Chicontepec, el embuste

Chicontepec, el embuste

Raudales de quimeras se vierten en torno a Chicontepec. Mentiras oficiales más grandes que sus cerros y la obstinación de un presidente de transferirle recursos a un proyecto que opera con números rojos frustran las ilusiones de sus habitantes de un progreso que no llega

Ana Lilia Pérez / David Cilia, fotos / enviados

Chicontepec, Veracruz. Alberto Nicanor Zamudio nació en 2002, justo el año en el que el gobierno federal dispuso “acelerar” la explotación del yacimiento Paleocanal Chicontepec. Atenidos a los argumentos de Felipe Calderón de que éste es la panacea al declive del Cantarell, y que hará de México la tercera potencia petrolera, Alberto sería heredero de una de las vetas de oro negro más prolíficas del mundo, pero su realidad es totalmente discordante. Sólo por no estar desnudo, el niño cubre su cuerpo con un amasijo de hilachos y remiendos en forma de camisa y pantalón; el atuendo de harapos se complementa con tenis de hule percudido que le aletargan el paso a medida que sus pies se hunden en el barro. Alberto personifica la realidad de Chicontepec, el embuste de Calderón en materia energética.

Aunque parezca chanza, Alberto viste su mejor ropaje: es día domingo y en la congregación de Tepenahuac se inaugura la capilla. Fruto de años de sacrificio para la comunidad, construida en lo alto del monte con cemento y techo de loza, con sus ventanas y puerta de aluminio pintadas de blanco, es la mejor edificación de la zona; el resto, casitas de adobe y palopique. Mientras la comisión parroquial atavía con collares de crisantemos amarillos a los invitados de honor, Alberto ahuyenta la escuálida jauría de perros que olisquea la carne con chile preparada para la ocasión, un lujo en medio de la miseria. Hoy es un día grande en este pueblo de la Huasteca, así que la ceremonia se corona con cohetones que explotan en el cielo.

Tepenahuac es una de las comunidades con más pozos petroleros del municipio de Chicontepec, uno de los 12 (nueve en Veracruz y tres en Puebla) que integran el Paleocanal Chicontepec, también denominado Proyecto Aceite Terciario del Golfo (PATG), al cual, la administración de Felipe Calderón le ha trasferido más de 50 mil millones de pesos, pero ello no se refleja en la economía local. La mitad de las comunidades alcanza el nivel 5, es decir, el más alto de marginación y pobreza, de acuerdo con cifras del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de la Organización de las Naciones Unidas.

De las 766 mil 513 personas que habitan el Paleocanal, el 70.3 por ciento, en su mayoría indígenas nahuas y totonacos, no tiene trabajo formal y sus ingresos no superan los dos salarios mínimos. La mayoría se dedica a la agricultura de autoconsumo y la crianza de animales y aves de corral. No tiene vivienda digna y carece de los servicios básicos de drenaje, agua entubada y electricidad. En municipios como Chicontepec, el 71 por ciento de las casas tiene piso de tierra.

Estas comunidades eran pobres en 1926 cuando se descubrió el yacimiento; siguieron pobres cuando Vicente Fox reactivó su explotación; y a más de un año de que entró en vigor la reforma energética calderonista con el PATG como uno de sus pilares, la gente en Chicontepec continúa en la miseria.


La comedia

Descendió del helicóptero acompañado del gobernador Mario Marín. En el municipio Vicente Guerrero ya lo esperaban sus secretarios de Energía, Georgina Kessel; de Hacienda, Agustín Carstens; de Economía, Gerardo Ruiz Mateos; de Medio Ambiente, Juan Rafael Elvira, además del director de Petróleos Mexicanos (Pemex), Jesús Reyes Heroles, y el dirigente del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, junto con sus agremiados, quienes, en cuanto el presidente subió al pódium, entonaron una retahíla de porras. Aquel 18 de marzo de 2009, a ocasión del 71 aniversario de la expropiación petrolera y cinco meses después de que el Legislativo aprobara su reforma energética, Calderón aseguró que gracias a la reforma energética, ese año Chicontepec produciría el 20 por ciento del crudo nacional, con la correspondiente prosperidad para los lugareños.

“El año pasado, los mexicanos tomamos la decisión de trabajar por una industria petrolera líder y fortalecida, por una industria que contribuyera a brindar mejores oportunidades y bienestar para todos. Hoy puedo decir con orgullo que hemos decidido y hemos elegido bien. Vamos por buen camino… ya contamos con una reforma que nos está permitiendo darle una nueva cara al sector energético de manera integral… la política energética impulsará el desarrollo de este sector en beneficio de todos los mexicanos”, dijo Georgina Kessel.

“La producción en Chicontepec, este proyecto estratégico donde nos reunimos hoy, se retrasó con respecto a lo programado. Las causas han sido superadas por lo que se espera que a partir de este año contribuya de manera destacada a contrarrestar la declinación de los campos maduros, en especial de Cantarell… por eso, el 28 de noviembre de 2008, fecha en que se publicó el nuevo marco legal aplicable a Pemex, en particular un ordenamiento integral y específico para la empresa, esto es la Ley de Petróleos Mexicanos, también será recordada como un hito en la historia de esta gran empresa”, agregó Reyes Heroles.

Y así, uno a uno magnificó la producción de este yacimiento y la “visión” calderonista en materia energética. El discurso más representativo fue el de Romero Deschamps:

“Esta región en la que hoy se desarrolla el acto conmemorativo de la expropiación es tal vez el mejor ejemplo de lo que avizora el futuro para nuestro país. Podría ser, incluso, una buena metáfora de lo que nos debería animar como filosofía nacional… debajo de este territorio, conocido popularmente como Chicontepec, existe una importante riqueza petrolera, tal vez incomparablemente generosa, pero para poder disfrutar de su beneficio se requiere, por las características geológicas del yacimiento, de un extraordinario esfuerzo, sólo comparable a la magnitud de la generosidad de este subsuelo, riqueza y sudor, sudor y riqueza. Ésa parece ser la ecuación que deba distinguirnos”.

La realidad diluyó el ensueño. De los 867 mil barriles diarios, no se produjo ni el 5 por ciento. Pero además, de acuerdo con cifras oficiales de Pemex, el petróleo que aquí se extrae es también el más costoso: 16 dólares promedio por barril, mientras que en los yacimientos del Golfo de México, el costo de extracción promedia los 6 dólares. Lo que se hace en Chicontepec es un usufructo disparejo que sólo ha beneficiado a los corporativos contratados para la exploración y perforación de pozos.


Derroche público

Oficialmente, las reservas de Chicontepec representan el 39.9 por ciento de la reserva total de hidrocarburos de México, sin embargo, los expertos dicen que su explotación es inviable debido a las características geográficas de la zona: accidentada totalmente por los cerros y cuellos volcánicos. Francisco Garaicochea, Premio Nacional de Ingeniería Petrolera y exdirectivo del área de yacimientos de Pemex, explica: “El problema para su explotación es la pobre capacidad de producción de sus pozos y su alta declinación inicial. Esto se debe a que los yacimientos son de baja permeabilidad con alto contenido de arcillas hidratables. Al iniciar la producción se libera en ellos una gran cantidad del gas disuelto que bloquea el paso del aceite hacia los pozos”.

Desde que Vicente Fox reactivó su explotación, el Grupo Ingenieros Pemex Constitución del 17, integrado por exfuncionarios y técnicos altamente calificados, conminaron al gobierno a detener el proyecto. Advertían que tanto la estimación de reservas, las cifras de producción y recuperación, así como los indicadores económicos usados para su aprobación estaban inflados.

Como parte de su Estrategia Nacional de Energía, que argumenta que Chicontepec produzca 867 mil barriles diarios mediante “el desarrollo y administración de tecnologías especializadas que incrementen significativamente la productividad por pozo y permitan reducir los costos al mínimo”, la administración de Calderón asignó costosos contratos a los corporativos que supuestamente aplicarían dicha tecnología. No obstante que decenas de informes y estudios confirmaban que la explotación era inviable, se le destinaron 187 mil 500 millones de pesos, programados hasta 2021, de los cuales hasta ahora se han invertido más de 52 mil millones.

La estrategia utilizada consiste en la perforación masiva de pozos. Pemex planea perforar 1 mil 200 por año, hasta llegar a 16 mil en 2020, lo que para Pemex implica el oneroso gasto por cada trabajo de perforación, y para las comunidades, el desmonte a gran escala mediante detonaciones que afectan directamente sus endebles viviendas y su hábitat, incluidos los cerros que para ellos tienen un significado religioso, como el Postecticla para el pueblo de Chicontepec. Según cifras de la Comisión Nacional de Hidrocarburos, hasta ahora se han perforado 1 mil 83 pozos, de los cuales sólo 604 están en operación.

En 2008, en el Senado de la República, a nombre de la asociación de ingenieros petroleros, su presidente Francisco Garaicochea advirtió que antes de destinar tantos recursos públicos a la explotación de Chicontepec era necesario “tomar en cuenta que está en duda la rentabilidad de los pozos y que las regiones depresionadas son las de mayor capacidad de producción”. En efecto, la perforación en serie multiplicó los gastos de operación, no así los resultados.

La Auditoría Superior de la Federación (ASF) realizó una auditoría especial a los recursos federales invertidos durante siete años en este proyecto, y concluyó que la altísima inversión no es proporcional a su producción. De cada peso que Pemex invierte en la explotación de este yacimiento, recupera 25 centavos, menos la deducción de los impuestos respectivos.

Sólo este proyecto consume el 10 por ciento del presupuesto total que Pemex Exploración y Producción (PEP) destina a proyectos de inversión; en contraste, produce sólo el 1.4 por ciento de hidrocarburos.

En su auditoría al PATG, la ASF destaca la opacidad en el manejo administrativo y operativo por parte de Pemex. Dice que su sistema de control interno “no es confiable” y que tampoco hay claridad sobre las metas establecidas.

La auditoría reveló el incumplimiento de todas las metas: de perforación y terminación de pozos; la producción de petróleo y gas, y hasta la calidad del crudo obtenido. Las metas de perforación de pozos llegaron al 39.8 por ciento; la terminación, al 39.7; se produjo sólo el 38.8 por ciento del petróleo programado y 59.1 por ciento del gas. Tal incumplimiento, indica la ASF, va en contravención de las Normas Generales de Control Interno en el Ámbito de la Administración Pública Federal.

Más que una falta normativa, el impacto económico de la ineficiencia en el PATG es demoledor. La ASF destaca que si Pemex hubiese producido y comercializado el petróleo programado, el beneficio por cada peso invertido hubiera sido de 93.6 centavos y no los 2.5 centavos que se obtuvieron.

Antes de que la ASF hiciera públicos los resultados que contablemente confirman el fracaso en Chicontepec, la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), órgano desconcentrado de la Secretaría de Energía, en voz de su presidente, Juan Carlos Zepeda, pidió a Pemex suspender el PATG, pero los directivos de Pemex se negaron.

Francisco Garaicochea opina que “los contratos pactados con las trasnacionales, con las cuales se tienen ya comprometidos los recursos públicos de la siguiente década, son la obcecación de sostener el proyecto. Lo que significa es que Pemex, o mejor dicho, los mexicanos seguiremos perdiendo en la explotación de Chicontepec, mientras que los únicos que ganan son los contratistas, porque ellos cobran de acuerdo con las actividades que desarrollan, aunque no haya ganancia”.

Al respecto, la ASF subraya en su auditoría que no hay claridad sobre las contrataciones. En la práctica, ello lleva a gastos infructuosos. Por ejemplo, en 2008, la subsidiaria PEP pagó 53 millones de dólares a una compañía para que le diera mantenimiento mayor a 208 pozos, los cuales supuestamente sostendrían la producción ese año. Sólo cuatro produjeron, el resto quedó inactivo. Y de los 220 pozos que ese año se perforaron, sólo 26 alcanzaron la producción estimada.

Ricardo Prian Caletti, del Comité Nacional de Estudios de la Energía (CNEE), cuantifica que, en los últimos cuatro años, Pemex ha perdido 614 millones de dólares por contratar a trasnacionales para la explotación de Chicontepec. Ante tales resultados, los integrantes del CNEE califican el proyecto Chicontepec como “un saqueo a la nación y botín de consorcios privados”. El impacto social de ese usufructo es aún más lamentable.


Depredación

En lo bajo de una montaña de las que comprenden la geografía del Paleocanal se ubica la Foxxe Energy Services; en uno de sus campers se levantan dos banderas que ondean incesablemente con el viento. En lo más alto del asta ubicada a la derecha, la bandera de Estados Unidos; a su izquierda, más abajo, la de México, metáfora de la reocupación petrolera. La misma imagen se reproduce en las áreas de trabajo a cargo de Halliburton, Dowell Schlumberger, Weatherford, Baker Hughes y Tecpetrol, las principales beneficiarias de la explotación de este yacimiento.

Las actividades de exploración y explotación de hidrocarburos, que según el artículo 27 constitucional son exclusivas de Pemex, en Chicontepec son ejecutadas por consorcios texanos, europeos y venezolanos, los cuales de manera directa o a través de subcontratistas hacen mediciones, construyen pozos, baterías de separación, instalan tanques, ductos, bombas, compresoras, en fin, toda la infraestructura con su peculiar sistema de trabajo.

Las expropiaciones se han convertido en el principal foco rojo en la zona: las compañías allanan los terrenos antes de que Pemex negocie con sus dueños. Enmarcadas en un clima de antagonismo y abuso, tales ocupaciones invariablemente nos remiten a la mítica Rosa Blanca, relato del escritor Bruno Traven sobre la rapaz explotación petrolera en los campos mexicanos a manos de la Condor Oil Company Inc. Regresión de más de 70 años: labriegos expulsados, arrasados los cultivos de naranja, limón, plátano, maíz, tomate, ciruela… la misma Huasteca desmontada por la voracidad de la Condor, hoy bajo los nombres de Halliburton, Schlumberger, Weatherford.

Para las comunidades, el legado de la actividad petrolera es el destrozo en sus tierras y caminos por el trasiego de caminos y maquinaria de las compañías.

El municipio más afectado es el de Chicontepec; sus caminos principales, el de Tecomate, que entronca con la carretera estatal que conduce a Ixhuatlán de Madero y atraviesa las comunidades Ayacaxtle, Xococatl, Zapotal y La Antigua, están estropeados. También los de Las Palmas, Tlacolula y Tepenahuac. El panorama es de un bombardero sobre Chicontepec: la grava esparcida por doquier. Lo peor es en tiempos de lluvias, cuando los deslaves bloquean los caminos durante semanas, hasta que la comunidad consigue maquinaria para desazolvar.

“Solamente vinieron a perjudicar nuestras comunidades. Destrozaron nuestros caminos, que, de alguna manera, manteníamos transitables. No hemos visto ni un solo beneficio. Con su maquinaria y camiones, destruyeron todo y nadie quiere hacerse responsable”, explica Pedro Toribio Martínez, síndico del ayuntamiento.

Para las comunidades, una afectación de esa naturaleza puede significar la diferencia entre la vida y la muerte, dadas las características topográficas y la distancia a los servicios de salud, razón por la que “muchos enfermos no logran recibir la atención que requieren y mueren”, señala un diagnóstico elaborado por el PNUD sobre las situación socioeconómica en el Paleocanal.

En las zonas semiurbanas, el panorama no es mejor. Más organizados los lugareños se manifiestan, bloquean carreteras y caminos para exigir a Pemex reparar sus calles y drenaje atascado con los desechos de los recortes de perforación de los pozos. Desde 2009, prácticamente en todos los municipios del Paleocanal ha habido bloqueos. Actualmente, las protestas más álgidas se viven en Venustiano Carranza.

La aplicación del Programa de Desarrollo Comunitario Sustentable, del que se ufanan los directivos de Pemex y el mismo presidente Calderón, es una farsa en Chicontepec. En algunos poblados, los representantes de la paraestatal dan su añeja “solución”: unos pesos por calle destrozada, cerca tirada o campo arrasado, fomentando que se instituya la conocida “industria de la reclamación”, tan arraigada en Tabasco y Campeche.

En los últimos meses, el Centro de Reflexión Laboral, con sede en la ciudad de México, ha documentado la sistemática violación a los derechos humanos de las poblaciones asentadas en este yacimiento petrolero. Su coordinador Carlos Rodríguez dice que, ante los agravios, “la gente responde cerrando una calle o bloquea el acceso a las obras, es decir, con reacciones espontáneas. Sin embargo, eso no es la solución. Tampoco que Pemex calme sus reclamos con dinero, sino que cumpla con su obligación de sustentabilidad y de empresa socialmente responsable”.

En 2008, el PNUD le advirtió a Pemex de la importancia del manejo sustentable en la disposición y uso de mantos acuíferos en la zona, ya que, por las características topográficas, la explotación petrolera en Chicontepec requiere una gran cantidad de agua, recurso que “puede considerarse también como reserva indispensable para la población”, por ello en la Estrategia de desarrollo local sustentable para el proyecto de aceite terciario del golfo le indicó a Pemex que debía proponer estrategias de uso y manejo de agua que garantizaran la preservación los sistemas hidrológicos.

Hoy en algunos municipios del Paleocanal, las compañías perforadoras provocan derrames, contaminan ríos. En enero, en la comunidad totonaca Jorge Serdán, en Papantla, la empresa PGS detonó explosivos que fracturaron los pozos y derramaron el hidrocarburo en los manantiales y sembradíos. Los desechos de perforación de los pozos tampoco tienen un manejo adecuado.

“Se están violando los derechos humanos de estas comunidades. No hay una consideración atenta al medio ambiente, a la producción agrícola. La gente no quiere pesos por cerrar un pozo, quieren respeto a su hábitat”, reflexiona Rodríguez.

Los lugareños temen desastres ecológicos como los ocurridos en el sur de Veracruz. La desconfianza no es gratuita, ésta es la entidad más afectada por las deficiencias de la industria petrolera mexicana, de acuerdo con el registro de accidentes ocurridos en instalaciones de Pemex o provocados por la paraestatal en la última década, cuya copia posee Contralínea.

El estudio Contraloría social de protección al ambiente, del investigador Rafael Vela Martínez, publicado en 2009 por el Colegio de Veracruz, cuantifica frecuentes fugas, derrames, explosiones e incendios en Poza Rica, Coatzacoalcos, Minatitlán, Las Choapas, Cosoleacaque, Ixhuatlán del Sureste, Nanchital, Veracruz, Tuxpan, Pánuco y Papaloapan. En tales desastres, las sustancias involucradas son el aceite, gasolinas, diésel, combustóleo, keroseno, gas natural, amoniaco, gases tóxicos, derivados etílicos, hexano, heptano, cloro, azufre, hexaclorados, acrilonitrilo, ácido sulfúrico, versadril, xileno y aguas residuales.

Los conflictos sociales que genera la actividad petrolera se atizan por la falta de comunicación entre los representantes de Pemex y sus contratistas con los lugareños. Juan Santiago Reyes, de congregación Tepenahuac, explica que “la gente que viene de fuera no busca el entendimiento con la gente de aquí. Las comunidades no saben lo que es Pemex y no entienden lo que hacen con sus tierras. Lo único que ven es el desmonte, que ya no pueden sembrar su frijol y que las aguas de sus ríos están contaminadas”. En Mesa de Tzapotzala, desde 2005, 20 familias de indígenas esperan a que los representantes de Pemex regresen a pagarles 300 árboles de naranja derribados, su cosecha de ese año.

Quizá el malestar aminoraría de haberse generado empleo en la zona, pero cada compañía llega con su personal, así que los 12 mil empleos directos y 40 mil indirectos que a partir de 2009 ofrecería el Paleocanal Chicontepec, según palabras de Felipe Calderón, son otra quimera, aunque no sorprende del todo, porque en su diagnóstico socioeconómico de la zona, elaborado en 2008, el PNUD advertía que la baja capacidad educativa sería el principal obstáculo para la inserción de los lugareños en la industria petrolera. El analfabetismo alcanza a más de la mitad de la población: en municipios como Pantepec, llega al 64 por ciento, seguido de Chicontepec, con el 60 por ciento. El promedio de instrucción de los letrados llega al quinto año de primaria.

Lo máximo a lo que pueden aspirar es a emplearse como chaperos, a expensas de que las compañías les cubran su mísero salario, como ha ocurrido con los obreros contratados por la Foxxe Energy Services, empresa texana dedicada a la perforación, que a su paso por Álamo y Chicontepec ha dejado en el limbo a sus cuadrillas de obreros; o de velador, como don Prisciliano, oriundo de Tecomate, Chicontepec, a quien una subcontratista de Schlumberger contrató como velador gracias a su experiencia como guardia presidencial en tiempos de Carlos Salinas de Gortari.

Felipe Calderón aseguró que en Chicontepec habría una derrama económica anual de 20 mil millones de pesos, pero sólo llegaron cantinas y expendios de cerveza. Entre el camino de Álamo a Chicontepec, hay 11 cervecerías alineadas una tras otra a la orilla de la carretera, apenas a unos metros de los primeros pozos.

Contralínea 174 / 21 de marzo de 2010