El hogar suele ser el espacio donde más violencia sufren las mujeres con discapacidad. Los principales agresores de las mujeres con alguna limitación física, sensorial, intelectual, visceral o múltiple suelen ser integrantes de la propia familia, los cuidadores y personal de salud, señala Marilú Castro, directora de la Fundación para la Inclusión y Desarrollo de Personas con Discapacidad, AC (Findedids).
La experta narra en entrevista cómo en el confinamiento aumentó el maltrato a las mujeres con capacidades diferentes: “en la pandemia, me tocó saber de mujeres que terminaron perdiendo la vida por la violencia, o en desesperación ellas mismas ponían fin a su vida”.
Las mujeres con discapacidad también son víctimas de abuso, violencia sexual, y feminicida. Datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) revelan que los menores discapacitados tienen cuatro veces más probabilidades de ser víctimas de abuso y tres veces más probabilidades de sufrir violencia sexual que los menores no discapacitados.
En México, alrededor de 6.2 millones de personas viven con discapacidad. De dicha cifra, 3.3 millones son mujeres, es decir, el 53 por ciento de la población. Paralelamente, el 12.7 por ciento de las mujeres –de 15 años y más– han sufrido algún tipo de violencia sexual a lo largo de su vida, según datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2021.
Paralelamente, señala que aproximadamente 75 mil 178 mujeres con alguna limitación –para caminar, ver, escuchar, de movimiento, cognitiva, comunicación, y autocuidado– han sido violentadas sexualmente a lo largo de su vida; de igual manera, 68 mil 561 mujeres con discapacidad, ya sea por enfermedad, edad avanzada, nacimiento, accidente, agresión.
Respecto de la violencia sexual que viven las mujeres con discapacidad, ésta ocurre bajo la tolerancia y la invisibilidad: muchas veces se ve camuflada como “favores sexuales” que brinda el agresor a la víctima. La curiosidad, la falta de autoestima, amor propio, desconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos, así como los problemas de socialización, logran persuadir a las mujeres para lograr la omisión de la denuncia. A lo anterior se suma que, en la actualidad, una gran cantidad de mujeres con discapacidad no saben que están siendo violentadas o abusadas.
Otro motivo por el que las mujeres con discapacidad no denuncian se debe a la falta de medidas de protección. Asimismo, los actos de revictimización que cometen las autoridades, la policía, el Ministerio Público, los servicios periciales y psicológicos. De igual manera, por la falta a la debida diligencia de las fiscalías generales de justicia, y la negligente coordinación de las dependencias internas de la Fiscalía. Aunado a ello, las deficiencias en la infraestructura que dificultan el acceso, tránsito, uso y permanencia en las dependencias.
De acuerdo con la activista Marilú Castro, a pesar de ser ultrajadas y violentadas, muchas mujeres con discapacidad “llegan a agradecer el acto violento porque fue la única forma en la que se pudieron relacionar con un hombre, la forma en la que llegaron a la maternidad”, asimismo fue un primer acercamiento a su sexualidad en un entorno de nula información.
Respecto de la discapacidad como fetiche, la directora de Findedids señala que existe un gran porcentaje de mujeres con discapacidad que son buscadas a través de las redes sociales y plataformas digitales para que compartan contenido pornográfico o acudan a encuentros sexuales. A pesar de que dicho grupo de la población suele estar expuesto a un riesgo mayor de violencia en estas reuniones, “muchas acuden por necesidad de afecto”.
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