I. Se me quedó como un recuerdo imborrable cuando por primera vez escuché el nombre de Marcel Proust (1871-1922). Fue en la clase de literatura universal que, como atractiva conversación, dictaba su cátedra don Alberto Delgado Pastor, quien fue organizador, dirigente y gran pedagogo fundador de estudios superiores en el Sur del estado de Sonora. Y el mismo que terminó sus días de traductor y revisor en una editorial de España, cuando lo echaron de conformidad a la ingratitud para con quienes han servido, entregados y comprometidos, a la formación cultural de la juventud mexicana. A ese maestro debo, pues, haberme ido a buscar al maestro del manejo literario de los recuerdos, y que permanece en mí como la pregunta: ¿por qué algunos se acuerdan más de los recuerdos? Y si bien los recuerdos son la sombra que nos va pisando los talones, en una prolongación de nuestro cuerpo, muy poco les damos cabida, salvo en momentos excepcionales.
II. Con esos recuerdos es que Marcel Proust crea la obra de toda su vida. Y al igual que Lampedusa con su Gatopardo, por esta obra es que tiene un lugar en el clasicismo de la novela. Ésta se titula En busca del tiempo perdido, en la traducción de Fernando Gutiérrez (edición Plaza & Janés); o A la busca del tiempo perdido, en la más reciente traducción de Mauro Armiño, en tres tomos hermosamente empastados. Nadie como Marcel Proust fue tejiendo los recuerdos –sus recuerdos– en una atmósfera donde lo subjetivo-objetivo de la narración se convierte en nuestros recuerdos. Los escritores de novelas y sus afines nos regalan sus maravillosas historias con base en los recuerdos, acordándose de ellos con el hilo conductor de novelarlos o dárnoslos en cuentos, relatos (como los encantadores de Stefan Zweig) y demás géneros literarios.
III. Estoy releyendo A la busca del tiempo perdido, cuya último parte culmina en El tiempo recobrado. Y he recordado (al hojear la vieja edición, con los párrafos que subrayo en cada lectura), que Proust es la inteligencia más poderosa en las artes de acordarse de los recuerdos, con una maestría singular. Publicó otros libros. Pero en éste va en busca de los recuerdos que transcurren en el tiempo más que perdido; y resulta exactamente como él dice: recobrado. A mí me parece, guardando las distancias, que sus recuerdos son los que tenemos todos en general. Y que en algunos de nosotros esos recuerdos son más constantemente presentes. A unos nos atormentan. A otros nos seducen. Y quieren salir a danzar alegremente en las páginas. Pero solamente lo logran quienes tienen –además de recuerdos– el talento del escritor para poder verter esos recuerdos en hermosas recreaciones para compartirlas. Y buscan los recuerdos tanto en la inconsciencia como en la conciencia para investigarlos con una hipótesis e hilo conductor que los ensarte para crear belleza, tratando y conjuntando literariamente esos asuntos para el gozo de los lectores. Así es Marcel Proust, cuya genial novela está nuevamente a disposición de los lectores en tentadora presentación para volverla a leer.
Ficha bibliográfica:
Autor: Marcel Proust
Título: A la busca del tiempo perdido
Editorial: Valdemar (quinta edición)
Álvaro Cepeda Neri*
*Periodista
Contralínea 412 / del 16 al 22 Noviembre de 2014