I. El historiador Eric Hobsbawm (1917-2012) lo es en el sentido del kantiano Robin G Collingwood (Idea de la historia y Ensayos sobre la filosofía de la historia). Fue un trabajador incansable para plantear preguntas y respuestas que hacen de la historia no un hecho congelado, sino un fenómeno para recrearlo como el pasado del presente. Y no para hacer juicios sumarios, sino para alumbrarnos y no extraviarnos en el reinicio constante de la historia que no se repite, por más semejanzas que encontremos. El método kantiano nos presenta la creación humana, individual y colectiva, como un problema a resolver por la investigación como conocimiento de las grandezas y miserias humanas, con respuestas que no son definitivas y menos absolutas. Y que historiadores como Eric John Ernest Hobsbawm proponen para discutir y encontrar respuestas a lo que la humanidad ha creado como técnica, literatura, derecho, ciencia; revoluciones, conflictos religiosos; política, música, etcétera. El objeto de conocimiento de la historia son las creaciones humanas, desde Heródoto… a Hobsbawm, cuyas investigaciones son un manantial que refresca la memoria histórica. Su obra pasa de los 40 libros, donde predomina la calidad sobre la cantidad.
II. Y si bien Hobsbawm no se ocupa de la primera revolución histórica, la inglesa de 1688 como lo hace Steve Pincus en su magnífico tratado: 1688: la primera revolución moderna (editorial Acantilado, 2013, con traducción de Agustina Luengo), le pasa revista y se detiene exhaustivamente en las revoluciones posteriores, en este su texto editado con dos títulos. Primero como Las revoluciones burguesas. Europa: 1789-1848 (Guadarrama, 1964), con traducción de F Ximénez de Sandoval; y, recientemente, como: La era de la revolución: 1789-1848 (ediciones Crítica, 2011), por el mismo traductor. Es necesario leer y estudiar sus páginas, si se quiere tener un conocimiento de lo inmediatamente anterior a nuestro tiempo. Y es que lo contemporáneo tuvo su parto en esa época con, entre otros, los dos genios: Honoré de Balzac y Carlos Marx, con la pléyade de los Robespierre, Montesquieu, Rousseau, Napoleón-Fouché… toda una generación de revolucionarios en los quehaceres humanos. Por entre sus páginas irrumpe Carlos Marx. Y su índice alfabético nos conduce a donde los personajes de la historia nos cuentan sus microhistorias, entrelazadas en 16 capítulos que el genio de Eric Hobsbawm recrea magistralmente, sustentada en una selecta bibliografía para con esos autores, ir encontrando respuestas.
III. Salvo las fotografías y los mapas en la primera edición, la que circula por los mercados del libro como aportación de la editorial Crítica, es una completa exposición de casi 1 siglo. Resalta la maestría de Hobsbawm en toda su manera de recrear la historia, admirablemente revolucionaria en todos sentidos, incluso en las consecuencias: la tierra, la industria, el trabajador pobre, la ideología religiosa, las artes, etcétera, y que en algunos mapas puntualiza. La edición de Guadarrama está presentada con discreta elegancia. Las dos, empero, son lo mismo para su lectura, encontrando en ellas un giro de 180 grados en la manera de cómo la humanidad hizo su historia, para que nosotros sepamos cómo fueron esos años convulsos, de agitación popular revolucionaria y de escasos y restringidos espacios de paz social, de renacimientos económicos, despertares culturales y la presencia de los pobres, de los obreros, de los mineros y de los pensadores.
Ficha bibliográfica:
Autor: Eric Hobsbawm
Título: La era de la revolución: 1789-1848
Editorial: Crítica
Álvaro Cepeda Neri*
*Periodista
[BLOQUE: MISCELÁNEO][SECCIÓN: EX LIBRIS]
Contralínea 469 / del 28 de Diciembre de 2015 al 03 de Enero de 2016