En el centro de África, niños y niñas mueren por cólera, paludismo, malaria y sepsis o infección generalizada: fallecen por ingerir agua o alimentos contaminados y por no contar con un ambiente propicio para la higiene. Es decir, perecen por pobreza. Para estos menores, un tratamiento con suero intravenoso es la diferencia entre la vida y la muerte. La mayoría de las veces no tienen acceso a él. En algunos casos, sus padres impiden –por prejuicios– que se les aplique
Miriam Gathigah/IPS
Nairobi, Kenia. La diarrea acuosa aguda es uno de las principales causas de muerte durante la primera infancia en Kenia, pero por desconocimiento muchos padres no utilizan en forma adecuada el vital tratamiento del suero, lo que amenaza con revertir los logros alcanzados por el país en materia de salud pediátrica.
La Encuesta sobre demografía y salud de Kenia 2014, divulgada en abril de 2015, señala que la mortalidad de menores de 5 años en el país se redujo a 52 casos por cada 1 mil nacimientos de niños vivos el año pasado.
Esto representa un avance, teniendo en cuenta que en 2008 y 2009 había 74 muertes por cada 1 mil nacimientos exitosos, pero todavía dista de alcanzar la meta de sólo 32 decesos, establecida en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, adoptados en el marco de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El tratamiento principal para la diarrea acuosa aguda es la rehidratación, que se administra por vía intravenosa en los casos más severos de niñas y niños pequeños que padecen conmoción tras perder cantidades excesivas de fluidos corporales.
Una “solución en bolo”, o dosis líquida rápida administrada directamente por goteo intravenoso, permite una absorción mucho más rápida que la rehidratación por vía oral.
Sin embargo, “los padres que traen a sus hijos al hospital con diarrea acuosa aguda se niegan a someterlos a tratamiento con suero, y esto es muy preocupante, porque la diarrea es una de las principales causas de muerte entre niños y niñas, y proporcionar fluidos intravenosos es la principal solución”, explica a Inter Press Service (IPS) la enfermera Esther Mayaka, en la Clínica Jamii de Mathare, en Nairobi.
Las actuales lluvias e inundaciones en muchas partes del país propician “el regreso de enfermedades como el cólera, cuyo síntoma más revelador es la diarrea líquida”, agrega.
En febrero pasado, el director de Servicios Médicos de Kenia, Nicholas Muraguri, emitió una alerta por brote de cólera, tras registrarse un aumento en los casos de diarrea acuosa severa en varios condados, entre ellos Homa Bay, Migori y Nairobi.
Según Grace Irimu, profesora adjunta de pediatría en la Universidad de Nairobi, la reticencia a recurrir al tratamiento con suero tiene su origen en la falta de comprensión generada por un estudio de 2011 sobre La expansión de fluidos como terapia de apoyo (FEAST, por su sigla en inglés), para determinar si la técnica del bolo era la mejor práctica para llevar a cabo entre pequeños a los que se diagnosticaba conmoción.
El estudio FEAST, que se llevó a cabo entre niños y niñas de Kenia, Tanzania y Uganda, concluyó que las soluciones en bolo aumentaban en 48 horas la mortalidad de niños gravemente enfermos con problemas circulatorios o conmoción en estos contextos carenciados de África.
Sin embargo, Irimu dice a IPS que esa investigación excluyó a la diarrea y que sólo estudió enfermedades asociadas con la fiebre, por ejemplo el paludismo o malaria y la sepsis o infección generalizada.
“Por lo tanto, los padres deben entender que el tratamiento [con suero] salva las vidas de los niños diagnosticados con conmoción o mala circulación sanguínea debida a la diarrea”, señala.
La Asociación Pediátrica de Kenia también intenta poner las cosas en claro. En un comunicado que envió a IPS, reiteró que “la diarrea complicada por deshidratación severa es uno de los mayores asesinos de niños en el mundo”.
Según esa entidad, el estudio FEAST excluyó a la población infantil con diarrea y deshidratación porque “es muy conocido el valor de dar fluidos en este grupo”, agregando que “dar una adecuada terapia de fluidos es esencial”.
Irimu dice a IPS que el informe FEAST había llevado a revisar los “protocolos básicos de pediatría”, pautas nacionales para la atención infantil, así como cláusulas que abordaban el tratamiento de la diarrea.
Antes, cuando a un niño se le diagnosticaba conmoción a consecuencia de diarrea, se le daban fluidos en tres ciclos, cada 15 minutos dependiendo de la respuesta. Ahora, el pequeño recibe los líquidos en dos ciclos y, si no hay respuesta, se aconseja a los proveedores de salud que enlentezcan la administración del suero para darle al paciente la cantidad que su cuerpo necesita, dependiendo del nivel de deshidratación.
Mientras, el país continúa avanzando en su abordaje del VIH/sida (otro tema incluido en los Objetivos del Milenio) entre la población infantil. Estudios muestran que la cantidad de niños de entre 18 meses y 14 años de edad diagnosticados con VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) se redujo de 184 mil en 2007 a 104 mil en 2012, según la última Encuesta de indicadores de sida en Kenia.
Sin embargo, el profesor Joseph Karanja, experto en salud reproductiva y experto en VIH/sida en Nairobi, dijo que el país todavía puede tener un mejor desempeño en este sentido, porque “a través de los fármacos antirretrovirales disponibles como medida preventiva entre las madres VIH positivas, la transmisión del virus al bebé puede reducirse incluso a 1 por ciento”.
Pauline Samia, neuróloga pediátrica e integrante de la directiva de la Asociación Pediátrica de Kenia, dijo que también existe el compromiso de abordar enfermedades que desafían el manejo del VIH entre la población infantil, por ejemplo la epilepsia.
“Aunque la investigación en esta área es limitada, se estima que 6.7 por ciento de los niños que viven con VIH también padecen epilepsia, y que por lo menos 50 de los niños que tienen el virus presentan problemas en su sistema nervioso central, como un rezago en su desarrollo, cambios en su comportamiento y convulsiones”, observó.
En cuanto al progreso en el cumplimiento de otros Objetivos del Milenio, se ha logrado cierto avance al reducir la prevalencia del bajo peso entre menores de 5 años, una de las metas fijadas para erradicar el hambre extrema y la pobreza.
Según la Encuesta elaborada en 2014, no sólo se ha reducido de modo significativo la desnutrición infantil, pasando de 35 por ciento en 2008, al actual 26 por ciento, sino que además la prevalencia del bajo peso en los niños disminuyó de 16 por ciento en 2008, a 11 por ciento en 2014.
La Encuesta también señala que, aunque la mortalidad materna es alta, con 488 muertes por cada 100 mil nacimientos de bebés vivos, en el último lustro más de tres por cada cinco nacimientos tuvieron lugar en centros de salud, lo que implica una gran mejora en comparación con el 43 por ciento registrado en 2008.
Miriam Gathigah/IPS
[LÍNEA GLOBAL]
Contralínea 443 / del 29 de Junio al 05 de Julio 2015