El cáncer ocupacional es una de las enfermedades más graves provocada por la exposición prolongada a sustancias cancerígenas en el trabajo (asbesto, productos químicos, radiación). Sectores como la minería, la construcción y la industria son particularmente vulnerables, ya que los trabajadores pueden desarrollar cánceres de pulmón, de piel o mesotelioma. La escasa supervisión, el desconocimiento y el incumplimiento de medidas preventivas aumentan la incidencia de cáncer ocupacional
Bajo un modelo de producción capitalista, el trabajo y sus condiciones específicas tienen repercusiones claras y directas en la salud. Las condiciones de trabajo y las sustancias a las que están expuestos enferman o matan a los trabajadores, señala Sayuri Gallardo Kishi, maestra en antropología social por el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), con especialización en antropología de la salud y enfermedad.
En el título noveno de la Ley Federal del Trabajo (LFT) se establecen cuáles son los riesgos de trabajo que puede sufrir un empleado; entre ellos, destacan: intoxicaciones, trastornos mentales, enfermedades respiratorias, padecimientos en los sistemas óseo, muscular o articular, problemas en la piel, cáncer ocupacional, entre otros.
Este último riesgo de trabajo se desencadena por la exposición inadecuada o prolongada a una o varias sustancias carcinógenas de características químicas, físicas, biológicas y ambientales presentes en el entorno laboral, que por inhalación, ingestión o penetración son capaces de inducir cáncer o aumentar su frecuencia, explica Úrsula Ordoñez Pérez, especialista en salud ocupacional.
En el grupo de cánceres ocupacionales se mencionan 29 tipos que pueden adquirirse en el trabajo, tales como: cáncer de pulmón, de vejiga, de piel, de mama, de páncreas, de riñones o mesotelioma pleural.
Las ocupaciones con riesgo de exposición a agentes cancerígenos en las que se ha detectado mayor incidencia, de acuerdo con la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (IARC), son: la producción de aluminio, gasificación de carbón, minería, destilación de brea de alquitrán, producción de caucho, fundición de hierro y de acero, producción de alcohol isopropílico, agricultura, construcción, elaboración de pinturas, reparación de vehículos, entre otras.
Asimismo, la OIT establece que los carcinógenos ocupacionales son sustancias químicas, agentes físicos o biológicos y procesos de trabajo que, por su naturaleza y niveles de exposición, aportan riesgo considerable al trabajador. La IARC establece que existen alrededor de 118 agentes cancerígenos como: diésel, plomo, arsénico, pesticidas, benceno, níquel, radón, cromo, polvo de madera, hidrocarburos, radiación ionizante, tolueno, asbesto.

Asbesto cancerígeno
El asbesto –agente cancerígeno– es un mineral resistente a altas temperaturas, a la abrasión, a la fricción, a la tracción, al desgaste, al aislamiento eléctrico y acústico. Debido a sus propiedades es utilizado en materiales de construcción (tejas para techado, baldosas y azulejos, productos de papel y productos de cemento con asbesto), productos de fricción (embrague de automóviles, frenos, componentes de la transmisión), materias textiles termo resistentes, envases, empaquetaduras, y revestimientos, de acuerdo con la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR).
La exposición ambiental y ocupacional a asbesto en México ha causado muertes y daños a la salud, cuya magnitud se desconoce, indica un estudio de control de casos de mesotelioma pleural en trabajadores con seguridad social en México, publicado en 2009.
De acuerdo con el análisis, la exposición al asbesto está identificada como un riesgo ocupacional y su efecto cancerígeno sobre el pulmón, la pleura y el peritoneo. Sus resultados mostraron que la relación entre los usos industriales de todas las formas de asbesto generó aumento en las enfermedades y muertes relacionadas con el mesotelioma maligno pleural entre los trabajadores mexicanos.
En la LFT, dentro de los riesgos por cáncer ocupacional, en el puesto número 54 se menciona al mesotelioma de la pleura –código CIE-11: 2C26.0–. De acuerdo con la ley, se especifica que este padecimiento es común en “personas trabajadoras en la minería, fabricantes de productos de asbesto-cemento, trabajadores en la industria del hule, mecánicos de frenos, fabricantes de materiales de fricción, personas en la industria de la construcción y obras de ingeniería civil”.

Fallos en la prevención de cánceres ocupacionales
Hay leyes en México que establecen lo que deben de hacer las industrias o empresas para detectar, cuantificar y prevenir las exposiciones de agentes cancerígenos que, cuando son aplicadas, evitan los riesgos de contraer algún tipo de cáncer, explica Haydée González de la Rosa, doctora por parte de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí e investigadora en oncología molecular en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), campus Cuajimalpa.
El problema es que las leyes no se siguen o se aplican sólo cuando hay auditorías o a conveniencia de los empleadores, quienes no hacen las revisiones y seguimientos de sus trabajadores expuestos en el tiempo correspondiente o no les brindan el equipo adecuado para protegerse, menciona la investigadora de la UAM.
A su vez, las probabilidades de contraer algún cáncer ocupacional recaen en el empleado cuando no utiliza los equipos de seguridad o cuando, al momento de acudir a sus revisiones, desconoce los agentes cancerígenos que hay en su trabajo y no mencionan que tuvieron alguna exposición a ellos en sus citas médicas. “Necesitamos la educación de los mismos trabajadores y los dirigentes en estas empresas para que sepan lo importante que es el correcto seguimiento de las medidas preventivas en el trabajo”, añade la doctora González de la Rosa.
Por su parte, Mayra Galindo Leal, directora general de la Asociación Mexicana de Lucha Contra el Cáncer, comenta en entrevista para Contralínea que, para abordar la desatención de medidas de prevención de cáncer ocupacional, es necesario que el gobierno exija a las empresas tener los protocolos y equipos de seguridad para sus empleados y que los empleadores reconozcan la responsabilidad que tienen al tener “en sus manos” a trabajadores que favorecen que sus empresas sean exitosas.
Además, recalca la importancia de que los trabajadores conozcan los riesgos y agentes cancerígenos de sus ambientes laborales; que usen los equipos de seguridad de manera completa y correcta para disminuir los tiempos de exposición. También la importancia de acudir constantemente a revisiones médicas, ya que el cáncer no es inmediato y la latencia de una exposición a cancerígenos puede tardar años en mostrar una alteración que se refleje como cáncer.

Hegemonía del cáncer ocupacional
El cáncer es multifactorial; no se puede echar la culpa del padecimiento a un sólo factor. Por ello es importante que cuando se detecta, además del tratamiento, se remita a los trabajadores a un departamento de medicina del trabajo para que ahí investiguen y determinen la causalidad de su cáncer, enfatiza la investigadora de la UAM.
Añade que hay estudios como los casos y controles donde se puede hacer un seguimiento prospectivo o retrospectivo para conocer todos los factores y exposiciones que tuvieron los trabajadores. Sin embargo, este tipo de estudios no existen en México y sin ellos no se puede definir de manera contundente el cáncer ocupacional.
Es prioritario ver qué tipo de cuerpos y qué tipo de personas están expuestas a estos trabajos; pensar por qué sus vidas no valen lo mismo para las empresas, el Estado y las instituciones de salud, porque los trabajadores son quienes se van a quedar sin un pulmón o sin una vejiga por trabajar en minas, fábricas de asbesto o con sustancias tóxicas. Hay que enfatizar cuáles son los procesos de precarización y vulneración estructural que hacen que ciertas personas se expongan a trabajos que tienen estos impactos, señala la maestra por el CIESAS.
Asimismo, advierte que hay una geopolítica de la enfermedad, una distribución desigual de la enfermedad, de las exposiciones y riesgos laborales. Está diferenciada por sectores y clases dentro de la sociedad. Entran factores sociales y culturales como la construcción de un imaginario de la inmunidad: personas que se exponen a tóxicos industriales pero que piensan que no les va a pasar nada, por masculinidad o la identidad de pertenencia que te da el trabajo, añade la especialista en antropología de la enfermedad y de la salud.
La investigadora en oncología molecular detalla que, aun con las medidas de seguridad adecuadas, existe un problema relacionado con el estrato socioeconómico de los trabajadores en la detección de cánceres ocupacionales: “No es lo mismo un radiólogo, que es un médico que conoce los riesgos de exponerse a rayos X y que tiene todo para cuidarse, a un minero que desafortunadamente no conoce qué cancerígeno está manejando en la mina y por lo tanto no está al pendiente del tipo de cánceres que podría estar desarrollando”.
Un discurso muy predominante y hegemónico en cuanto a los cánceres es que quienes los padecen es por factores hereditarios o malos hábitos. Ello descuida los factores económico-políticos de las enfermedades, y no permite el reconocimiento de que el trabajo puede enfermar, concluye la antropóloga Gallardo Kishi.
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