La prensa occidental presenta al yihadista franco-argelino Mehdi Nemmouche como responsable de los asesinatos en el Museo Judío de Bruselas, perpetrados el 24 de mayo de 2014. El arresto de Nemmouche desató una ola de islamofobia en Europa. Sin embargo, todo indica que no se trata de un caso de antisemitismo ni de terrorismo. Nemmouche trabaja para un servicio de inteligencia y asesinó a dos agentes israelíes. Así, podría confirmarse que la nueva estrategia militar de Washington consiste en incorporar yihadistas a los servicios secretos de los países de la OTAN
Thierry Meyssan/Red Voltaire
La reorientación de la estrategia militar estadunidense está tomando un rumbo sorprendente. El 28 de mayo de 2014, el presidente estadunidense, Barack Obama, pospuso el enfrentamiento militar con Rusia y China y designó el terrorismo como principal enemigo, retórica con la que Estados Unidos vuelve al punto inicial del 11 de septiembre de 2001, cuando el entonces presidente George W Bush proclamaba la “guerra sin fin contra el terrorismo” e iniciaba –según sus propias palabras– una nueva cruzada.
Días antes del discurso de Obama en West Point, el 24 de mayo, tres personas habían sido asesinadas en el Museo Judío de Bruselas (Bélgica), hecho que la prensa europea presentó como un acto antisemita.
El 30 de mayo, en lo que fue presentado como un control de rutina en la estación de ómnibus interurbanos de Marsella, efectivos de la aduana francesa detenían a un joven hallado en posesión de armas que parecen haber sido utilizadas en los asesinatos en Bruselas. El sospechoso, identificado como Mehdi Nemmouche, es un delincuente de poca monta que ha estado varias veces en la cárcel. Supuestamente pasó 1 año en Siria, luchando en las filas del Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL o Daesh), organización disidente de Al-Qaeda y particularmente criminal. En aplicación de las disposiciones de la ley antiterrorista, Nemmouche fue mantenido bajo arresto 4 días, durante los cuales se negó a responder a las preguntas de los investigadores.
La prensa europea está comparando el caso Nemmouche con el de Mohammed Merah, otro joven delincuente, también de origen argelino y también islamizado en la cárcel, que al parecer se hizo yihadista en Afganistán antes de acabar perpetrando los atentados antisemitas registrados en las ciudades francesas de Toulouse y Montauban, en marzo de 2012. Mohammed Merah fue abatido por un comando de la policía encargado de arrestarlo, así que nunca llegó a hacer declaraciones ni a comparecer ante la justicia. Posteriormente se descubrió que trabajaba para la inteligencia interior francesa sin que haya llegado a saberse hasta el momento si esta última estuvo implicada en los crímenes que perpetró Merah.
Podía pensarse hasta ahora que la reorientación estratégica estadunidense no daría lugar a nuevas divagaciones antimusulmanas como las George W Bush. Pero al darse a conocer el arresto de Mehdi Nemmouche se produjo una avalancha de mensajes islamófobos en los foros de los grandes medios de los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Los internautas describían la religión musulmana como portadora en sí misma del terrorismo y del antisemitismo. Así que no había más que presentar al sospechoso como un “terrorista islamista” para provocar el resurgimiento del tipo de comportamientos que ya conocemos desde hace tiempo, particularmente entre los simpatizantes del Frente Nacional (partido francés de extrema derecha). En resumen, el caso Nemmouche aparece justo en el momento más conveniente para justificar la estrategia militar de Barack Obama.
Las apariencias engañan
En realidad, el atentado de Bruselas no es antisemita ni terrorista. Las dos víctimas centrales eran miembros de la inteligencia israelí y fueron fríamente ejecutadas por un asesino profesional.
Se anunció que Mehdi Nemmouche fue detenido durante un control de rutina porque el equipaje del sospechoso se abrió –por descuido– dejando ver el cargador de un fusil automático. Posible, pero poco probable. El sospechoso portaba un arma corta en su chaqueta pero no opuso resistencia cuando los aduaneros quisieron controlarlo. Transportaba un fusil automático Kaláshnikov (AK47), una pistola, una minicámara y portaba una gorra: todo idéntico a lo del asesino de Bruselas. Al parecer, la policía encontró en su equipaje un documento del EIIL, algo que no tenía ninguna razón de tener en su poder. Según las autoridades, la posesión de ese documento es la prueba inequívoca de que Nemmouche es un “terrorista”.
En 4 días de detención, en virtud de la ley de excepción antiterrorista, Nemmouche no respondió a las preguntas de los investigadores, reclamando para ello su “derecho al silencio”. Según su abogado, sólo explicó que había robado las armas de un auto en Bruselas, negó toda implicación en el crimen del Museo Judío y rechazó la extradición a Bélgica.
Resumiendo: por un lado tenemos una ejecución de espías israelíes en Bruselas y, por otro lado, el arresto “casual” de un yihadista lo bastante entrenado para no responder a los investigadores de la policía, pero incapaz de deshacerse a tiempo de las pruebas materiales que lo incriminan. Esta última contradicción es tan enorme que plantea muchas interrogantes.
El espectro del yihadismo en Europa
Hasta la aparición del caso Nemmouche, y aceptando el hecho no demostrado de que realmente sea este individuo el autor de los asesinatos de Bruselas, no existía ningún caso conocido de un yihadista que hubiese regresado de Siria para cometer crímenes en Europa. A pesar de ello, los ministros del Interior de los países miembros de la Unión Europea se reunieron (el 5 de junio pasado) para estudiar ese tema. Las policías de los países de la Unión Europea han registrado los casos de 3 mil europeos que estuvieron en Siria durante los últimos años para luchar contra el gobierno de ese país árabe. Es una cifra elevada, pero está probablemente muy por debajo de la realidad: el Ejército Árabe Sirio afirma haber combatido contra al menos 12 mil.
El peligro de que esos individuos cometan en Europa crímenes como los que ya han perpetrado en Siria es una amenaza real, pero no es eso lo que demuestra el caso Nemmouche. Mehdi Nemmouche se fue a participar en la yihad en Siria en momentos en que el servicio de inteligencia interna de Francia estimulaba aquel éxodo o incluso lo facilitaba. Durante su estancia en Siria, Nemmouche se incorporó al EIIL, dirigido por Abu Bakr al-Baghdadi por cuenta del príncipe saudita Abdul Rahman al-Faisal (hermano del ministro saudita de Relaciones Exteriores y del embajador de Arabia Saudita en Washington). Al notar los instructores que era más inteligente que el promedio de los elementos reclutados, Nemmouche fue incorporado a un servicio secreto. Dado el hecho que el EIIL responde a las decisiones de oficiales de Estados Unidos, Francia y Arabia Saudita, es evidente que Nemmouche se convirtió en agente de los servicios de inteligencia de alguno de esos países. Y si en efecto asesinó en Bruselas a dos “colegas” israelíes, lo hizo por órdenes de uno de esos tres países.
La prensa saudita subrayó que una de las víctimas israelíes parece haber estado implicada en el asesinato del entonces jefe militar del Hezbolá Imad Mugniyah, perpetrado en Damasco en 2008, sugiriendo así que los asesinatos de Bruselas fueron una venganza organizada por la Resistencia libanesa. Pero esa pista es absurda, ya que el EIIL es un grupo wahabita enemigo del Hezbolá (chiíta) y se dedica a masacrar sistemáticamente la población chiíta que tiene la desgracia de hallarse a su alcance. En todo caso, si el Hezbolá hubiese querido vengarse, lo habría hecho matando a las personas que dieron las órdenes en lugar de eliminar a los ejecutores.
Por otro lado, ese tipo de asesinatos se practica ya sea como medida de represalia, en cuyo caso la persona ejecutada es un agente del mismo nivel que el agente cuyo asesinato se quiere vengar, o para detener una operación del bando contrario. La información disponible hasta el momento no permite explicar quién seleccionó los blancos abatidos en Bruselas ni el motivo de los asesinatos.
Los crímenes del Museo Judío de Bruselas nos muestran la existencia de un peligro más grave que el simple terrorismo: la incorporación de verdaderos criminales a los servicios secretos de los países de la OTAN, servicios que por definición no obedecen a las leyes comúnmente establecidas. Si se amplifica ese fenómeno, seremos testigos de un desarrollo de la violencia de Estado en Europa, violencia que será, sin embargo, atribuida a supuestos “terroristas”.
La nueva estrategia militar de Barack Obama podría ser en realidad la ya conocida y vieja “estrategia de la tensión”.
Contralínea 391 / 22 de Junio al 28 de Junio