Para Felipe García Murillo
I. Estos días son como para darse a la lectura de la fascinante, burlona, poética y reflexiva obra de quien se dijo que era mejor conversador que escritor. Es verdad que toda la obra de este irlandés-británico es de una riqueza bellísima que construye con finísima ironía cargada de burlón humor, y reúne un gran bagaje cultural donde el lector enriquece sus conocimientos, el sentimiento y la voluntad. Su novela El retrato de Dorian Grey es leída como una melodía de amor a la belleza y su decadencia en busca de la eterna juventud capturada en un retrato. Sus cuentos son una maravilla, como el irónico Fantasma de Canterville. Éste es un poema en prosa sobre un fantasma que se presenta ante la familia que compra el castillo donde supuestamente asesinó a su esposa (macabra broma de Wilde para ponerle un tinte trágico), y por las noches arrastra cadenas y quiere provocar miedo con su deambular a los habitantes.
II. Cuenta el peculiar romance que vive con la esposa del nuevo dueño y su encerrona con ésta. “Nunca me has dicho lo que sucedió mientras estuviste encerrada con el fantasma”, dice el esposo, a lo que ella responde: “Cecil, te ruego que no me lo pidas. No puedo realmente decírtelo […] Me hizo comprender lo que es la vida, lo que significa la muerte y por qué el amor es más fuerte que la muerte y que la vida”. Hasta ahora no se sabe que haya habido siquiera un beso entre una mujer y un fantasma… A lo más, una conversación erótica, una disertación sobre el amor y los amores. Y es que el amor perdura al renovarse en cada flor admirada por la humanidad, en la lectura de un poema, en la relación bisexual y homosexual, en el vínculo de padres e hijos antes que éstos, parafraseando a Alberto Cortés, tengan sus alas y abandonen el hogar…” Sus cuentos son una delicia de la ética por lo humano: El ruiseñor y la rosa, ¡qué poema de amor!, para recrear en sus lectores la pasión por los ideales no platónicos, sino del humanismo que postula, como poder supremo de las relaciones ancladas en la belleza que cada quien pone al mirar una pintura, una escultura, leer unos versos o una novela, contemplar las esculturas en movimiento del ballet, escuchar una sinfonía, el violín de Puccini o el piano de Liszt…
III. Así es Oscar Wilde con su Fantasma queriendo asustar a los incrédulos huéspedes del castillo de Canterville, para volverse un habitante más que termina rindiéndose a los pies de la hermosa Virginia. Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde (1854-1900), su nombre completo, dejó en esta frase su autobiografía: “Puse todo mi genio en mi vida, y sólo mi talento en mis obras”, faltándole agregar la amplia cultura universal que adquirió con su formación literaria y su aprendizaje de “lo humano, demasiado humano”, que deja en sus obras de teatro, sus poemas, sus cuentos, en ensayos como La decadencia de la mentira o Pluma, lápiz y veneno; en conferencias y artículos periodísticos como El alma de un hombre bajo el socialismo; en su genial Balada de la cárcel de Reading; y en su maravilloso cuento El Fantasma de Canterville, así como en los cuentos que improvisaba para sus hijos y luego escribió como poemas en prosa.
Ficha bibliográfica:
Autor: Oscar Wilde
Título: Obras completas
Editorial: Aguilar (y en otras editoriales)
Álvaro Cepeda Neri*
*Periodista
Contralínea 416 / del 14 al 20 de Diciembre 2014