Es el medio día y el sol destella en las láminas metálicas de la techumbre de la casa, con paredes pintadas de verde, recubrimiento de concreto para evitar que las lluvias dañen los adobes cimentados. El porche en el frente orientado a la iglesia del pueblo acompañado por una pingüica como fiel testigo de los años pasados y, pese a eso, sigue esperando; tal vez como punto de referencia para que no equivoque de casa a su regreso. También una mata de ayal, en el patio de atrás de la casa, llena de cáscaras arrugadas de los años que ha pasado en solitario por temporadas esperando a sus moradores. Circundada por la capilla y el ramadón.
Visito la casa de Pedro Navarro Beltrán y a su familia para saludarlo y platicar, en mi regreso a la comunidad de Baca, en el municipio de Choix, Sinaloa. A un costado está el ramadón y más allá la casa de doña María Miranda y, a propósito, no puedo evitar preguntarle:
-¿Usted conoció a Héctor Félix Miranda, el hijo de doña María Miranda?
-Cómo no lo iba conocer, si fuimos juntos a la escuela. Era muy inteligente, tenía muy buena memoria. Me respondió con una sonrisa que no conseguía alejar la tristeza.
-¿Dónde nació?
-Ahí nació en esa casa, ahí donde vivía doña María Miranda, su mamá. ¿Si te acuerdas de ella, verdad?
-¿Aquí, en Baca le pusieron el apodo de: el Gato Félix?
-No, aquí lo llamábamos Héctor. Era hijo de José Félix, primo de don Heraclio Félix. Se parecía mucho a su papá pero él era un poco más alto y grueso, estaba bien asistido.
-¿Qué pasó con él, por qué se fue?
-Aquí estuvo hasta que terminó la primaria y se lo llevó un tío que vivía en El Fuerte, se lo llevó para Hermosillo y allá estudió. Se hizo periodista pero lo mataron en Tijuana.
-¿Supieron algo de él, después de que se fue?
-Sí, vino el 6 de enero del año que lo mataron. Anduvo con nosotros todo el día acompañando los matachines, recorrimos todas las casas del pueblo. Se quedó encantado, le gustó mucho la fiesta y nos dijo al despedirse: “el próximo 6 de enero aquí nos vemos, los voy acompañar”. Así quedamos pero nadie imaginó que ya no volvería.
Sobre el crimen, Proyecto impunidad. Crímenes contra periodistas, en su página web se puede leer sobre Héctor Félix Miranda:
“El reloj marcaba 10 minutos pasada las 9 de la mañana de aquel 20 de abril de 1988. Héctor, el Gato Félix, Miranda conducía su camioneta por las calles de Tijuana, Baja California, hacia su trabajo como codirector de la revista Zeta, que había fundado hacía 8 años con su antiguo amigo y colega Jesús Blancornelas. Iba solo.”
“¿Móvil del crimen? Posibles críticas y denuncias que hacía desde su columna Un poco de algo sobre corrupción, enriquecimiento ilícito, narcotráfico, torturas, asesinatos, acusando a individuos y a entidades públicas y privadas locales y nacionales.”
Se identificó a José Antonio Javier Vera Palestina como el autor material del crimen y se señaló a Jorge Hank Rhon como autor intelectual.
Estaba yo estudiando en la universidad de El Fuerte y un día de regreso a casa caminando por la calle me alcanzó un carro con música, en su estéreo sonaba: “llegó de Choix, Sinaloa, que era su tierra natal, pero se quedó en Tijuana…”. Eso fue lo único que conseguí escuchar y no pude evitar la duda que me surgió en ese momento. Apenas hubo tiempo, me metí al internet, en el buscador puse esas letras y el primer resultado fue una canción de Los Tigres del Norte, que allá su música es inconfundible. Momento seguido, leí la letra y también escuché el corrido completo; composición: Enrique Franco, incluida en el álbum musical corridos prohibidos que en 1989 estrenaron Los Tigres del Norte y abren precisamente con la canción “El Gato Félix”.
Después pregunté, no recuerdo a quien pero me dijeron que era de Choix, cabecera municipal, hijo de los Félix, comerciantes en Choix… y, bueno, después que si era hijo de María Miranda, de Baca, pero no me supieron explicar si el Gato Félix, había nacido en Baca. Hasta ahora que visité el pueblo se dio la oportunidad de platicar con la gente, quienes me comentaron que ahí había nacido.
Todavía sus hermanas y hermano cada 6 de enero y, a veces, en Semana Santa visitan el pueblo y se alojan en la casa donde nacieron y vivieron algún tiempo, al igual que su hermano Héctor. Se están varios días y conviven con la gente, pues tanto en Baca como en Agua Caliente de Lamphar, tienen familiares.
El padre se llamaba José Félix, falleció a temprana edad. En una ocasión andaba echándose unos tragos en el pueblo con otros dos amigos y se les acabó el aguardiente y la única manera de conseguir era yendo a la vinata de Agua Caliente. Se fueron caminando por la comunidad de La Sabana y cruzaron el río y, cerquita del dique, él y un acompañante esperaron a que el otro fuera a comprar la botella de aguardiente; mientras éste lo conseguía, sucedió lo inesperado: José llevaba una pistola .44 ajustada en la cintura, nunca se aclaró si su acompañante se la quiso arrebatar cuando dormitaba en la espera o fue realmente un accidente, pero en ese hecho quedó mal herido al dispararse la pistola: aunque lo llevaron al médico a Choix no lo pudieron salvar.
Así murió el padre, en lo que fue tal vez un accidente y también una realidad en aquellos años donde la gente de la región consumía como bebida embriagante el aguardiente o mezcal, producido la mayoría de las veces en la vinata de Agua Caliente o, en otras ocasiones, lechuguilla como se le denomina al mezcal llevado de la sierra de Chihuahua. Reconociendo que las embriagadas eran espaciadas pero eran como fiestas de amigos donde duraban días bebiendo y la mayoría de la gente usaba pistola o daga jalisqueña, siempre ceñida al cinturón, como arma de defensa personal.
Por otro lado, su mamá doña María Miranda como todos le llamábamos, pasaba temporadas en Baca. Decía que le gustaba mucho el pueblo; siempre se veía alegre, con ganas de vivir, era muy dicharachera y buena para platicar. Su segundo apellido era Meza.
Es doloroso escribir de la vida de un periodista nacido de tu pueblo y más cuando sabes que todos sus amigos lo siguen esperando para recorrer las casas con los matachines, como cada 6 de enero, Día de Reyes. En Baca siempre se espera a los amigos y familiares con desesperación, pues tienen esperanza y más si se trata de personas como Héctor, el Gato Félix, Miranda.
Luis Espinoza Sauceda*
*Licenciado en Administración de Empresas por la Universidad de Occidente, Unidad El Fuerte; escritor e investigador de la historia mexicana regional (Sinaloa); cursante del diplomado de escritura creativa en la Escuela Mexicana de Escritores
[BLOQUE: ARTÍCULO][SECCIÓN: OPINIÓN]
Contralínea 482 / del 04 al 09 de Abril, 2016