El bloqueo de Estados Unidos contra Cuba se instauró oficialmente hace 60 años, aunque casi desde la misma entrada en La Habana de los barbudos comandados por Fidel Castro comenzaron restricciones de todo tipo, primero para contener y a la larga para tratar de destruir la Revolución.
La Habana, Cuba. Para Washington, sobre todo a partir de la aparatosa derrota de Playa Girón en abril de 1961, quedó demostrado que una aventura armada contra la isla tendría un costo demasiado alto y había que buscar otra vía menos riesgosa para lograr poner de rodillas a la isla insurgente.
Por ello, los promotores del bloqueo dejaron claro desde el principio que el objetivo de esa política era provocar hambre y todo tipo de carencias entre los cubanos, hasta el extremo de que se sublevaran y provocaran por sí mismos la caída del Gobierno.
Así, las sucesivas administraciones estadounidenses fueron apretando las tuercas de esa política, como por ejemplo con la aprobación de la denominada Ley Torricelli en 1992, y posteriormente la Helms-Burton, en 1996, que convertía al bloqueo en ley, al punto de impedir que cualquier presidente de Estados Unidos pudiera dar marcha atrás por sí solo a la mayoría de las medidas anticubanas.
Contra esa guerra económica, comercial y financiera han tenido que batallar los cubanos por más de seis décadas, aunque a partir de 2020 la situación se tornó extremadamente dura para la nación caribeña.
Como un peso más sobre las dificultades cotidianas de la gente cayeron los efectos a nivel mundial de la pandemia de Covid-19 y las más de 240 medidas aplicadas adicionalmente por Donald Trump (2017-2021) en su mandato.
Por si no fuera suficiente, ya en los últimos días de su presidencia, el republicano incluyó a Cuba en la lista unilateral confeccionada por Washington de naciones supuestamente patrocinadoras del terrorismo, lo cual resulta un lastre que obstaculiza aún más el desenvolvimiento de las instituciones financieras cubanas y su comercio internacional. Ese paquete de restricciones se mantiene con mínimos cambios en lo que va de la administración del demócrata Joe Biden, a pesar de su promesa de campaña electoral de revisar esas sanciones.
Tanto es así que según reveló recientemente el canciller de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, solo entre agosto de 2021 y febrero de 2022, Cuba sufrió pérdidas récord por tres mil 806 millones de dólares, cifra 49 por ciento superior a la reportada en el período de enero a julio de 2021.
Añadió Rodríguez Parrilla que teniendo en cuenta los daños reportados entre enero-julio de 2021, solo en los 14 primeros meses del gobierno de Biden los perjuicios ocasionados por el bloqueo alcanzaron los seis mil 364 millones de dólares, lo que representa más de 454 millones de dólares mensuales o más de 15 millones de dólares diarios.
A precios corrientes, los daños acumulados durante seis décadas de aplicación de esta política ascienden a 154 mil 217,3 millones de dólares, y tomando en cuenta el comportamiento del dólar frente al oro en el mercado internacional, el bloqueo provocó perjuicios cuantificables por más de un billón 391 mil 111 millones de dólares.
Las cifras, aunque apabullantes, son frías y no logran dar la medida exacta de los padecimientos que esa política criticada abiertamente por la comunidad internacional, causa a los cubanos sin distinción de edad, sexo o posiciones políticas.
La educación también en la mira
El discurso vergonzante de los partidarios del bloqueo insistiendo en que el objetivo es solo hacer daño al Gobierno y “ayudar” al pueblo, se derrumba cuando los perjuicios pueden apreciarse a simple vista en un sector tan ajeno a los avatares de la política como los niños y adolescentes y su educación.
Es conocido que en Cuba la educación es un derecho de todos sin excepción, y sus resultados son apreciados como uno de los grandes logros del país a partir de enero de 1959.
Pero en muchas ocasiones el proceso de enseñanza es afectado por numerosas carencias materiales que compulsan a los maestros a tener incluso que innovar y buscar las más impensadas soluciones para que los niños aprendan.
Por causa directa o indirecta del bloqueo, adquirir desde las materias primas para fabricar lápices o plastilina, el papel para la impresión de libros, o incluso temperas y gomas de borrar, se convierte en una misión poco menos que imposible, y la carencia se proyecta de una u otra forma sobre el normal desenvolvimiento de las clases.
Así, el curso 2021-2022 comenzó con un reajuste de la base material que se le entrega gratuitamente a cada alumno al inicio del calendario docente.
Para ello, anualmente la enseñanza general requiere de 32 millones de cuadernos, igual cantidad de lápices y más de 1,6 millones de gomas de borrar, pero esas cantidades mínimas debieron ser reducidas aún más.
Según Gretel Moya, vocera del Ministerio de Educación (Mined), con el 24 por ciento de su presupuesto anual asignado a la educación, Cuba es reconocida mundialmente como uno de los países que más recursos dedica a la formación de las nuevas generaciones.
Sin embargo, puntualizó, resulta extremadamente difícil ejecutar ese presupuesto dadas las enormes trabas que impone el bloqueo para acceder a los medios más elementales de enseñanza aun cuando se disponga de los fondos para adquirirlos.
También se vio afectada la impresión de libros de texto, para los cuales el país asigna más de ocho millones de dólares cada año.
Algo semejante ocurre con el mantenimiento de las instalaciones escolares, ante la escasez de materiales de construcción y equipamiento importados. Las últimas compras se hicieron en 2019 y se vaticina un 2023 también muy duro, aseguró Moya.
En resumen, el más de millón 600 mil alumnos que hoy cursan de la enseñanza preescolar a la preuniversitaria en Cuba y sus 250 mil maestros, padecen cada día en las aulas los efectos del bloqueo de Estados Unidos.
Pero la guerra económica resulta aún más deplorable cuando impacta sobre aquellos centros de educación dedicados a la enseñanza especial.
Así, por ejemplo, en la escuela Solidaridad con Panamá, de La Habana, a la cual asisten niños con serias dificultades motoras, las carencias se aprecian en la falta de medicamentos necesarios para, por ejemplo, flexibilizar los músculos con vistas a una mejor locomoción.
También, en la imposibilidad de reponer todo el equipamiento necesario de la sala de rehabilitación de ese centro, y aunque estos son problemas que a simple vista corresponden al sector de la salud, influyen directamente sobre la calidad de la educación.
En tanto, en la escuela especial Abel Santamaría, en la que estudian niños y adolescentes ciegos o con agudas afectaciones oftalmológicas, Moya señaló al respecto las dificultades para poder acceder a equipos destinados a la enseñanza del sistema Braille o al papel especial que se requiere para ello, hasta los lentes que algunos alumnos precisan para atenderse sus padecimientos de la vista.
Resistencia creativa, la opción
Quizá el bloqueo de Estados Unidos tenga para sus promotores el inconveniente de hacer de los cubanos un pueblo mucho más resistente y creativo, aun cuando sus efectos llegan a ser angustiantes en muchos momentos.
En opinión de Odalys Falcón Ferro, maestra de la “Abel Santamaría”, es muy marcado el impacto de las restricciones pues las máquinas con las cuales escriben los alumnos invidentes se van deteriorando por el uso continuado durante tantos años y las dificultades para adquirir las piezas de repuesto afectan significativamente el aprendizaje cuando ellos no disponen de esos equipos.
En el caso de los niños con baja visión -añadió-, no solo el uso de los espejuelos con graduaciones altas, sino también las ayudas ópticas, como lupas y otros instrumentos, se ven grandemente afectados.
Explicó que los alumnos con baja visión, en dependencia del diagnóstico oftalmológico a veces requieren que se le aumente el tamaño de las letras o se le disminuya, y para eso se necesitan hojas e impresoras y con frecuencia los maestros tienen que hacerlo a mano.
Esto le resta calidad, “pero siempre se busca una alternativa, para que ese texto que el niño tiene normalmente en una escuela regular, los alumnos de la enseñanza especial también lo tengan”.
“Algo similar ocurre con los recursos de enseñanza que a veces son tan escasos como juguetes, medios didácticos o animales disecados, pues no se le puede dar a un niño con dificultades visuales un objeto roto o deteriorado porque se le distorsiona la imagen que se hacen de este.
“Entonces hay que inventar alternativas, sustituir, buscar en diferentes lugares, recurrir al apoyo de las familias y resolver esas carencias, que obedecen a ese injusto bloqueo al que nos tienen sometidos. Lo palpamos, pero no nos rendimos, seguimos buscando alternativas, para que los alumnos cuenten al menos con lo indispensable.
“Las limitaciones no nos van a faltar, pero contamos con la disposición de los docentes y la garantía y seguridad que le damos a la familia”, aseguró.
En igual sentido, Gretel Moya consideró que, a pesar del bloqueo estadounidense, el esfuerzo cotidiano de los educadores y del Estado cubano “suplen con talento y conocimientos las carencias y logran que la educación en el país continúe y obtenga notables resultados incluyendo importantes premios para alumnos cubanos en eventos internacionales”.
Subrayó la funcionaria que las limitaciones provocadas por una política dirigida a promover la destrucción del modelo social elegido por la mayoría de los cubanos, compulsan a generar iniciativas, crecer en habilidades y capacidades, poniendo en práctica la “resistencia creativa” planteada por el presidente Miguel Díaz-Canel.
“Esa expresión, aseguró, no es una consigna más, sino la salida posible de Cuba a una guerra económica que se mantiene a pesar de ser rechazada por la comunidad internacional, porque podrán interferir en todo, pero resulta imposible bloquear el talento y el empeño por avanzar.”
Rafael Calcines/Prensa Latina