Congreso de Estados Unidos, rehén de pirómanos políticos

Congreso de Estados Unidos, rehén de pirómanos políticos

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La destitución de Kevin McCarthy como líder de la Cámara de Representantes muestra cómo el Congreso de Estados Unidos es controlado por un pequeño grupo de políticos

Washington, Estados Unidos. La histórica destitución de Kevin McCarthy como líder republicano de la Cámara de Representantes muestra hasta dónde el Congreso de Estados Unidos es rehén de un pequeño grupo de pirómanos políticos.

Sólo ocho de los 222 miembros republicanos de la Cámara Baja lograron imponer su agenda de expulsión el pasado 3 de octubre contra el colega de California. En este empeño, sumaron el voto de la bancada demócrata que no estaba dispuesta a salvar a McCarthy.

Desde entonces ese órgano del legislativo –compuesto por 435 miembros, el número ya mencionado del partido republicano y 213 del demócrata– estuvo sin presidente por más de tres semanas.

En ese tiempo, dejó paralizados los trabajos del hemiciclo. Desde proyectos aplazados, hasta las negociaciones que permitan aprobar el presupuesto del año fiscal 2024, iniciado el pasado 1 de octubre.

El propio McCarthy firmó su sentencia de muerte. Fue con su colaboración de última hora con los demócratas para financiar el gobierno federal más allá del 30 de septiembre, cuando se terminarían los fondos y sobrevendría el perjudicial cierre o shutdown.

La resolución continúa. Antes de que expirara el plazo fijado, dio un oxígeno al Congreso por unos 45 días para llevar a cabo las negociaciones. “No me arrepiento de haber negociado”, expresó McCarthy la noche del martes 3 de octubre.

Sin embargo, uno de sus asesinos políticos, el congresista Matt Gaetz –republicano de extrema derecha de Florida– le había pronosticado la expulsión si colaboraba con los demócratas en la extensión de esa financiación.

Días antes de ser destituido, Gaetz recordó que McCarthy “llegó a un acuerdo con los conservadores de la Cámara de Representantes en enero, y desde entonces incumplió descarada, repetida y materialmente” eso.

El pacto “hecho con los demócratas para superar en gran medida las barreras de gasto que habíamos establecido, resultó realmente la última gota”, subrayó el representante floridano.

McCarthy asumió el cargo en enero después de 15 rondas de votaciones. Sucedió en medio de la división en las filas republicanas, a cuya ala extremista tuvo que hacer demasiadas concesiones. Los mismos lo despojaron del puesto de forma escandalosa y hasta humillante, como lo fue su propia llegada al poder.

La organización prodemocracia Stand Up America advirtió que la votación para cesar a McCarthy demostró “cuán decididos están los republicanos ultra-MAGA (Make America Great Again, eslogan popularizado por el expresidente Donald Trump) a sembrar el caos y la disfunción, en lugar de gobernar en nombre del pueblo estadunidense”.

“Está claro quién está realmente a cargo de la conferencia republicana: Matt Gaetz y su banda de pirómanos políticos”, acotó al insistir que la única agenda de los republicanos del MAGA “es paralizar al gobierno federal, usar su poder para exigir venganza política y atacar nuestra democracia y libertades básicas”.

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Batalla por el mazo

Fueron tres semanas de incertidumbre en la Cámara de Representantes. El expresidente de ese órgano, Newt Gingrich, advirtió que los ocho republicanos impulsadores de la moción de destitución “desataron furias” en la conferencia del partido.

Además de Gaetz –quien encabezó la moción para derrocar a McCarthy– respaldaron esta iniciativa –que por primera vez tuvo éxito en la historia legislativa de Estados Unidos– los representantes Andy Biggs (Arizona), Ken Buck (Colorado), Tim Burchett (Tennessee), Eli Crane (Arizona), Bob Good (Virginia), Nancy Mace (Carolina del Sur) y Matt Rosendale (Montana).

Para Gingrich, lo vivido en los últimos días en la Cámara Baja no tiene otro calificativo más que “desastre”. Alertó sobre un “peligro muy real” de que elija a alguien y, en unas pocas semanas, “un grupo de personas explotará y decidirá volver al mismo lío”.

La pelea por la presidencia de la Cámara de Representantes en un contexto de extrema división de los republicanos vio desfilar a cuatro candidatos. El primero que pasó la prueba de la nominación en la conferencia republicana fue el líder de la mayoría de la Cámara de Representantes, Steve Scalise, de Luisiana. Es un incondicional soldado del partido, quien renunció a la carrera apenas se percató que, si bien tenía una parte de apoyo, le sería imposible llegar al número mágico –217–, cantidad mínima para acceder al cargo. Esa cantidad de votos significaba una tarea hercúlea en una bancada fracturada.

El segundo nominado fue el presidente del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, Jim Jordan, de Ohio. Es fundador del conservador Freedom Caucus, quien pese a su insistencia perdió tres sufragios seguidos. Al negarse a renunciar, sus propios colegas le dieron la espalda.

En tanto, el tercer nominado de los republicanos resultó ser Tom Emmer, líder de la mayoría. Apenas saboreó la designación, pues enseguida descubrió que el respaldo a su candidatura se limitaba a quienes votaron por él de forma secreta cuando se reunió la conferencia para elegirlo. La renuncia del legislador de Minnesota ocurrió poco después de que el expresidente Trump emitiera una mordaz declaración contra él, en la cual lo llamó RINO –Republican In Name Only, o sea, republicano sólo de nombre–.

Así que el cuarto nominado, Mike Johnson, emergió justo en un momento de continuos llamados a solucionar el caos. El pasado 25 de octubre, el partido republicano decidió dar una muestra de cohesión. Este político de Luisiana logró los 220 votos –tres más que el mínimo necesario– que le aseguraron su elección como el presidente 56 de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos.

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Con un historial de línea dura

Johnson fue uno de los partidarios más fervientes y leales a Trump en el Congreso durante los días en que la retórica del robo electoral –en noviembre de 2020– alcanzó niveles impresionantes. Antes de su meteórico ascenso a la presidencia era casi un desconocido, aunque con un historial de línea dura.

“El hecho de que ahora haya un negacionista de las elecciones como presidente de la Cámara (Baja) muestra que la democracia todavía enfrenta un tremendo ataque en este país”, dijo la secretaria de Estado de Colorado, Jana Griswold, citada por el diario The Hill. “No creo que ningún miembro del Congreso que sea republicano y haya votado por él pueda eludir el hecho de que elevaron el extremismo en este país”, indicó la también presidenta de la Asociación Demócrata de Secretarios de Estado.

El partido demócrata apuesta a que el ferviente apoyo de Johnson al expresidente y su postura en cuestiones como el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto y la anulación de los resultados de las elecciones de 2020 serán contraproducentes para votantes indecisos e independientes en 2024.

Johnson lideró la redacción de un escrito amicus curiae en respaldo a una demanda de Texas. Ésta impugnó los resultados de las elecciones presidenciales de 2020, lo cual convirtió al congresista en una figura clave en los esfuerzos republicanos para anular las elecciones.

Igualmente, es considerado un aliado clave en el movimiento antiaborto. Apoyó la legislación que limitaba el procedimiento como la Ley de Protección del Niño No Nacido con Capacidad de Dolor y la Ley de Protección de los Latidos del Corazón de 2021.

Además, respaldó propuestas que harían recortes al Seguro Social y Medicare. La estrategia para el partido político opositor –en este caso el demócrata, minoría en el hemiciclo– de tratar de convertir al presidente de la Cámara Baja en un lastre para los candidatos, sobre todo en territorios muy competitivos, no es nueva.

Los republicanos intentaron presentar en su momento a Nancy Pelosi –demócrata por California– como elemento en contra de los candidatos del partido. Quizás a los demócratas les llegó la ocasión ahora con Johnson en el puesto de liderazgo republicano en ese órgano del legislativo para devolverle “el favor”.

Piensan que es el tiempo justo para definir no sólo quién es Mike Johnson y qué defendió, sino también con quién está y contra quién, advirtió Antjuan Seawright, un estratega demócrata.

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Reseñó el periódico que, por ejemplo, el representante Mike Lawler –de Nueva York– enfrenta una difícil campaña de reelección en su distrito. Mientras votaba por Johnson, se escuchó en el pleno que un demócrata le gritó “adiós”.

El Congreso de Estados Unidos lo componen el Senado –de 100 miembros–, controlado por los demócratas, y la Cámara de Representantes –de 435–. En las elecciones de medio término de noviembre de 2022, los demócratas perdieron por ajustada mayoría la Cámara Baja, donde la correlación de fuerzas es de 222 escaños para los republicanos, y 213, para el partido en el poder.

Algunos analistas son del criterio que la nueva muestra de incompetencia y extremismo podría obstaculizar el intento del partido republicano de conservar los escaños indecisos que necesita para mantener su mayoría en la Cámara de Representantes en 2024.

Deisy Francis Mexidor/Prensa Latin

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