su marido. Y murió combatiendo el 21 de febrero de 1821 en la Hacienda de Chichihualco, hoy Guerrero. Murió como una valiente y dio la vida por su Patria.
Antonia Nava de Catalán, la Generala, batalló para lograr la Independencia al lado de Morelos y Bravo. Era un motor de la lucha avituallando a la tropa, cooperando en la administración de los ejércitos, atendiendo heridos. Participó junto a Nicolás, su esposo, en la lucha insurgente hasta el triunfo final.
En una ocasión, cuando las provisiones de la tropa de Nicolás Bravo, en la Sierra de Xaliaca o Tlacotepec, Guerrero, se les agotaron estando sitiados en San Juan Coscomatepec, por los realistas en octubre de 1814, el general insurgente mandó diezmar a sus soldados para que comieran los demás de su carne. La Generala se presentó ante Bravo acompañada de varias mujeres y le dijo: “Venimos porque queremos servir de alimento, repartan nuestros cuerpos en raciones a los soldados!” Esto levantó tanto el ánimo de las tropas y se llenaron de coraje, muertos de hambre como estaban, a luchar y a vencer. Mujeres y hombres cantaban La Tlayuda durante el sitio canción que dice: “Cogerás la jaula, pero a los pájaros no”. De forma increíble y sigilosa lograron romper el sitio. Cuando a Antonia Nava de Catalán, José María Morelos le dio el pésame, por la muerte de su esposo, ella le dijo “mi marido murió cumpliendo su deber y vengo a traer a mis cuatro hijos. El chiquito de tambor para apoyar”.
En aquella gesta heroica, hubo todo tipo de actividad, y diversas formas en las que las mujeres apoyaban, por Ejemplo Francisca y Magdalena Godos hacían cartuchos para los soldados insurgentes.
Detengámonos en una de estas mujeres que han de rescatarse de la historia, Juana Guadalupe Arcos Barragán, la Barragana. Nació en 1780 en Amuco Coyuca, Tierra Caliente de Guerrero. En plena lucha por la Independencia reunió un grupo de campesinos y se presentó con Morelos para pelear por la causa.
Juana había dedicado su vida a trabajar con su padre y hermano, en el cuidado y acarreo de mulas y caballos, que solía montar con agilidad y maestría. Una vez iniciada la Guerra de Independencia, en 1810, en una diligencia, su padre y hermano fueron aprehendidos en Izúcar por los realistas, llevaban consigo correspondencia y armas para José María Morelos. Los invasores españoles los ejecutaron de inmediato.
Juana encontró los cuerpos de sus familiares colgados de un árbol. Desconocía, hasta entonces, que su familia estuviera involucrada en el movimiento insurgente; decidió, entonces llena de coraje tomar el poco dinero que su padre había dejado para ella y su madre, reunió y armó a un grupo de campesinos de su confianza y abandonó su hogar para seguir las tropas del general Morelos. Fuerte y aguerrida, Juana Guadalupe se lanzó a la lucha.
Había sido la primera que se enfrentó a un batallón realista con su grupo en Cuautla cuando iba a empezar el sitio y avisó oportunamente a Morelos sobre la llegada de Félix María Calleja a la zona, alertando al grupo de patriotas para preparar la defensa.
En efecto don Felipe Montero, el relator que era capitán insurgente, originario de Cuautla, quien tuvo el tino de narrar el Sitio de Cuautla, narró parte de las hazañas de esta valiente mujer que se distinguió por su valentía y lealtad a José María Morelos y Pavón. Menciona el relator Felipe que el 17 de febrero de 1812, Juana se dirigió a todo galope perseguida de cerca por los realistas para encontrar a Morelos e informarle que ya llegaban los españoles a las lomas de Pazulco, al norte de Cuautla.
A toda prisa con las balas del enemigo silbándole cerca de los oídos, llegó hasta donde estaba el general Morelos para ponerle al tanto de la llegada de los españoles a las lomas de Pazulco, al Norte de Cuautla.
Juana era una gran combatiente y además tenía mucho carisma. Era muy elocuente, cuando sus paisanos la escuchaban hablar despertaba su atención, y hacía surgir en ellos el amor por la libertad. Por su parte, Juana, al igual que muchos hombres, mujeres y niños de Cuautla, estaban totalmente dispuestos a morir antes de permitir el triunfo de los realistas.
Durante el sitio de Cuautla, doña Juana Arcos Barragán se destacó por su comportamiento heroico y audaz, ganándose la confianza de Morelos y Pavón, por lo que él le encargó defender los lugares de mayor riesgo y responsabilidad. La presencia de la mujer armada que peleaba a la par de los hombres y asombraba a todos por su arrojo.
Se distinguió por su valentía e intrepidez en el combate y Morelos, admirado, le concedió el mando de un batallón. Por su valor y entereza en batalla, Morelos le concedió el mando de un contingente de soldados que la llamaban “la Barragana”.
Roto el sitio de Cuautla, Juana siguió a Morelos hasta la muerte de éste. Después de tan doloroso acontecimiento, “la Intrépida Barragana”, apodo que adquirió después de su valiente participación en la batalla de Ahuacatillo en el marco de la toma de Acapulco, llegó a comandar un numeroso grupo de insurgentes con el grado de capitana.
Contaba con el apoyo popular, y la mayoría de las poblaciones del rumbo le brindaban alimentos para su tropa. En toda Tierra Caliente se hizo famosa su valentía, que fortalecía y brindaba confianza a todos los que peleaban bajo su mando. Instaló su campo de operaciones por el rumbo de San Miguel Totolapan, donde aprovechó fortificaciones naturales y de difícil acceso, dotadas de fortines, de fosos de entrada y salidas secretas que conocía perfectamente y de donde nadie podía sacarla ni vencerla.
Juana fue capturada y murió fusilada en 1820 poco antes de consumarse la Independencia. El Honorable Ayuntamiento de Cuautla, en 1828, honró su recuerdo poniéndole a una calle el nombre de “La Barragana Intrépida” como la llamaba Morelos siempre que la dama se aprestaba a realizar lo que el general ordenaba a una calle de esa ciudad, con la finalidad de inmortalizar con justicia el inmenso valor que desplegó en el famoso sitio de Cuautla, ocurrido en 1812.
Muchas otras mujeres sacrificaron una vida cómoda y tranquila y dieron no sólo su apoyo, sino sus bienes y riquezas al movimiento de Independencia. Y algunas, hasta su vida, como Gertrudis Bocanegra. Una mujer acomodada que dejó todo, hasta la vida, en la lucha es María Gertrudis Teodora Bocanegra Lazo Mendoza, que nació en Pátzcuaro, Michoacán, cerca de las aguas del hermoso lago de Pátzcuaro, un 11 de abril de 1765. Ella fue hija de padres comerciantes de clase media. Su papá fue don Pedro Javier Bocanegra y su mamá doña Felicia Mendoza. Gertrudis, convirtió su posición acomodada en un baluarte de organización y lucha.
Otra de ellas, desde luego, fue Josefa Ortiz de Domínguez, quien fue una mujer decidida, que defendía sus opiniones hasta lo último, además ligaba su pensamiento a la acción. Josefa Ortiz siempre se rebeló contra la estructura autoritaria colonial y trascendiendo las barreras que le imponía al género femenino una sociedad patriarcal.
Tuvo una participación abierta y activa en la vida social en la que sistemáticamente desafiaba los convencionalismos sociales que imponía la vieja y caduca sociedad colonial, patriarcal opresora. Ella conquistó su independencia personal y aspiraba a la Independencia de todo nuestro México.
Quiero subrayar que sin ella no se hubiese iniciado la Independencia, además de su papel clave en la conspiración. Al ser descubiertos y estar encerrada se las ingenió para dar la orden a Ignacio Pérez de que avisara a Allende que había que dar inicio a la lucha de inmediato. Pérez salió corriendo, se robó un caballo de una cantina y en San Miguel le avisó a Aldama, quien cabalgó rápidamente hasta Dolores para avisar a Ignacio Allende.
Lo encontró con Hidalgo y exaltado le insistió que quería dar las malas nuevas, mientras que Hidalgo con toda calma los invitó a tomar un chocolatito y hasta que terminaron de beberlo escuchó los urgentes informes. En un primer momento Allende y Aldama estaban considerando por dónde escaparse haciendo uso de los salvoconductos que les dio el coronel Nicolás de la Canal en San Miguel, un jefe realista que era simpatizante de la causa…
Fue entonces cuando Hidalgo, meditando sobre la terminante opinión de Josefa y al coincidir con ella, después de dar varias vueltas alrededor de la mesa exclamó: “Somos perdidos, no queda otra que ir a coger gachupines”.
Aldama le gritó a Hidalgo: “Pero qué está usted diciendo, está usted loco”. Y es que los militares Allende y Aldama no se sentían del todo preparados militarmente, pero Hidalgo que era decidido como Josefa, y como ella confiaba mucho en el pueblo y sabía que una vez convocando a la población, nada los podría detener. Así tomando el mando Miguel Hidalgo y Costilla llamó a los suyos con instrucciones de ir a apresar a los gachupines de Dolores, lo que hicieron durante la noche.
Otra de éstas mujeres generosas fue Mariana Rodríguez del Toro Lazarín. Quien organizó tertulias literarias para preparar la rebelión de 1810. Era esposa de don Manuel Lazarín, un dueño de la riquísima mina de La Valenciana, ubicada en Guanajuato. Conspiró en abril de 1811 para secuestrar al virrey. Al ser descubiertos, fueron encarcelados en las prisiones de la Inquisición, y se les despojó de todos sus bienes. Fueron liberados ella y su esposo, hasta el triunfo de la Independencia, muriendo Mariana muy pocos meses después debido a los malos tratos que habían recibido en la tétrica cárcel.
Mencionemos desde luego a la Güera Rodríguez, hermosa, inteligente, que usó su posición, aun enfrentando a la Inquisición siempre con el objetivo de separar a México de España.
Otra mujer inolvidable es doña Petra Teruel. Desde la Ciudad de México organizaba tertulias, empeñó sus valiosas joyas para ayudar a los insurgentes Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria. Amiga íntima de Leona Vicario. Casada con un regidor realista, ayudó cuanto podía a los insurgentes dándoles dinero y abogaba por ponerlos en libertad y siempre apoyó a los presos por sedición. Cuando Iturbide perseguía a Guerrero en 1822 le ayudó a escapar y salir de la ciudad. Doña Petra Teruel de Velasco es llamada “hada protectora” de los insurgentes, por la ayuda material y moral que prestó en todo momento a los patriotas.
Pablo Moctezuma Barragán*/Segunda parte
*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social
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