Alertar a la población de los “riesgos” del populismo, la demagogia y la intolerancia como una salida falsa a los problemas del país es distraer la atención del fracaso de las políticas públicas en los rubros verdaderamente importantes, como pobreza, violencia, justicia, corrupción, impunidad, analfabetismo, salud y alimentación.
Llegamos a la mitad del sexenio de Enrique Peña Nieto, algo que se dudaba ocurriera por el desgaste del gabinete con las crisis que ha enfrentado la población en estos casi 3 años.
Es en el clímax de esta administración cuando inicia su declive, y los resultados anunciados por el presidente en su Tercer informe de gobierno están muy lejos de las promesas que hizo cuando asumió el poder. Funcionarios y analistas culpan a la crisis económica mundial de la difícil situación financiera que vivimos, y otros más optimistas dicen que bajo esas circunstancias internacionales México va por buen rumbo. ¿Acaso son los mismos que festinaban los “logros gubernamentales” hasta 1 día antes de que estallaran las agudas crisis económicas y políticas que hemos atravesado en otros sexenios?
La realidad es distinta de la que vive Peña Nieto, con 100 millones de mexicanos en la miseria, aunque el gobierno insista en que unos 100 mil ya fueron sacados de la pobreza extrema y pasaron a una pobreza moderada; es decir que por lo menos esas personas tienen acceso a la alimentación, pero ahora falta que en los siguientes 3 años saquen de esa misma grave situación a otros 7 millones de personas que siguen olvidados.
Mientras esos millones de mexicanos no tienen qué comer, la burocracia de mandos medios y superiores de los tres poderes de la Unión sigue privilegiada y despilfarra los recursos públicos en prestaciones y sueldos que ya quisieran funcionarios de países del primer mundo. A esto hay que sumar una ominosa corrupción gubernamental y la consecuente impunidad judicial parecida a la de las peores dictaduras, que ni siquiera Guatemala tolera.
De la violencia, el anuncio oficial es que ésta se ha reducido; sin embargo, entre la población el miedo a los asaltos, secuestros y ejecuciones continúa. La lista de muertos sigue en aumento como ocurrió en los gobiernos panistas. La estructura social está lastimada y pasarán muchos años para que se recomponga. Éste es el país destrozado que heredó Peña Nieto y que sigue igual, pese a sus 3 años de mandato presidencial.
[EDITORIAL]
Contralínea 453 / del 07 al 13 de Septiembre 2015