García Lorca, el inmenso poeta, el pobre Federico que cayó, indefenso, en las garras del fascismo-nazi del franquismo, nos dejó sus versos, hermosamente dolorosos, como su biografía. Fue el suyo un homicidio del golpismo militar de 1936, en la España a la que debemos el idioma, que los mexicanos hemos enriquecido y mejorado su pronunciación. Una España que ha dado a la cultura universal mujeres y hombres de enorme valía. Pero nada de que es la madre patria, pues con las miserias y grandezas de la Conquista y el coloniaje impuesto, entre otros pueblos, al mexica, fue más bien la madrastra que pervirtió lo que encontró a su paso para agudizar lo negativo de nuestros antepasados y propagar la corrupción política, el autoritarismo y el “obedézcase, pero no se cumpla”, como consigna C H Haring, en su libro El imperio español en América (Conaculta-Alianza Editorial).
Esa España es la patria de García Lorca, de quien la Colección Crisol de la editorial Aguilar (que inició la publicación de minilibros y, en esa misma tipografía y tamaño, acaba de editar una serie de 100 libritos) ha publicado el poemario que el mismo poeta bautizó Poeta en Nueva York. La edición estuvo a cargo del literato Arturo del Hoyo (autor de un utilísimo Diccionario de palabras y frases extranjeras en el español moderno, de Aguilar Ediciones). Durante el año que el poeta estuvo en Nueva York (1929-1930, el lapso de la gran crisis económica-financiera estadunidense, conocida como el Crack del 29), como estudiante en la Columbia University, escribió ese ramillete de flores perennes que nos siguen perfumando el sentimiento, pétalo-verso, a verso-pétalo.
Son poemas –dice García Lorca– de la soledad en Columbia University, con seis autorretratos que obsequia al lector. García Lorca crea belleza sobre todo lo que mira, con ternura, con pasión y con todo el amor de que es capaz; poetizándolo todo; y volcando en versos nos legó lo que pensó, sintió y quiso de su vida y nuestras vidas: “El mascarón. ¡Mirad el mascarón!/¡Cómo viene del África a Nueva York!/”, es la figura que tienen algunas embarcaciones en lo alto de su proa, como decoración.
Poeta en Nueva York contiene 36 grandiosas poesías. Su lectura nos pone en sentidos ritmos. Y apenas nos columpiamos con el recitarlos en silencio o en voz baja, paseando la mirada sobre su sentidísima versificación. La Oda a Walt Whitman (otro poderoso poeta de nacencia estadunidense, pero de ciudadanía universal) es un canto de belleza, manejando conceptualmente ideas, prejuicios (denostando a los maricas) y elogiando las múltiples manifestaciones del amor y del sexo dentro de la pluralidad humana. Los libros de poemas que nos dejó el gran Federico tienen la grandeza de llenarnos de versos siempre frescos, como que son flores que regó con su desesperado amor por la vida y a la que le entregó, como cuando escribe: “Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina/Quiero mi libertad, mi amor humano/En el rincón más oscuro de la brisa que/Nadie quiera/¡Mi amor humano!”.
Ficha bibliográfica:
Autor: Federico García Lorca
Título: Poeta en Nueva York
Editorial: Aguilar editorial
*Periodista
Fuente: Contralínea 343 / julio 2013