En forma defensiva, Rusia parece apostar a tres países latinoamericanos: estaría negociando instalar bases militares en Cuba, Venezuela y Nicaragua, para ampliar su radio militar ruso. El tema ya es parte de la agenda en el Comité de Defensa de la Cámara Alta del parlamento ruso
La Cámara Baja del Parlamento ruso instó a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a reclamar a Estados Unidos que ponga fin al bloqueo económico de más de medio siglo contra Cuba.
Moscú es actualmente el noveno socio comercial de la Habana, con intercambios valorados en 224 millones de dólares en 2011 y, como prólogo a su visita, la Duma rusa habría ratificado la condonación de la deuda de Cuba con la URSS estimada en 35 mil 200 millones y el resto, 3 mil 520 millones, será abonado por Cuba en 10 años y reinvertido por Rusia en la economía cubana.
Tras el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría con Estados Unidos, Vladimir Putin ha empezado a mover las piezas para situarlas estratégicamente en el llamado “patio trasero” de Estados Unidos. Así, Rusia estaría negociando instalar sus bases militares con Cuba, Venezuela y Nicaragua con el objetivo inequívoco de ampliar el radio militar ruso, según lo expuesto a la agencia de noticias rusa Sputnik por el jefe del Comité de Defensa de la Cámara Alta del Parlamento Ruso, Victor Bóndarev, “el establecimiento de una base militar rusa en Cuba, en un contexto de aumento de las agresiones de Estados Unidos, respondería a los intereses de seguridad nacional”.
La crisis de los misiles de octubre de 1962, que tuvo en vilo a la humanidad, se saldó con la firma de John F Kennedy y Nikita Jrushchov del Acuerdo de Suspensión de Pruebas Nucleares, que incluía la retirada de misiles rusos en territorio cubano a cambio de la retirada de misiles estadunidenses estacionados en Turquía, apareciendo en su letra pequeña la condición sine qua non de “no invasión de la isla por parte de Estados Unidos”, acuerdo que ha protegido a Cuba durante 60 años de una invasión estadunidense, y estableciendo Estados Unidos como contrapartida la figura del “bloqueo” que se ha mantenido vigente hasta la fecha.
El cese del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, exigido por vigésimo sexto año consecutivo en la Asamblea General de la ONU y aprobado de forma abrumadora por 191 votos a favor y sólo dos en contra (Estados Unidos e Israel), reafirma la libertad de comercio y navegación ante un bloqueo anacrónico instaurado por Kennedy en 1962 y que habría supuesto para la isla pérdidas directas e indirectas estimadas en 110 mil millones, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y cerca del Billón según el gobierno cubano. Así, según Prensa Latina, entre mayo de 2012 y abril de 2013, las pérdidas causadas por el bloqueo a la salud pública cubana serían de 39 millones, debido a la imperiosa necesidad de adquirir medicamentos e instrumental en mercados lejanos.
¿Por qué continúa el bloqueo de la Isla?
Las medidas cosméticas tomadas por la administración de Barack Obama en su primer mandato presidencial, siguiendo la estela de la administración Clinton (relajación de las comunicaciones y el aumento del envío de remesas a la isla así como el inicio de una ronda de conversaciones sobre temas de inmigración), dejaban intacto al bloqueo y no cambian sustancialmente la política de Washington, aunque reflejaban el consenso de amplios sectores del pueblo norteamericano a favor de un cambio de política hacia la isla, auspiciado por la decisión del régimen cubano de terminar con el paternalismo estatal y permitir la libre iniciativa y el trabajo por cuenta propia.
Sin embargo, la renovación automática por parte de Estados Unidos por un año más del embargo comercial a la isla, atentaría contra el vigente sistema financiero y político internacional y podrían suponer para Cuba pérdidas estimadas en cerca de 50 mil millones, abocando al régimen de Raúl Castro a la asfixia económica.
Así, Bergoglio habría participado discretamente en la secreta negociación llevada a cabo entre Cuba y Estados Unidos para romper el deshielo entre ambos países mediante el intercambio de Alan Gross y un oficial estadunidense por tres miembros de “Los 5”, seguido de la desaparición de Cuba de la lista estadunidense de países terroristas y de la apertura de embajadas con el objetivo último de instaurar las bases de una nueva doctrina “interpares” en las relaciones bilaterales Estados Unidos-Cuba, siendo “perentorio” el finiquito de un bloqueo que dura ya 53 años y que corre el riesgo de convertirse en endémico, con las perniciosos efectos colaterales que ello podría conllevar.
Sin embargo, Donald Trump habría adoptado como leit motiv de su Presidencia eliminar todo vestigio del legado obamaniano. Así, tras el intento de finiquitar el Obamacare, el anuncio de revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París contra el Cambio Climático (medidas cosméticas fruto de la paranoia personal de Trump que no verán su plasmación en la legislación estadunidense por la rotunda oposición de amplios sectores de la sociedad civil y de la división de la clase política republicana), el siguiente paso será intentar deshacer los avances diplomáticos y comerciales alcanzados con Cuba bajo el mandato de Obama.
Los cambios propuestos por la administración Trump tienen como intención aumentar las regulaciones y la supervisión para dificultar a las empresas estadunidenses rubricar acuerdos con Cuba, así como para que los estadunidenses continúen viajando al país, y serían fruto de la extenuante presión de los destacados representantes cubano-americanos Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, ambos republicanos.
Según un estudio realizado por Engage Cuba, la nueva política “le costaría 6 mil 600 millones de dólares a la economía estadunidense y afectaría a 12 mil 295 empleos durante el primer mandato de Trump, que concluirá en enero de 2021 y los estados que serían más golpeados por un cambio de política hacia Cuba serían los más cercanos al país caribeño como Florida, Louisiana, Texas, Alabama, Georgia y Mississippi”.
Tras los desacuerdos surgidos entre Estados Unidos y Rusia por la declaración unilateral de independencia de Kosovo, Agfasia y Osetia del Sur, Barack Obama habría aparcado el proyecto del Escudo de Misiles Antibalísticos (NDM), sustituyéndolo por “un nuevo sistema de defensa anti-misil móvil”, con la intención de convertir a Rusia en colaborador necesario en la salvaguarda de la paz y estabilidad mundiales.
Sin embargo, en septiembre de 2009 el presidente Obama (presionado por el establishment o poder en la sombra de Estados Unidos) aprobaba la implementación del nuevo sistema europeo de defensa anti-misiles (European Phased Adaptative Approach), que en realidad se trata de un escudo anti-misil global, en el que los misiles interceptores emplazados en plataformas móviles pueden abatir blancos en el espacio.
En caso de que Estados Unidos decida finalmente completar la quinta fase del despliegue del escudo antimisiles en Europa (Euro DAM), asistiríamos a la instalación en Kaliningrado del nuevo misil balístico inter-continental de 100 Tm (“el asesino del escudo antimisiles de ESTADOS UNIDOS”, en palabras del viceprimer ministro ruso Dmitri Rogozin), con lo que en palabras del politólogo Vladímir Abrámov, “la provincia de Kaliningrado volverá a desempeñar el papel de pistola en la sien de Europa como hace dos décadas”.
Dado que Estados Unidos mantendrá intacto el anacrónico embargo sobre la isla, es inevitable que surja en La Habana el desapego afectivo respecto a Estados Unidos, vacío que será aprovechado por el hábil estratega geopolítico Putin para firmar un nuevo tratado de colaboración militar ruso-cubano (rememorando el Pacto Secreto firmado en 1960 en Moscú, entre Raúl Castro y Kruschov), cuyo primer hito según la web rusa mundo.sputniknews.com, será “el despliegue en Cuba antes de abril del 2019 de un complejo móvil para la recepción de datos de satélites rusos”, no siendo descartable la posterior instalación de una base de radares en la abandonada base militar de Lourdes, para escuchar cómodamente los susurros de Washington y la instalación de bases dotadas con misiles Iskander, pudiendo revivirse la Crisis de los Misiles Kennedy-Jruschov (octubre 1962) y la posterior firma del Acuerdo de Suspensión de Pruebas Nucleares (1962).
Germán Gorraiz López*/Telesur
*Analista económico y geopolítico
[ANÁLISIS][INTERNACIONAL]