Hasta hace poco, Estados Unidos y Europa Occidental calificaban al Emirato Islámico de “combatientes de la libertad”. Eso ocurría cuando esa organización operaba en Siria. Y ahora se indignan ante sus fechorías en Irak. Pero ese discurso –de por sí incoherente– resulta perfectamente lógico en el plano estratégico: los mismos individuos debían ser presentados como aliados ayer, y hoy como enemigos, aunque siempre estuvieron –y siguen estando– a las órdenes de Washington. El lado oculto de la política estadunidense queda en evidencia ante las acciones del senador John McCain, organizador de la Primavera Árabe y, desde hace mucho tiempo, interlocutor del califa Ibrahim
Thierry Meyssan/Al-Watan/Red Voltaire
Damasco, Siria. Todo el mundo conoce a John McCain como el líder de los republicanos estadunidenses que perdió las elecciones presidenciales en 2008. Pero eso es sólo una parte de su verdadera biografía, la parte que le sirve de cobertura para dirigir acciones secretas a nombre del gobierno de Estados Unidos.
Cuando me hallaba en Libia, durante la agresión “occidental”, tuve la oportunidad de consultar un informe de la inteligencia exterior. El informe decía que el 4 de febrero de 2011 la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) había organizado en El Cairo, Egipto, una reunión para iniciar la Primavera Árabe en Libia y Siria. Según el informe, John McCain había presidido la reunión. Aquel documento contenía una lista detallada de los participantes libios, encabezados por el segundo personaje más importante del gobierno libio de la época, Mahmoud Jabril, quien había cambiado abruptamente de bando al entrar en aquella reunión para convertirse en el jefe de la oposición libia en el exilio. Recuerdo que, entre los delegados franceses presentes, el informe citaba el nombre de Bernard-Henry Levy, personaje que nunca ha ejercido oficialmente ningún tipo de función en el gobierno francés. Muchas otras personalidades participaron en aquel encuentro, entre ellas una nutrida delegación de sirios residentes en el extranjero.
Al término de aquella reunión, la misteriosa cuenta de Facebook Syrian Revolution 2011 llamó a la realización, el 11 de febrero, de una manifestación ante la sede del Consejo del Pueblo (la Asamblea Nacional siria) en Damasco. Aunque aquella cuenta afirmaba entonces disponer de más de 40 mil seguidores, sólo una docena de personas respondieron a su llamado… ante las cámaras de los fotógrafos y cientos de policías. La manifestación se dispersó pacíficamente y los enfrentamientos en Siria no comenzaron hasta 1 mes después, en la localidad de Daraa.
El 16 de febrero de 2011, una manifestación organizada en Bengasi en memoria de los miembros del Grupo Islámico Combatiente en Libia masacrados en 1996 en la cárcel de Abu Salim se convirtió en un enfrentamiento a tiros. Al día siguiente, una segunda manifestación, organizada en memoria de las personas muertas en el ataque al consulado de Dinamarca, durante los incidentes provocados por la publicación de las caricaturas de Mahoma, también acabó en tiroteo. En el mismo momento, miembros del Grupo Islámico Combatiente en Libia provenientes de Egipto y bajo las órdenes de individuos enmascarados no identificados atacaban simultáneamente cuatro bases militares en cuatro ciudades libias. Al cabo de 3 días de combates y atrocidades, los cabecillas iniciaron la sublevación de la región libia de Cirenaica contra la región de Tripolitania. La prensa occidental presentó el ataque terrorista inicial como una “revolución democrática” contra el “régimen” de Muamar el Gadafi.
El 22 de febrero, John McCain estaba en Líbano. Allí se reunió con miembros de la Corriente del Futuro –el partido de Saad Hariri– a quienes encargó la supervisión de la introducción de armas en Siria organizándolos alrededor del diputado Okab Sakr. Y después salió de Beirut para inspeccionar la frontera siria y escoger las localidades, principalmente Ersal, que servirían como bases de retaguardia a los mercenarios que posteriormente participarían en la guerra que ya se estaba preparando.
Las reuniones que presidió John McCain marcaron claramente el inicio de un plan que Washington había trazado hacía mucho tiempo, plan que preveía que el Reino Unido y Francia atacaran simultáneamente Libia y Siria, conforme con la doctrina de “liderazgo desde atrás” y el anexo del Tratado de Lancaster House firmado entre Londres y París en noviembre de 2010.
La estancia ilegal de McCain en Siria
En mayo de 2013, el senador John McCain estuvo ilegalmente cerca de Idleb, en territorio sirio, donde llegó a través de Turquía para reunirse con líderes de la llamada “oposición armada”. El viaje sólo se hizo público a su regreso a Washington.
La estancia de McCain en territorio sirio fue organizada por la Syrian Emergency Task Force. Contrariamente a lo que sugiere su nombre, la Syrian Emergency Task Force es una organización sionista encabezada por un palestino asalariado del Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC, por su sigla en inglés).
En las fotos publicadas podía verse junto al senador a Mohammad Nur, vocero de la Brigada Tempestad del Norte, miembro del Frente al-Nusra, (al-Qaeda en Siria), que había secuestrado y aún retenía en su poder a 11 peregrinos chiítas libaneses en Azaz. Interrogado sobre su relación con secuestradores miembros de al-Qaeda, el senador McCain dijo que no conocía a Mohammad Nur y afirmó que el individuo se había metido en la foto.
Aquello provocó un gran escándalo y las familias de los peregrinos secuestrados presentaron ante la justicia libanesa una denuncia contra el senador McCain como cómplice de los secuestradores. Finalmente hubo un acuerdo y los secuestrados fueron liberados.
Supongamos ahora que el senador McCain haya dicho la verdad y que Mohammad Nur realmente lo engañó. El objetivo de su estancia ilegal en territorio sirio era reunirse con el Estado mayor del Ejército Sirio Libre (ESL). Según McCain, el ESL se componía “exclusivamente de sirios” que luchan por “su libertad” contra la “dictadura alauita” (sic). Como prueba del encuentro, los organizadores del viaje publicaron una foto.
En ella aparece el general Salim Idriss, jefe del Ejército Sirio Libre, pero también está presente (en primer plano, a la izquierda) Ibrahim al-Badri, que es precisamente la persona con quien el senador está conversando en la imagen. A su regreso de aquel sorpresivo viaje, John McCain afirmó que todos los responsables del Ejército Sirio Libre son “moderados en quienes se puede confiar” (sic).
Sin embargo, Ibrahim al-Badri (alias Abu Du’a) figuraba desde el 4 de octubre de 2011 en la lista de los cinco terroristas más buscados por la justicia estadunidense (Rewards for Justice), con una recompensa de hasta 10 millones de dólares para quien contribuyese a su captura. Y desde el 5 de octubre de 2011, el nombre de Ibrahim al-Badri había sido incluido en la lista del Comité de Sanciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como miembro de al-Qaeda.
Pero eso no es todo. Un mes antes de su encuentro con el senador estadunidense John McCain, Ibrahim al-Badri, bajo el nombre de guerra de Abu Bakr al-Baghdadi, había creado el Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL), siendo todavía miembro del Estado mayor del “moderado” Ejército Sirio Libre. Bajo ese nombre reclamó la autoría del ataque contra las cárceles de Taj y Abu Graib, en Irak, ataque que hizo posible la fuga de entre 500 y 1 mil yihadistas que se unieron a su organización. Aquel ataque estuvo coordinado con otras operaciones casi simultáneas en otros ocho países. Y los yihadistas liberados en cada una de ellas también se unieron a organizaciones armadas que operaban en Siria. Aquello resultaba tan extraño que la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) emitió una nota solicitando la cooperación de sus 190 países miembros.
Por mi parte, siempre dije que en el terreno no había ninguna diferencia entre el Ejército Sirio Libre, el Frente al-Nusra, el Emirato Islámico, etcétera. Todas esas organizaciones se componen de los mismos individuos y estos cambian constantemente de bandera. Cuando dicen ser miembros del Ejército Sirio Libre agitan la bandera de la colonización francesa y sólo hablan de derrocar al “perro Bachar”. Cuando dicen ser miembros de al-Nusra, agitan la bandera de al-Qaeda y dicen querer imponer el Islam –el de ellos– en todo el mundo. Y cuando se declaran miembros del Emirato Islámico, hacen ondear la bandera del Califato y anuncian que expulsarán de la región a todos los infieles. Pero, sea cual sea su etiqueta, cometen las mismas fechorías: violaciones, torturas, decapitaciones, crucifixiones.
Sin embargo, ni el senador McCain ni sus turoperadores de la Syrian Emergency Task Force han entregado al Departamento de Estado la información que poseen sobre Ibrahim al-Badri… Ni han pedido cobrar la recompensa. Como tampoco han informado al Comité antiterrorista de la ONU.
En ningún país del mundo, sin importar su régimen político, se aceptaría que el líder de la oposición estuviese en contacto directo, amistoso y público con un peligroso terrorista buscado por la justicia nacional.
¿Quién es el senador McCain?
John McCain no es simplemente el líder de la oposición política al presidente Obama. ¡Es también uno de sus altos funcionarios!
McCain es, en efecto, presidente del International Republican Institute (IRI), la rama republicana de la Fundación Nacional para la Democracia/Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés), desde enero de 1993. Esta supuesta organización no gubernamental fue oficialmente creada por el presidente Ronald Reagan para extender ciertas actividades de la CIA, en coordinación con los servicios secretos británicos, canadienses y australianos. Contrariamente a lo que afirma, el IRI es en realidad una agencia intergubernamental cuyo presupuesto es aprobado por el Congreso de Estados Unidos como parte de una línea presupuestaria que depende del Departamento de Estado.
Y precisamente porque es una agencia conjunta de los servicios secretos anglosajones, diferentes estados de todo el mundo prohíben toda actividad del IRI en sus territorios.
Es impresionante la lista de intervenciones de John McCain por cuenta del Departamento de Estado. El senador ha participado en todas las revoluciones de color organizadas en los últimos 20 años.
Sólo citaremos algunos ejemplos. En nombre de la democracia, el senador McCain preparó el fallido golpe de Estado contra el presidente constitucional Hugo Chávez, en Venezuela; el derrocamiento del presidente constitucional Jean-Bertrand Aristide, en Haití; el intento de derrocamiento del presidente constitucional Mwai Kibaki, en Kenia; y, más recientemente, el derrocamiento del presidente constitucional de Ucrania, Víctor Yanukóvich.
En cualquier Estado del mundo, cuando un ciudadano hace algo por derrocar el régimen de otro Estado es posible que se le felicite… si tiene éxito y si el nuevo régimen se convierte en un aliado. Pero será severamente condenado si sus iniciativas tienen consecuencias nefastas para su propio país. Sin embargo, el senador McCain nunca ha tenido el menor problema cuando sus acciones antidemocráticas en los Estados donde ha fracasado han resultado negativas para Washington, como en el caso de Venezuela. Eso quiere decir que, para Estados Unidos, el senador McCain no es un traidor sino un agente.
Pero es además un agente que dispone de la mejor fachada imaginable por ser el opositor oficial del presidente Barack Obama. Así que puede viajar a cualquier lugar del mundo (McCain es el senador estadunidense que más viaja) y reunirse sin ningún temor con quien mejor le parece. Si sus interlocutores aprueban la política de Washington, McCain promete que la continuará; si están en contra, McCain culpa de todo al presidente Obama.
John McCain es conocido como veterano y prisionero de guerra, durante 5 años, en Vietnam, donde se le aplicó un programa cuyo objetivo no era arrancar información a los prisioneros sino inculcarles un discurso. Se trataba de transformar la personalidad del prisionero para que hiciese declaraciones en contra de su propio país. Luego de ser estudiado para la Rand Corporation por el profesor Albert D Biderman a partir del ejemplo norcoreano, aquel programa sirvió de base a las investigaciones que el doctor Martin Seligman dirigió en Guantánamo y en otras instalaciones. Bajo la administración de George W Bush, la aplicación de ese programa a más de 80 mil prisioneros permitió convertir a varios en verdaderos combatientes al servicio de Washington. Por haber sucumbido él mismo en Vietnam, John McCain sabe perfectamente cómo funciona el programa y cómo manipular a los yihadistas sin ningún tipo de escrúpulo.
¿Cuál es la estrategia de EU con los yihadistas?
En 1990, Estados Unidos decidió acabar con su antiguo aliado iraquí. Después de haber dado a entender al presidente Sadam Husein que la invasión de Kuwait sería considerada un asunto interno de Irak, Washington la utilizó como pretexto para movilizar una coalición internacional contra Irak. Pero, ante la oposición de la entonces Unión Soviética, Washington no derrocó el régimen y se limitó a imponer y controlar una zona de exclusión aérea.
En 2003, la oposición de Francia no bastó para contrarrestar la influencia del Comité para la Liberación de Irak. Estados Unidos atacó nuevamente ese país y esta vez derrocó al presidente Sadam Husein. Por supuesto, uno de los principales responsables del Comité era John McCain. Después de poner durante 1 año el saqueo de Irak en manos de una empresa privada, Estados Unidos trató de dividir el país en tres estados diferentes, pero tuvo que renunciar a hacerlo ante la resistencia de los iraquíes. En 2007 trató nuevamente de hacerlo, apoyándose en la resolución Biden-Brownback, pero el intento terminó en un nuevo fracaso. Todo ello explica la actual estrategia, tendiente a lograr nuevamente la partición de Irak, esta vez a través de un actor no estatal: el Emirato Islámico.
La operación estaba en preparación desde hace tiempo, incluso antes del encuentro de John McCain con Ibrahim al-Badri. Varias comunicaciones internas del ministerio de Relaciones Exteriores de Catar –publicadas por amigos James y Joanne Moriarty– muestran que 5 mil yihadistas recibieron entrenamiento, financiado por Catar, en la Libia de la OTAN durante 2012, mientras que el futuro califa recibía 2.5 millones de dólares.
En enero de 2014, el Congreso de Estados Unidos celebró una sesión secreta en la que aprobó, en violación del derecho internacional, el financiamiento –hasta septiembre de 2014– para el Frente al-Nusra (miembro de al-Qaeda) y para el entonces llamado Emirato Islámico en Irak y el Levante. Aunque no se sabe con precisión lo que se decidió realmente en esa reunión secreta del Congreso estadunidense, revelada por la agencia británica Reuters sin que ningún medio de prensa de Estados Unidos se atreviese a violar la censura, es muy probable que la ley allí aprobada incluya algún acápite sobre el armamento y entrenamiento de los yihadistas.
Orgullosa de ese financiamiento estadunidense, Arabia Saudita proclamó a través de su televisión pública Al-Arabiya, que el Emirato Islámico se hallaba bajo la autoridad del príncipe saudita Abdulrahman al-Faisal, hermano del príncipe Saud al-Faisal –ministro saudita de Relaciones Exteriores– y del príncipe Turki al-Faisal –embajador de Arabia Saudita en Estados Unidos y en el Reino Unido.
El Emirato Islámico representa una nueva etapa en materia de mercenarismo. A diferencia de los grupos yihadistas que pelearon en Afganistán, Bosnia-Herzegovina y Chechenia, formados alrededor de Osama bin Laden, el Emirato Islámico no constituye una fuerza de apoyo sino un ejército en sí. A diferencia de los grupos que lo precedieron en Irak, Libia y Siria, formados alrededor del príncipe –también saudita– Bandar ben Sultan, el Emirato Islámico dispone de servicios integrados y sofisticados de propaganda que llaman a otros elementos a unirse a sus fuerzas. Y también dispone de administradores civiles formados en grandes centros occidentales de enseñanza y capaces de garantizar rápidamente la administración de un territorio.
Arabia Saudita compró armamento ucraniano acabado de fabricar y los servicios secretos turcos se encargaron de transportarlo y de entregarlo al Emirato Islámico. Los últimos detalles se coordinaron con la familia Barzani durante una reunión de los grupos yihadistas en Amman, el 1 de junio de 2014.
El ataque conjunto contra Irak por parte del Emirato Islámico y del gobierno regional del Kurdistán comenzó 4 días después de esa reunión. El Emirato Islámico se apoderó de la parte sunnita del país mientras que el gobierno regional del Kurdistán ampliaba su territorio en más de un 40 por ciento. Huyendo de las atrocidades de los yihadistas, las minorías religiosas abandonaban la zona sunnita, abriendo así el camino a la división del país en tres partes.
En violación del acuerdo de defensa en vigor entre Irak y Estados Unidos, el Pentágono no intervenía y permitía que el Emirato Islámico continuara su campaña de conquista y masacres. Fue sólo al cabo de 1 mes, cuando los peshmergas del gobierno regional kurdo ya se habían retirado sin presentar batalla y cuando la presión de la opinión pública ya se hacía demasiado intensa, que el presidente Obama dio orden de bombardear algunas posiciones del Emirato Islámico. Pero, según el general William Mayville, director de operaciones del estado mayor:
“Esos bombardeos tienen pocas probabilidades de afectar las capacidades globales del Emirato Islámico o sus actividades en otras regiones de Irak o de Siria.”
Es evidente que el objetivo de los bombardeos estadunidenses no es destruir el Ejército yihadista sino solamente garantizar que los diferentes actores no se salgan del territorio que se les ha asignado. En todo caso, los bombardeos son por el momento puramente simbólicos y sólo han destruido unos cuantos vehículos. En definitiva, es la intervención de los combatientes kurdos del Partido de los Trabajadores de Kurdistán y sirio lo que realmente ha detenido el avance del Emirato Islámico y abierto un corredor para permitir a las poblaciones civiles escapar a la masacre.
Están circulando numerosas mentiras sobre el Emirato Islámico y su califa. El diario Gulf Daily News afirmó que Edward Snowden había hecho revelaciones sobre ellos. Al verificar, hemos podido comprobar que el exespía estadunidense no ha publicado absolutamente nada sobre el Emirato Islámico y su califa. El Gulf Daily News es un cotidiano que se publica en Baréin, un emirato ocupado por las tropas de Arabia Saudita, y el artículo busca únicamente ocultar las responsabilidades del reino de los Saud y del príncipe Abdulrahman al-Faisal.
El Emirato Islámico es comparable a los ejércitos de mercenarios que existieron en la Europa del siglo XVI. Aquellos ejércitos participaban en las guerras de religión por cuenta de los señores que más les pagaban, así que podían estar a veces en un bando y estar después en el bando contrario. El califa Ibrahim es, de hecho, un condotiero moderno. Aunque hoy está a las órdenes del príncipe saudita Abdul Rahman –miembro del clan de los sudairis– nada tendría de sorprendente que prosiga su epopeya en Arabia Saudita, después de un tránsito por el Líbano o Kuwait, y que pusiese fin a la actual línea de sucesión saudita favoreciendo al clan de los sudairis en detrimento del príncipe Mithab, quien no es hermano sino hijo del actual rey Abdallah.
John McCain y el Califa
En la más reciente edición de su publicación, el Emirato Islámico dedicó dos páginas a denunciar al senador John McCain como “el enemigo” y “el cruzado” recordando su respaldo a la invasión estadunidense contra Irak. Para asegurarse de que la opinión pública estadunidense llegara a conocer esas acusaciones, el senador publicó de inmediato un comunicado calificando al Emirato Islámico como “el grupo terrorista islamista más peligroso del mundo”.
Pero toda esa polémica es sólo para distraer la atención del público. A uno le gustaría creer en ella… si no existiese aquella foto captada en mayo de 2013.
Thierry Meyssan/Al-Watan/Red Voltaire
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