Para don Juan Delgado
Las libertades de información, análisis y crítica, vigentes constitucionalmente como derechos individuales y colectivos, cuando son ejercidas sin la tutela de Televisa y Tv Azteca, es decir, sin las manipulaciones de Azcárraga Jean y Salinas Pliego, de inmediato son objeto de ataques a través de esos dos poderes fácticos que insisten, como la delincuencia organizada, en erigirse como gobiernos desafiantes y paralelos, no tanto al presidencialismo como el calderonista, sino a las instituciones del Estado.
Los cárteles de esas televisoras en nada se diferencian de los cárteles del narcotráfico. Ambos quieren imponer su respectiva violencia, ya presente en sus medios audiovisuales como en sus medios homicidas, para controlar a los poderes del Estado a través de su respectivo golpismo mediático y criminal. El calderonismo, con su gobierno y su guerra fallida, ha permitido por complicidad e incapacidad que el duopolio televisivo y los “señores de la droga” mantengan un acoso sistemático en contra de la estructura jurídico-política de fines democráticos y republicanos del Estado mexicano.
En esa estructura están las libertades de expresión para todos los mexicanos, incluso para los que defendiendo impunemente sus intereses arremeten contra quienes no se someten a ellos. Y amparan los derechos para investigar, para el libre examen, discusión y manifestación de las ideas; para escribir, publicar y difundir en los medios de comunicación; discrepar, aclarar o rectificar, sin recurrir a salvajes embestidas, como por enésima vez han arremetido contra la periodista Carmen Aristegui, tirando la piedra y creyendo esconder la mano a través de Alejandro Puente, ¡candidato a senador por el Movimiento Ciudadano!
Si este prestanombres sigue como aspirante plurinominal, en una concesión a la disminuida Cámara Nacional de la Industria de Telecomunicaciones, entonces el golpismo mediático de Televisa habrá dado un paso más para consolidar su aventurera acción de controlar más al presidencialismo, en el caso ya remoto de que Peña Nieto se encarame con sus encuestas a ese poder que comparte con la delincuencia organizada.
Televisa y su testaferro están rabiosos contra la comunicadora porque cuestionó si Peña ha pagado y cuánto a la empresa de Azcárraga por propaganda disfrazada de entrevistas al mexiquense. Y porque Peña, al micrófono, soltó: “No le debo nada a Televisa”. Están amenazantes con sus acometidas estúpidas y han lanzado descalificaciones y mendaces afirmaciones para tratar de silenciar el periodismo veraz y crítico de la periodista, porque ésta tiene credibilidad ante la opinión pública desde su noticiario y compite sin las ventajas del poderío televisivo, donde más de uno de sus voceros “informan y comentan” a favor del mejor postor.
Televisa y su empleado son una modalidad de la delincuencia organizada que intentan censurar para que la periodista no se ocupe de temas que Azcárraga ingenuamente supone de su propiedad. No es la primera vez que esa mafia mediática se abalanza tan canallamente contra ella para sacarla del aire y quedarse monopólicamente como dueña de la información. Y queriendo imponer la ideología de la propaganda como única para, acostumbrados a con dinero baila el perro… o si traes una monedita hasta una polka bailamos, controlar la información en radio y televisión con sus comparsas en la prensa escrita. Así, difaman, insultan y quieren obligar a quienes difieren de sus interpretaciones, comentarios y puntos de vista, para que uniformen sus criterios, utilizando la violencia del ataque, como constantemente lo hacen contra los periodistas independientes.
Por eso son la otra cara de la delincuencia organizada, ya que no discuten ni polemizan ejerciendo las libertades de prensa; antes bien presionan con su poder televisivo, que los televidentes y radioescuchas saben que utilizan para descalificar a otros medios y a otros periodistas. Televisa con Azcárraga Jean, embistiendo, injuriando y difamando hoy más que nunca persiste en irse encima de los que no comulgan con su postura siempre retadora e insolente. Y han tomado como su blanco a la periodista Carmen Aristegui, porque ella ejerce su oficio diferente y tratan de impedirle que se dedique libre y profesionalmente a cumplir con su deber, tratando de violentar, también, su derecho constitucional a la libertad de trabajo.
La delincuencia organizada ha logrado que periodistas se autocensuren y abandonen su actividad periodística. Incluso, están privándolos de la vida amparados en la pavorosa inseguridad del fallido calderonismo y la negligencia de los desgobernadores. La delincuencia organizada de algunos medios de comunicación para quitar de en medio a la competencia y a sus adversarios que tildan de enemigos, quisiera obligar, con sus amenazas, muchas de ellas rebasando lo temerario, que otros comunicadores se sometan a ese poder golpista mediático. Los ataques y difamaciones a la periodista Aristegui demuestran que Televisa quiere imponer su hegemonía y que se sometan a ella quienes discrepan, en una versión resucitada de los principios propagandísticos del nazismo-fascistoide (ensayo de Leonard W Doob, Goebbels y sus principios propagandísticos). Pero la respuesta es la misma de entonces: No pasarán.
*Periodista
Fuente: Contralínea 287