Inspirado en el guerrillero Ernesto Guevara, el Che, en los logros de la Revolución Cubana encabezada por Fidel Castro, y por la pobreza en que vivían miles de guerrerenses a inicios de 1970, Manuel decidió tomar las armas y subir a la sierra, junto con otros jóvenes, para apoyar la lucha reivindicativa del profesor Lucio Cabañas Barrientos
Juan Carlos González Alarcón /Tercera parte, texto y fotos
Sierra de Atoyac, Guerrero. “Al inicio de la guerrilla de Lucio Cabañas, en 1967, yo seguía, como quien dice, en lo legal. Hacíamos actividades en la ciudad, en Atoyac, aunque de manera casi clandestina, como integrantes del Club de Jóvenes Democráticos”, comenta Manuel. Para entonces, la represión comenzaba a endurecerse. Casi no nos dejaban reunirnos ni pegar propaganda en las calles. Cuando se instaló la fuerza represiva en Atoyac, el cuartel militar en donde hoy es el Palacio Municipal, ya no se pudo hacer ninguna actividad.
“Ahí se torturó a mucha gente, acota. Entonces no nos quedó otra que incorporarnos al grupo armado, cinco años después de su inicio. Así fue como en 1972 también subí a la sierra. Claro que nunca perdimos el vínculo durante esos cinco años. Ya para entonces el grupo había crecido tanto cuantitativa como cualitativamente. La gente ya era fija en su mayoría. Decidimos en nuestras vidas que había la necesidad de integrarnos.”
?¿Qué consideró para tomar esa decisión?
?Había muchas condiciones externas que determinaron nuestra decisión. Por ejemplo, la admiración a la Revolución Cubana. Que allá había triunfado. Y se veían los logros. La figura emblemática del Che Guevara, que había caído muerto y en la lucha, en pro de sus ideales, en 1967, en Bolivia. Por lo menos a mí y a otros compañeros, eso nos inspiraba a luchar por nuestros propios sueños de libertad, de justicia, a favor de los pobres, en contra de la corrupción de los gobernantes, a luchar porque ya no hubiera tanta pobreza en los pueblos. Viendo la represión que había en la Costa Grande y en todo el estado, cuando no podíamos hacer nada de manera pacífica, no nos quedó otra alternativa que tomar las armas. El grupo, sostenido por los mismos pobladores, tenía una real posibilidad de consolidarse como grupo armado, incluso ya había hecho algunas pequeñas acciones. Por ejemplo, aquí, arriba de Atoyac, en el arroyo que le dicen el Chachalaco, hubo un ataque a la Judicial. A partir de ahí no volvió a subir a la sierra la Judicial. Como entonces el grupo era inexperto, no hubo mucho gane. Ni siquiera recogieron las armas dejadas por los judiciales que corrieron asustados.
Los primeros pasos guerrilleros
De sus primeros pasos en la guerrilla, Manuel relata: “Nosotros ya leímos el libro La guerra de la pulga, expresó un día Lucio Cabañas. Nos hemos ilustrado con varios libros que hablan sobre la guerrilla, compañeros. En una lección ejemplifica el caso de la pulga que pica al perro e inmediatamente corre, esto es, cuando el perro tira la mordida, la pulga ya no está en el lugar porque corrió antes de ser aplastada. Pues está será una de nuestras estrategias. Esto sucedió cuando les tiramos a los judiciales, y al verlos huir por un lado, pues también nosotros corrimos, pero en sentido contrario, por el espeso monte. Ese tipo de experiencias tuvieron los compañeros en los primeros días de la guerrilla. Y otras tantas parecidas, por la inexperiencia que se tenía. Así se fueron dando los primeros pasos del grupo guerrillero. Los primeros movimientos del grupo guerrillero fueron por la zona que yo llamo la sierra, no el fondo de la sierra. Lucio duró mucho tiempo por ahí. Después yo tuve más contacto con él, que los demás compañeros. Porque seguido iba a ver qué se les ofrecía. Iba a sus asambleas. Incluso acompañé a Lucio a varios pueblos, incluidos los que están por acá, en la sierra alta. Ésa fue la primera tarea del grupo armado: recorrer los pueblos para informar a sus habitantes la naturaleza de nuestro movimiento. No fue confrontar al enemigo. En las asambleas se invitaba a unirse a nosotros. De tal modo fuimos probando cómo organizar a la gente. Se nombraron a dos representantes en cada pueblo. La gente los elegía sin mayores discusiones. Fuimos a La Vainilla, y a muchos más. Como lo relata Lucio en el libro de Luis Suárez, a veces quedaba él y otro compañero de planta en el grupo. La gente subía al campamento, acompañaba algunos días, y luego regresaba a sus labores cotidianas, generalmente de campesino. De esa manera funcionaba.”
?¿Siempre era bien recibido Lucio Cabañas?
?¡Claro! Las asambleas siempre estuvieron concurridas por la mayoría de los pobladores. La gente lo apoyaba con comida recién hecha, con tortillas calientes salidas del comal. Por eso yo decía, en nuestra primera plática, que este movimiento armado surgió de un movimiento de masas. Es algo que recalcaré siempre. No surgió como otros grupos armados. Así, de un pueblo a otro, se sumaba más gente para acompañarlo al siguiente pueblo. De pronto eran 15, 20, 30, 40 personas con machete, con lo que tuvieran a la mano. Creo que de todos los movimientos armados surgidos en esa época en México, el de Lucio Cabañas fue el más importante, por el contacto que tuvo con la gente, con la población, con posibilidades reales de consolidarse. Lucio atraía a la gente por su carisma. Ése fue un periodo interesante de recorridos donde se dio a conocer el grupo por toda la sierra.
El ideal democrático
“Ya para 1972, cuando me incorporo, el grupo armado ya estaba consolidado”, confiesa Manuel. “Había un estilo, si no muy correcto, pero ése era. Había elementos fijos y temporales que iban por dos meses. Así constituido podía resolver varias cosas. Sobre todo permanecer en la sierra, ser autónomo de los pueblos, ser autosuficiente. Ya no necesitaba el suministro de alimentación. La comida ya se elaboraba en el campamento. Todo mundo participaba en la elaboración de los alimentos. Se hacía de todo. Algo bien importante. Porque era parte de la reeducación de la gente. Imagínese a un campesino, con su estilo de vida en su casa, donde le hacen todo, donde no puede ni calentar un café. Pues allá tenía que entrarle, a lavar trastes y hasta hacer tortillas a mano. Las hacíamos horribles, pero no quedaba de otra. Cuando las comíamos estaban deliciosas, y con las carencias que hay en el monte. Toda la gente participaba. Al principio le arrugaban la cara, pero ni modo, tenía uno que hacerlo cuando le tocaba tal comisión. Ésa era la vida del grupo armado en ese periodo. Nos organizábamos a través de comisiones, de todo tipo. Comisión de ir a recibir visitas, de ir por un arma, de hacer guardias. Había un rol de hacer guardias para que la demás gente estuviera en otras actividades. Siempre nos instalamos en lo alto de una montaña, en monte cerrado; siempre cerca de un arroyito para beber agua. Había reuniones diarias para hacer el balance de las actividades. En ocasiones había discusiones sobre problemas de más de fondo, pero eso nos llevaba casi todo el día. Había crítica y autocrítica todos los días. Tratábamos los asuntos cotidianos, como, por ejemplo, sobre quién infringió la disciplina, quién no cumplió con las tareas, etcétera.”
Delincuentes contra guerrilleros
“Hay algo interesante que no quisiera dejar de lado”, acota Manuel. “Hubo un momento, antes de que se desatara la represión por todo el estado, que los caciques quisieron utilizar a grupos de delincuentes en contra del grupo armado. Entonces no había la delincuencia organizada que azota en la época actual. Era aislada. Los caciques en un momento dado contrataron a muchos delincuentes para que combatieran al grupo armado. Un delincuente de apodo Mezcalillo conformó un grupo de delincuentes y anduvo tras la Brigada Campesina de Ajusticiamiento. Pero nunca dio con ella. Un intento más de abatir a la brigada lo hizo otro delincuente, de nombre Israel Chávez. Sin conseguirlo, enfatiza Manuel. Y hubo un tercer grupo de delincuentes, más peligroso, de unos hermanos Sequeidas. Ese grupo empezó a asesinar a campesinos a diestra y siniestra. A ése se le temía más. Incluso en San Martín de las Flores agarraron a un campesino, exigiéndole que les revelara el sitio donde se encontraba Lucio Cabañas con su grupo armado. Nunca les dijo nada. Ésa fue la importancia de tener a la población del lado del grupo armado. Nunca delataron nada. Después nos contó que los criminales le pusieron una navaja bien filosa en el cuello mientras lo interrogaban. Pero nunca delató nada. Y a él tampoco le hicieron nada. La gente luego nos avisaba cuando veía pasar al grupo de delincuentes. Había un gran apoyo de parte de la gente. También nos avisaban de los movimientos del Ejército. El problema fue cuando, ante la derrota de los grupos criminales, inicia el Ejército sus campañas de búsqueda y a utilizar métodos más crueles contra los pobladores. Cada 18 de mayo, Atoyac era un estado de sitio. Pensaban que los guerrilleros podían venir a recordar a sus compañeros de lucha. Ya no se podía hacer propaganda de ninguna manera. Precisamente a Octaviano Santiago lo agarraron un 18 de mayo. Lo torturaron muy feo esa vez. Pero sí lo dejaron libre. En ese tiempo ya estaba dura la represión. No había libertades de ningún tipo en 1970, 1971, 1972. El zócalo estaba lleno de soldados; por la calles se veían a soldados vestidos de civil haciendo atracos, se metían a las cantinas, armaban pleitos con la gente. Se hablaba incluso de que violaban mujeres en las calles. O sea, el gobierno le dio manga ancha al Ejército en esos años, para que hiciera lo que quisiera. Porque sabían que la gente era la que apoyaba al grupo guerrillero. Ésa fue la descomposición mostrada por el Ejército cuando tuvo todo el libertinaje.”
?¿Entonces las brigadas de delincuentes no lograron diezmar al grupo guerrillero?
?Para nada. No tuvieron ningún éxito. Jamás dieron con el paradero del grupo armado. Después de eso es que llega el Ejército con sus campañas represivas.
?¿Usted participó en alguna de las emboscadas?
?Pues… sí… como grupo, ¿no? Participábamos todos. Lucio dirigía personalmente la operación.
?¿Realmente Lucio encabezaba el grupo armado?
?No, no. Lucio dirigía los operativos. ¡En todos! salvo en aquellos que efectuaban ciertas comisiones, en operativos no tan complicados, tan arriesgados, en los que no se necesitara todo el grupo armado. ¡Él fue un verdadero hombre de acción! ¡Un hombre realmente valiente! ¡Él siempre estuvo al frente de la Brigada en las actividades militares!
Primeras emboscadas al ejército: desaparecidos en masa
“Los primeros desaparecidos, así en masa, se dieron a raíz de la primera emboscada que el grupo armado le hizo al Ejército mexicano”, revela el exguerrillero Manuel. Fue en el poblado de San Andrés, en el arroyo de Las Piñas. Ahí cayó un pelotón completito. Diez soldados muertos, y no sabemos sin los 12 heridos murieron después. Y del bando guerrillero ningún muerto, ningún herido. A raíz de esa emboscada, el Ejército agarró a muchos campesinos de varias comunidades, y a muchos los desaparecieron. Campesinos de la Remonta, de San Juan, del Cucuyachi, entre otros pueblos. A quienes culparon de haber participado en la emboscada. Reunían a todos los pobladores en el pueblo, y a quien vieran sospechoso, joven, adulto o anciano, se lo llevaban. Sin importarles el llanto y las súplicas de las mujeres, esposas, hijas, madres. Los pocos que regresaron estaban bien golpeados. Y la realidad es que todos esos lugareños nada tenían que ver con los hechos de la emboscada. Y estamos hablando de decenas, incluso cientos de desaparecidos en el estado, durante la guerrilla. Aquí hubo más que en ningún otro estado del país”, recalca Manuel. “Cuando se da la segunda emboscada, el pueblo más golpeado fue El Quemado”, agrega. “Incluso aún existe mucha gente que tiene testimonios de esa situación. Sobrevivientes de la represión. El Ejército se llevó a todos los hombres. Dejó a las puras mujeres. Por ejemplo, recuerdo el nombre de un campesino que se llamó Ignacio Sánchez, ya entrado en años, quien fue asesinado en la cárcel de Acapulco. Murió torturado. Era de ahí, de El Quemado. Igualmente otro acto represivo, brutal, en otro momento, cuando empezaban las campañas militares, lo vivió un campesino de San Martín de las Flores, Julio Hernández Hinojosa. Fueron de los casos más sonados de la represión. Lo castraron, fue tremendo. Eso fue aquí en Atoyac, en el centro de tortura que tenía el Ejército, donde ahora es el Palacio Municipal. Ésa era la estrategia del Ejército, reprimir a la población, capturar a los ciudadanos. Así querían infundir miedo entre la gente para que no apoyara a los guerrilleros. Para que sirviera de escarmiento a los que apoyaran al grupo armado”, puntualiza Manuel.
Núñez Ramos ignoró a Lucio Cabañas
“Una vez, ya en la sierra ?relata Manuel? Lucio me comentó que había tenido comunicación con Serafín Núñez Ramos y que él, Lucio, le planteó que se viniera para acá, que acá estaba la actividad, que aquí había mucho qué hacer, ‘aquí es el lugar donde debemos estar’, le dijo Lucio. Precisamente, Lucio me lo dijo en un poblado que se llama Las Cuevas, porque le pregunté que qué sabía de Serafín, de ese maestro supuestamente democrático, idealista, revolucionario que andaba adoctrinando a tanto joven y campesino, incluso niños, aleccionando sobre revueltas sociales y guerrillas. Pero no tuvo respuesta Lucio. Después supimos que se había ido a la Unión Soviética, que el Partido Comunista lo había protegido de esa manera. Y obviamente Serafín aceptó. De lo contrario, la otra vía, la más congruente con lo que anduvo predicando aquí en Atoyac, era venirse para acá.
?¿No quiso arriesgar su vida?
?Sí, sí. Así se puede entender.
?Diría, ya Lucio está muy expuesto, yo mejor me voy mejor a Moscú.
?Exacto. Se fue como tres años. Después regresó, pero cuando la situación ya estaba calmada.
?¿Por qué habla de una posible traición, entre liderazgos compartidos? ¿Comentó usted algo más con Lucio al respecto?
?Lo que se comentó sobre el caso, y lo decía la gente, fue que Serafín…
?¿Los traicionó? ¿Traicionó el movimiento?
?Que… digamos que… tuvo miedo a enfrentar la situación. Algo que él contribuyó en mucho en organizar, en educar a la gente del movimiento.
?Y a la mera hora los dejó solos.
?No decidió…
?No respondió como se esperaba, congruentemente con su decir…
?Exacto. Y la gente, los campesinos, consideraron mal la actitud de Serafín, de no haber sido congruente con el movimiento.
?Y con lo que anduvo predicando.
?Exacto. Porque él hablaba mucho de la necesidad de hacer la revolución, como lucha de cambio, que se iba a hacer por la vía armada. Y ponía como ejemplo a la Revolución Cubana y a la de octubre en Rusia. Serafín era más partidario a la expresión del socialismo en la Unión Soviética. Eso yo lo notaba, sobre todo en su lenguaje que trataba de manifestar más elaborado, con más tecnicismos ideológicos. Él siempre hablaba de la burguesía, de la clase proletaria. Por el contrario, Lucio era más sencillo al hablar, más directo, más natural, más práctico en su discurso. Serafín proyectó la imagen del hombre estudioso. ¡Pero ahí se quedó! ¡Nomás en la idea! Sus ideas no las llevó al terreno de la realidad, no las puso en acción.
El senador hospedado en la sierra
Cuando llegó el senador Rubén Figueroa, entonces Lucio se retira sin darle ninguna respuesta. Se hace una reunión aparte, y ahí nos cuenta todo. Cuando Figueroa platicó personalmente conmigo me hizo promesas deshonestas, por tanto todo su ofrecimiento es mentira, nos dijo Lucio. Eso abonó en su contra, por lo que se decidió detenerlo. ¿Qué esperaba uno de alguien que hacía un ofrecimiento que parecía real, de beneficio social colectivo, cuando inmediatamente hace un ofrecimiento deshonesto, de chantaje, de beneficio particular, tratando de corromper a un líder? Ahí se reafirmó la necesidad de detenerlo. Ya estaba entre nosotros. Rubén Figueroa manejaba mucho eso que eran delitos comunes. Y ahí se daba la discusión, porque los presos no habían cometido delitos comunes. Que si estaban presos los ciudadanos democráticos era por su actividad política, precisamente, por lo que eran presos políticos, y no eran delincuentes, ni criminales.
?¿Eran presos de conciencia?
?Exacto, presos de conciencia. Y Figueroa expresaba otras ideas. Por ejemplo de que no se le podía dar todo al movimiento, que había que negociar. Y luego terminó concretando, otra vez de manera particular. “¡Te doy a tus familiares, Lucio!, soltó a bocajarro el senador. Todos aquellos de apellido Cabañas. A todos los que sean de tu familia. Yo gestiono y te los libero muy pronto. Eso para empezar. Como una muestra de mi benevolencia, de mi buena fe. Para que veas que soy buena gente”. “Esos reaccionarios, traidores que apoyan a los ricos, a los gobernantes corruptos, aunque se pudran en la cárcel, no me los des, le contestó Lucio. Yo quiero a los verdaderos luchadores, a todos aquellos que han luchado por el pueblo”. Ahí estaba el nudo. No se podía salvar. Y en esa discusión llegó a proponer después, como a las tres horas, 500 mil pesos mensuales para el grupo armado. Porque Figueroa estaba entrando en un estado de desesperación incontrolable. En pocas horas pasó de ofrecer 75 mil pesos mensuales, que serían 1 millón de pesos actuales, a prometer 500 mil pesos mensuales. Y los Cabañas, Luis y Pascual, que lo acompañaban, tipos serviles, que se prestaban para que Lucio aceptara, insistían en que hiciera caso de las “excelentes” propuestas del senador. Él te dice la verdad, Lucio, le decía su tío Luis Cabañas Ocampo muy convencido. Así reforzaba las palabras de Figueroa. Y lo mismo repetía su otro tío, Pascual. La verdad era decepcionante ver a los Cabañas en esa actitud rastrera, a quienes se les consideraba democráticos. Porque ellos estuvieron ahí, en San Vicente, donde buscaba refugio el grupo. Y alguna vez colaboraron con el grupo. Ellos eran caciques de ahí. Siempre tuvieron en su poder la comisaría ejidal. O bien bajo mando de una persona allegada a ellos. Incluso se decía que Pascual Cabañas llegó a quitar huertas de café a cafeticultores por medio de la comisaría ejidal. Pero ellos nunca fueron democráticos, y revolucionarios menos ?asegura Manuel.
“Yo siento que Luis y Pascual veían a Lucio y al grupo armado como un respaldo para sus actividades, como diciendo, aquí tenemos este grupo de protección, por eso, en esos momentos, ellos lo avalaban. La verdad es que servían para entregar, en bandeja de plata, a Lucio a Figueroa. Así lo veíamos muchos dentro del grupo armado. Pues precisamente ellos colaboraron para ser el contacto, el enlace con Lucio, desde meses atrás, en que el senador buscó el encuentro, el diálogo, según para ofrecer una amnistía a todos los que andaban con Lucio.”
“Aguacero tras aguacero se iban las tardes y no había solución a las demandas”, evoca Manuel.
?Reúnete con todos tus hombres, Lucio, decía Figueroa. Discutan mi situación, analicen todas mis buenas propuestas. Y decide, tráeme una propuesta. Ya sea que acepten mis propuestas o las modifiquen. Y háganme una contrapropuesta. Hubo un momento en que regresó Lucio, después de habernos reunido los integrantes de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, del Partido de los Pobres, a decirle: “Pues no vemos posible que usted nos resuelva lo de la libertad de los presos políticos, que es lo que más nos interesa. Por lo pronto, vamos a hacer gestiones y usted queda detenido. Nos va a acompañar un tiempo por acá. Mientras se resuelve lo de los presos políticos. Y cuando se resuelva ese asunto usted se irá tranquilo”.
El Partido de los Pobres
El eje fundamental del discurso del movimiento era la lucha contra los ricos, argumenta el exguerrillero Manuel. La lucha de los pobres contra los ricos. Fue así como se fue arraigando en la gente el nombre del Partido de los Pobres. Quien luchó el 18 de mayo fue el Partido de los Pobres contra el partido de los ricos, aunque era el Partido Comunista a través de Lucio Cabañas. Pero la gente no lo sabía. Pero sí los ricos, quienes combatían al Partido Comunista y a Lucio que lo representaba. La gente tenía la visión de que el movimiento era del Partido de los Pobres. Así se hacía la propaganda en los pueblos, en las manifestaciones, en los mítines. Vamos a construir el Partido de los Pobres. Lo primero fue nombrar la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, que era el grupo armado. No fue algo formal, que se dijera vamos a hacer un Congreso para constituir un Partido Político. Incluso todos los partidos políticos empiezan por ser organizaciones.
? ¿Carlos Montemayor en su Guerra en el paraíso armó los hechos sin un soporte real?
?Yo considero que sí. Quien quiera presentar un material histórico debe precisar muchas cosas. O en última instancia, si no lo vivió, aunque haya estado en ese tiempo, tiene que consultar con otros compañeros. Sabes qué, no estuve en este momento, pero tú sí, dime cómo estuvo. Si es que quiere abundar en algún detalle específico.
?¿Montemayor entrevistó a Ramón u otro que perteneciera a las direcciones del grupo armado?
?No creo.
?¿Entrevistó a la gente del movimiento?
?Es posible, sí. Yo no supe mucho de su recorrido que hizo. El profesor Desidor Silva Valle me comentó que sí vino alguna vez por acá. Para honrar a la verdad, hay algunos pasajes menos cuestionables en la novela. Aquellos en que les preguntó a los campesinos cómo fue la represión. Le narraron algo de cómo fue aquello
?Usted es una voz de adentro
?Sí, por eso hay que hablar de la guerrilla por dentro. Es importante para conocer los procesos, las etapas que fue viviendo la guerrilla. Y de ahí la necesidad de que se escriba una verdadera historia sobre ella.
Un botón de muestra
“Éste fue un pasaje que se dio en uno de los campamentos que habilitamos en la sierra alta”, narra el exguerrillero Manuel. “Se dio la discusión de unos que iban a desertar. Quienes habían escondido algunas armas. Eran tres. Nada más que un compañero los detectó y los denunció ante la Dirección y ante la Brigada. Lo habían invitado a unirse a ellos. Era un campesino. Él sentía la responsabilidad de no hacer eso. Iba contra sus principios, sus convicciones. Se hacía llamar Niscéforo. A mí me pareció la actitud del compañero muy honesta. Estaría en entredicho su honor si no los denunciaba. Para él, eso de esconder las armas, era ni más ni menos que una traición a todos nosotros. Entonces se empezó a discutir sobre qué medidas tomar. Se hizo un juicio y una discusión que duró como un día y medio. Y la imprecisión de Carlos Montemayor en su novela Guerra en el paraíso es cuando él señala que Ramón estaba en desacuerdo en que se ajusticiara a los tres desertores. Lo que era una de las propuestas. Y otra era que se tomara otra medida como sanción. La verdad es que Ramón fue uno de los compañeros más insistentes en que se les ajusticiara como una medida de sanción, porque eso estaba en el reglamento interno de la Brigada. Incluso votamos y la mayoría ganó porque se les sancionara con la pena capital mediante el fusilamiento por desertores. Y más que se iban a llevar armas. Luego de otra prolongada discusión se llegó a otra medida, que se mantuvieran en calidad de detenidos, vigilados por guardias especiales.
?¿Cuál fue la posición de Lucio?
?No actuar drásticamente en contra de ellos. Y al final fue la que imperó, por el mismo peso de Lucio. Pero sí hubo una discusión interesante, muy amplia, que duró un día y medio.