Juan Torres López*/Centro de Colaboraciones Solidarias
Grecia ha cumplido las imposiciones de la troika, pero éstas han fracasado para recuperar la economía, disminuir la deuda y mejorar la vida de las personas. El nuevo gobierno busca fórmulas para hacer frente a estos problemas de una manera más efectiva y no haciendo oídos sordos a los compromisos anteriores sino replanteándolos. Lo que necesita Grecia es un montante de recursos o una generosidad de los demás, realmente ínfimos si se comparan con los que se han dedicado a los bancos o a economías más prósperas como la alemana. Lo necesario para entender la intransigencia de Angela Merkel y de sus aliados no es mirar tanto a Grecia sino a Alemania y lo que sucede con su economía.
Alemania es la cuarta potencia mundial, tras Estados Unidos, Japón y China, y la segunda economía exportadora del mundo. Es una economía gigantesca que necesita de los mercados exteriores, lo que significa que ha de condicionar cualquier otra de sus estrategias a disfrutar de una posición de ventaja en su entorno. En los últimos 10 años, la mitad del crecimiento de su economía ha dependido de sus exportaciones netas. Y es en esa naturaleza de la economía alemana donde hay que encontrar la razón de la intransigencia con la que viene imponiendo sus intereses en la Unión Europea y ahora frente a Grecia.
Hay tres factores que influyen en la estrategia alemana.
Primero: que el comercio mundial se está resintiendo y no sólo con carácter coyuntural. Según un estudio de economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), en 2012-2013 creció menos de la mitad que en los 20 años anteriores y por debajo de lo que crece la economía mundial. Eso significa que las economías exportadoras, como la alemana, van a tener muchas dificultades para lograr los mismos ritmos de crecimiento que en etapas anteriores.
Segundo: las exportaciones alemanas están cambiando de destino. En 1990, el 50 por ciento de ellas se destinaba a los países que ahora forman la zona euro, y en 2014 sólo el 40 por ciento. Y el crecimiento medio anual registrado en sus exportaciones a la Eurozona desde 2000 (4.5 por ciento) es justamente la mitad del aumento de las destinadas a otras zonas como Europa central (9 por ciento) o Asia (10 por ciento). Alemania empieza a tener otros socios comerciales preferentes.
Tercero: la situación interna de la economía alemana está cambiando. Otro artículo publicado en diciembre pasado por el Departamento de Investigación del Banco Nacional de París mostraba que Alemania se encuentra ante dos retos de gran envergadura. 1. El envejecimiento de su población, que la ha convertido en el segundo país del mundo (tras Japón) con más porcentaje de población mayor de 65 años, algo que puede producir una caída muy fuerte en su tasa de ahorro interno en los próximos años. 2. Alemania viene descuidando la inversión interna, lo que hace que presente unas carencias importantes. La brecha acumulada de 1999 a 2012 entre la tasa de inversión observada y la óptima supondría un 40 por ciento del producto interno bruto. Y al haber dedicado los excedentes obtenidos en las últimas décadas a inversión exterior (en gran parte para financiar burbujas especulativas en otros países) ha descuidado su renta interior, lo que ha provocado que la tasa de pobreza alcanzara un nuevo récord en 2013: afectaba al 16.1 por ciento del total de la población y al 69 por ciento de los desempleados.
En el futuro no le resultará tan fácil obtener excedentes exteriores, sus focos de interés comercial van a dejar de estar en sus socios del euro ya que va a tener que dedicar mucha más atención a sus problemas y demandas de inversión internas.
Alemania no va a tomar la iniciativa para romper el actual statu quo del euro porque se vería como una agresión al proyecto europeo, pero sí va a imponer condiciones frente a los terceros a los que no considera socios de interés. Y no le importará apretar la soga hasta que no les quede otro remedio que rendirse o autoexcluirse del euro. Alemania ya mira a un nuevo eje europeo de referencia con Francia y Polonia. Por eso no esperan buenos tiempos dentro del euro a países como Grecia, España, Portugal, Chipre o incluso Italia. Lo sensato sería que todos ellos empezaran a plantearse si se conforman con ser simples comparsas de un euro diseñado en favor de Alemania o si tienen en común algo más que ser despreciados por esta gran potencia.
Juan Torres López*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Catedrático de economía por la Universidad de Sevilla
Contralínea 427 / del 08 al 14 de Marzo 2015