En su esencia, el periodismo es una herramienta para ejercer el derecho humano a la información. Esta concepción implica, ante todo, que la profesión no puede ser ejercida de forma deshonesta y corrupta; por el contrario, se trata de una labor estrictamente ética que no da cabida a claroscuros: se es ético o no se es; se es periodista o no se es.
Quizá esta forma de concebir al periodismo pueda parecer radical o incluso utópica. Eso se explica porque hay una disociación entre la mayoría de los contenidos que nos ofrecen los medios y los valores éticos de la búsqueda de la verdad, la responsabilidad social, la honestidad y la independencia. Es decir, hay una brecha entre este mundo conceptual y la mayoría de la oferta informativa, plagada de desinformación, verdades a medias y abiertas mentiras. Por ello se suele concebir que sí existe un periodismo sin ética, pero no es así. Y es que hemos normalizado llamar periodismo a casi todo lo que nos venden los medios masivos de comunicación, cuando en realidad muchos de sus contenidos son vil propaganda o publicidad favorable a grupos de intereses específicos.
Claramente esto no define al periodismo, sólo define la forma en cómo nos hemos acercado a los medios. Por eso es importante que seamos conscientes de que la mayoría de los trabajos que consideramos periodísticos en realidad no lo son: han sido maquinados como si se tratara de cualquier mercancía que se sujeta a las reglas de mercado, de la oferta, la demanda pero, sobre todo, la rentabilidad y el lucro, sin ningún rigor periodístico ni rasgo de ética.
Y el hecho de que sigamos llamando periodismo a la posverdad, al amarillismo, al sensacionalismo y demás tergiversaciones intencionales de la realidad sólo legítima el fraude y la sistemática violación a los derechos humanos en la que incurren los medios masivos.
Cocinar historias para beneficio propio o de terceros vulnera el derecho de la sociedad a estar informada, de ahí la importancia de la independencia en el ejercicio periodístico. Pero el daño que se causa a la sociedad no sólo es en el derecho a saber: al ser un derecho llave, violarlo significa en los hechos impedir el acceso de las personas al ejercicio pleno de otros derechos, como el de la salud, la educación, al medio ambiente sano, al agua limpia, etcétera.
Y también se impide u obstaculiza a las personas su pleno acceso a la democracia: con información se construyen sociedades conscientes respecto de sus decisiones colectivas. Por tanto, el concepto y la práctica sí deben ser así de radicales: no existe el periodismo sin ética.
Formas de corrupción
Las traiciones de la prensa a la sociedad no son nuevas y no se ciñen a las actuales campañas negras contra un gobierno progresista. Abarcan la propia historia de los medios, esos que se asumían como soldados del PRI y luego del PAN, y siguen siendo los soldados de la oligarquía y de sus intereses empresariales.
La Guerra Sucia fue silenciada en la mayoría de los medios; la masacre estudiantil de 1968; la matanza del jueves de Corpus en 1971; las masacres de Aguas Blancas, el Charco, Acteal; en marzo de 2011 se llegó al extremo de que más 500 medios encabezados por las televisoras y las principales cadenas radiofónicas firmaron un pacto con Felipe Calderón para callar los crímenes de lesa humanidad en la guerra de Calderón y Genaro García Luna a favor del Cártel de Sinaloa. Apenas el sexenio pasado de Peña Nieto, en el caso Ayotzinapa incluso hubo “líderes de opinión” que exigían a los padres y madres de los estudiantes normalistas que ofrecieran disculpas al exprocurador Murillo Karam. Estos casos, que son sólo una muestra no representativa de todas las traiciones de la prensa al pueblo de México, son ejemplos de la corrupción en los medios.
En su ensayo Periodismo latinoamericano: los casos más comunes de corrupción, el periodista ecuatoriano Jaime López señala que “cuando se habla de corrupción en el periodismo normalmente se evoca la imagen de un
comunicador que recibe un soborno o un favor a cambio de alterar una noticia”. Esa se considera la forma más burda de corrupción y en el argot mexicano se le conoce como el chayote, chayo, soborno o cochupo. Por ello, la deontología periodística prohíbe recibir dinero, beneficios económicos y regalos con motivo de esta profesión, y los medios, al menos en sus códigos de ética, también lo prohiben.
Pero cuál fue mi sorpresa al revisar el Código de Ética de uno de los principales abastecedores de información cocinada a los grandes medios, como lo es la asociación civil creada por el empresario Claudio X González Guajardo, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (que por cierto, tenía tomada toda el área de periodismo del Centro de Investigación y Docencia Económicas, sobre todo su diplomado de periodismo de investigación. Incluso el exdirector general del CIDE, Sergio López Ayllón, es integrante del Consejo Consultivo de MCCI), que ese código es contrario a la ética periodística.
Actualizado el 14 de febrero de 2023, el código de “ética” de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad permite a todos sus colaboradores –es decir, desde su presidenta María Amparo Casar (exfuncionaria del gobierno de Vicente Fox) hasta sus supuestos periodistas– recibir a título personal regalos, dinero y beneficios económicos con motivo de sus actividades en la organización.
Textualmente establece que: “todo integrante de MCCI que reciba a título personal dinero, regalos, cortesías, descuentos o beneficio económico alguno con motivo de sus funciones en la organización deberá registrarlo en el Registro de Donaciones en Especie y Regalos. Ningún integrante de la organización entregará regalos a terceros que tengan como propósito o resultado influir en la toma de decisiones en favor de la organización. Cualquier donación en especie a las y los integrantes de MCCI con motivo de su trabajo deberá ser asentada en el Registro de Donaciones en Especie y Regalos. Quedan excluidos aquellos artículos promocionales o cortesías de valor simbólico que no aparenten o impliquen un posible conflicto de intereses. El Registro de Donaciones en Especie y Regalos especificará quién lo recibió, el origen, la fecha y una estimación del monto.”
No conforme con el hecho de permitir los chayos, la organización fundada por el empresario Claudio X garantiza opacidad a quienes los otorgan y a quienes los reciben. Así lo establece su código de “ética”: “el Oficial de Cumplimiento tendrá la responsabilidad de resguardar el Registro de Donaciones en Especie y Regalos. Únicamente el Oficial de Cumplimiento, el Comité de Ética, los directores y la presidencia, previa autorización del Comité, tendrán acceso a este registro”.
De acuerdo con la Carta mundial de ética para periodistas, “el o la periodista no debe utilizar la libertad de prensa en beneficio de intereses de terceros y debe abstenerse de recibir cualquier provecho por la difusión o no difusión de información. Evitará, o pondrá fin, a cualquier situación que pueda dar lugar a un conflicto de intereses en el ejercicio de su profesión. Evitará cualquier confusión entre su actividad como periodista y la de la publicidad o propaganda”.
Regresando al ensayo del periodista Jaime López, hay que tener en cuenta que entre las formas más comunes de corrupción en los medios están:
“• La creación artificial de hechos noticiosos para confundir o distraer la opinión pública y evitar así que temas que sí son de relevancia obtengan la atención que merecen;
“• Las campañas infundadas para destruir la imagen de una persona o grupo que no es afín a la ideología de los dueños de los medios o que amenaza el ‘status’ de los grupos económicos y políticos a los que está vinculado el medio;
“• La promoción desproporcionada de candidatos a puestos públicos afines con la orientación política del medio;
“• La presentación descontextualizada de las noticias para distorsionar las conclusiones del público;
“• La censura sobre temas y contenidos noticiosos que puedan ofender a los anunciantes o al partido gobernante;
“• Las tendencias y acciones para monopolizar la propiedad de los medios de comunicación y el control de las frecuencias radioeléctricas, y la exclusividad de las fuentes informativas;
“• Los cruces y dualidades de periodistas con funciones de relacionistas públicos o promotores en oficinas gubernamentales; y
“• La complicidad en las regulaciones y prácticas gubernamentales que comprometen la independencia periodística, como las leyes anti-prensa o el uso arbitrario de la publicidad oficial.”
Por ello, es claro que no existe el periodismo sin ética.
*Reflexión expuesta el 8 de junio de 2023 en el coloquio internacional “La comunicación para el siglo XXI y las luchas por el sentido”, organizado por el CIDE
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