Colombia: la Iglesia agazapada

Colombia: la Iglesia agazapada

La Iglesia ha ejercido un inmenso poder en América Latina, especialmente en naciones como Colombia, cuyo gobierno derechista ha evidenciado gran afinidad con el gobierno ilegítimo de México, encabezado por Felipe Calderón.
 
En ese país suramericano acaba de publicarse el libro La Iglesia (agazapada) en la violencia política, de Bernardo Congote Ochoa, quien analiza el papel desempeñado por la Iglesia Católica como promotora de la violencia en ese Estado.
 
A lo largo del extenso volumen, de más de 400 páginas (que también se distribuye en amazon.com/Iglesia-agazapada y www.createspace.com/3587547) Congote hace ver que la Iglesia es “[…] la actriz más antigua y persistente de la vida sociopolítica colombiana, y gracias a su elevada capacidad de agazapamiento, hasta hoy es la única que no ha rendido cuentas por los estropicios que ha generado por acción u omisión en Colombia….”.
 

Valores necrófilos

 
Maestro en ciencia política por la Universidad de los Andes, catedrático en la Universidad Francisco José de Caldas e investigador independiente, el autor explica que el aparato doctrinal de la Iglesia, formalmente “sagrado”, constituye en realidad una “red de valores sociopolíticos de esencia necrófila que, por ello, ha ejercido un peso singular en la proclividad hacia la violencia del ciudadano colombiano. Su coherente aparato político materializado en el Estado Vaticano ha sembrado mediante su brazo colombiano la muestra más clara del proyecto político global”.
 
Por medio de su “poderoso subaparato educativo”, que la Iglesia “controla con celo”, ésta “ha inoculado sistemáticamente una red de valores destructivos. Esta red ha facilitado que sus alumnos en ejercicio del poder reproduzcan sus valores por sobre todas las esferas del Estado”.
 
Además, estimula la violencia política por medio de su influencia en el Ejército: “Su inusitada influencia doctrinal sobre las Fuerzas Armadas y policiales mediante la operación del mecano vaticano denominado ‘obispado castrense’, refuerza la hipótesis sobre su grado de responsabilidad en el estado de guerra permanente en que Colombia ha convertido el ejercicio de la política. Su compromiso paralelo con toda modalidad insurgente desde la guerrilla más intransigente hasta el paramilitarismo de elite más craso, lo evidencian rindiéndole culto ‘a Dios y al Diablo’ siempre en defensa de sus intereses de clase”.
 
Cabe añadir que en México el gobierno ilegítimo de Calderón se ha esforzado por devolver a la Iglesia el poder que le fue negado por las Leyes de Reforma y por la Revolución, al grado de que se ha impulsado, así sea de manera oficiosa, la presencia del clero en el Ejército por medio de las llamadas “capellanías militares”, que en naciones de Suramérica han estado involucradas en la violencia y en la represión política, además de que el gobierno espurio ha imitado las estrategias de gobiernos derechistas como el de Colombia, al tratar de controlar al país por medio de la llamada “lucha contra el narco”, y apelar a la manipulación mediática.
 
Por otra parte, afirma Congote, “los efectos de la catolicidad sobre la sociedad van mucho más allá de lo solamente político…”, por lo que el mencionado libro aborda “la influencia degradante que ha ejercido sobre la violencia no política, tipificada en las múltiples violencias que ejercemos los colombianos unos contra otros en el plano familiar, vecindario o empresarial”.
 
En su trabajo, fruto de 14 años de investigación, el autor examina los diferentes aspectos de la influencia destructiva de la Iglesia en los apartados dedicados, respectivamente, a la dogmática política vaticana, los aspectos teológico políticos, el aparato de Estado Vaticano, la intervención del Estado, el subaparato educativo, la inoculación de valores, la ética guerrerista vaticana, la violencia política e Iglesia en Colombia.
 
Esa labor de investigación no ha estado exenta de vicisitudes. En diciembre de 2003, el profesor Congote presentó en la Universidad de Los Andes, Colombia, la tesis de maestría titulada Anatomía religiosa de la guerra, antecedente del libro La Iglesia (agazapada); de los tres integrantes del jurado que la calificó, dos se pronunciaron por otorgarle la máxima calificación, mientras que un tercero pidió que se rechazara, al aducir que “[…] la Universidad de los Andes no podía graduar magistralmente a un estudiante que desarrollara una crítica frontal de la Iglesia Católica”. Finalmente, dicho integrante tuvo que ceder, pero otorgó una calificación mínima al trabajo.
 

Mirada histórica

 
En el plano histórico, Congote enfatiza que la “cruz conquistadora y colonizadora santificó el régimen de explotación humana más oprobioso”; la Iglesia “acompañó y se benefició del experimento social esclavizante de encomienda y hacienda entre los siglos XVI al XVIII. Cuando los comuneros se alzaron en armas en el siglo XVIII, la Iglesia hizo de cómplice del poder español y, al mismo tiempo, de árbitro sesgado del conflicto […] Cuando Colombia comenzó a construir su tejido constitucional luego de refriegas sangrientas, la Iglesia fue el primer ente organizado que tuvo representantes en el Congreso ejerciendo la defensa de sus privilegios…”.
 
En fin, el concordato establecido en 1887 comprometió al Estado colombiano a compensar económicamente al Vaticano y a fortalecer la influencia clerical en la educación. “En el paso de los siglos XIX al XX, la Iglesia fue agente dinamizador de la Guerra de los Mil Días (que entre 1899 y 1902 enfrentó a liberales y conservadores, y tuvo como corolario la separación de Panamá como país independiente), terminada la cual sus cardenales nominaron por lo menos cinco presidentes haciéndole honor a la llamada ‘hegemonía conservadora’, la que, concluida a partir de 1930, le dio erupción a una violencia bipartidistas de cuyos efectos no nos hemos recuperado”.
 
“Comenzando los años 50, la Iglesia profundizó su estrategia de agazapamiento hacia la protección de sus intereses arropados por el bipartidismo violento….”.
 
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México