El pueblo de Haití rechaza una nueva intervención

El pueblo de Haití rechaza una nueva intervención

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El 15 de octubre de 2022, Estados Unidos presentó un proyecto de resolución al Consejo de Seguridad en el que se pide el despliegue inmediato de una fuerza multinacional de acción rápida en Haití, buscando una fórmula para justificar su cuarta intervención militar importante en ese país en un siglo. Para hacerlo, Washington está tratando de delegar a una nación o grupo de naciones para que intervenga en su nombre. Las fuentes dicen que los candidatos para tal “honor” son las Bahamas, Canadá, México y Noruega.

Días después, el 24 de octubre, Estados Unidos y México propusieron en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) el envío de una “misión de asistencia internacional” a Haití.

La intervención fue solicitada por el primer ministro de Haití y presidente en funciones Ariel Henry, luego de que él mismo provocó una crisis por imponer las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) de subir los precios del combustible, lo que generó protestas y un amplio movimiento. En medio de un agudo conflicto interno –que los propios haitianos deben resolver– los grandes intereses financian grupos paramilitares para mantener la zozobra, a la par que grupos populares se organizan y defienden su soberanía y una transformación, mientras el monopolio de medios mete a todos en el mismo saco satanizándolos por igual.

Henry fue impuesto en el poder, por el Grupo Central (liderado por Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU y la Organización de los Estados Americanos, OEA) tras el asesinato del impopular presidente Jovenel Moïse. Éste fue ultimado por una conspiración entre el partido en el poder, narcotraficantes y los servicios de inteligencia estadounidenses que usaron mercenarios colombianos. Ahora el pueblo exige la destitución de Ariel, él se resiste a dejar el poder y pide una invasión en apoyo de su cuestionado gobierno.

Ariel Henry es simplemente un jefe de gobierno, nominado pero no juramentado por el último jefe de estado electo de Haití, el presidente Jovenel Moïse, el 5 de julio de 2021, dos días antes de su asesinato. Henry fue llevado al poder dos semanas después por el “Grupo Central” de embajadores en Haití, dominado por Estados Unidos. El mandato de Moïse terminó indiscutiblemente el 7 de febrero de 2022 (aunque la mayoría de los expertos legales dicen que en realidad finalizó un año antes), así que Henry no cuenta con legitimidad alguna.

Organizaciones de la sociedad civil haitiana se han manifestado con fuerza contra la intervención extranjera solicitada por el primer ministro Ariel Henry. Haitianos residentes en Estados Unidos se han movilizado en Washington y en otras ciudades para exigir el fin del apoyo que las potencias occidentales brindan al gobierno interino de Haití, porque a lo que llevan es a una mayor intervención en ese territorio caribeño.

El pueblo de Haití rechaza indignado la intervención. En 100 años ha sido invadido cuatro veces por Estados Unidos primero de 1915 a 1934, luego en 1994-95, y posteriormente, para derrocar al gobierno de Aristide que tomó medidas que no gustaron en el extranjero. Estados Unidos, Canadá y Francia ocuparon la isla desde 2004 hasta 2017 con la llamada MINUSTAH. Luego, de 2017 a 2019, implementaron la MINUJUSTH para seguir su ocupación bajo la bandera de la ONU. Incluso el terrible terremoto de enero de 2010 fue aprovechado por Estados Unidos para reforzar su ocupación militar, controlando el aeropuerto y mandando a 3 mil soldados armados. En vez de enviar médicos, alimentos y medicinas a la devastada isla, mandan fusiles, muchos de los cuales permanecen ahí para crear caos.

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Históricamente Estados Unidos han tratado de castigar a Haití pues después de ellos fue el primer país en declarar su independencia en 1804, en la isla triunfó la primera revolución antiesclavista y se estableció la primera República Negra que se independizó política y económicamente. Desde 1791 comenzó una insurrección para liberar a los esclavos que culmina en 1794 en una lucha dirigida por Toussaint Louverture. El ejemplo cundía habiendo levantamientos armados en otras islas del Caribe como Martinica, Guadalupe, Jamaica, Granada y San Vicente, también hubo conjuras en Caracas. Su ejemplo hizo temblar a los esclavistas estadunidenses, recordemos que los Padres Fundadores de EU eran todos esclavistas. La primera república negra del mundo ayudó generosamente a las campañas de Simón Bolívar, además de que apoyó la independencia de Argelia y otros países africanos.

En reprimenda, los imperialistas impusieron el bloqueo comercial para ahorcarlos económicamente –el  primero que practicó Estados Unidos– aplicándolo “contra los negros rebeldes”, que daban mal ejemplo a sus esclavos del sur que aspiraban a la libertad, había que evitar la propagación de sus ideas revolucionarias. Recordemos que en Estados Unidos se abolió la esclavitud en 1863, hasta que habían transcurrido 78 años de su independencia. Thomas Jefferson, prócer de la libertad estadunidense y propietario de esclavos, decía que había que confinar “la peste a la Isla” según recuerda Eduardo Galeano. Los nuevos esclavistas modernos, las modernas corporaciones tampoco olvidan y siempre han querido castigar a Haití.

Además, les preocupaba que Haití se convirtiera en un competidor en la exportación de azúcar, por lo que se sentían obligados a tener a Haití en un puño y para ello contaron con el apoyo de una corrupta oligarquía local y las empresas azucareras que acapararon la tierra despojando a los campesinos. Asimismo, han buscado controlar a este país por su ubicación estratégica siendo un punto clave para el tránsito naval en el Caribe.

Desde hace 500 años la gente y la naturaleza de Haití fue destruida por el colonialismo, en primer lugar, el invasor español que practicó un genocidio que acabó con la población, cuando llegan los peninsulares a lo que ellos llamaron La Española había 8 millones de habitantes (según Cook y Bora) para 1508 dice Bartolomé de Las Casas que sólo quedaban 60,000 y para 1531 sólo había 600 según Guitar. La explotación y la viruela acabaron con los indígenas taínos.

Esta isla boscosa con grandes recursos naturales fue saqueada y devastada, el colonialismo francés y el neocolonialismo norteamericano terminaron de arrasar con sus bosques desmontando tierras para la producción azucarera. Los colonialistas europeos comenzaron a exportar las riquezas de la flora y fauna de la isla y a establecer enormes plantaciones de azúcar y café, el país de antaño boscoso quedó totalmente erosionado, lo que ha significado un terrible desastre humano y ecológico. Para justificarse, los invasores calumniaron a los indígenas originarios, inventando que eran caníbales y que practicaban sacrificios humanos, pretexto perfecto para apoderarse de sus riquezas.

Ante la falta de mano de obra indígena los colonizadores importaron gente esclavizada de África que había sido secuestrada en sus aldeas de origen. Luego, los piratas franceses comenzaron la invasión de lo que hoy es Haití y para Francia fue una colonia tan lucrativa que en 1776 extraían de esa pequeña isla lo mismo que obtenían los colonizadores en toda la América española. Tras la independencia, Francia comenzó a cobrar “indemnizaciones” y a endeudar terriblemente al país que entonces fue dominado por unas cuantas familias.

Durante el siglo XX, cuando EU no intervino directamente, usó a personeros locales, como fue el caso de los Duvalier: Papa Doc y Baby Doc quien heredó el poder de su padre a los 19 años de edad, ambos impusieron su dictadura desde 1957 a 1988. Usaron un ejército privado –seis veces más grande que el Ejército– los Tontons Macoutes para sus fines. Esta milicia criminal asesinó a más de 60 mil oponentes políticos. Luego gobernó una dictadura militar hasta 1991 y otra más desde ese mismo año hasta el año 1994 cuando, por no perder el control del país y temiendo a la ola de migrantes que llegaba a EU, se invade Haití y se aplican las medidas que dicta el FMI.  A sangre y fuego se comienza a aplicar el neoliberalismo. En 1995 se reinstala Aristide quien había ganado las elecciones, con el compromiso de éste de privatizar, liberalizar el comercio y alentar las importaciones de Estados Unidos.

Debido a las políticas que dictó Washington, a través del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, la situación se deterioró más, se disparó el narcotráfico y cundió el desempleo y el hambre, mientras que el 60% sufría analfabetismo. Además, la deuda externa era cada vez más gravosa para la economía y la vida del pueblo.

Entonces Aristide toma fuertes medidas, le exige a Francia la devolución de las reparaciones que le obligaron a pagar para reconocer su independencia, exigiéndole 21,700 millones de dólares. Su gobierno aumentó al doble el salario, invirtió en salud, construyó escuelas y distribuyó desayunos escolares, además se acercó a Cuba al recibir 700 médicos cubanos y mandó 372 jóvenes a estudiar medicina a la mayor de las Antillas.

Ante esto, la oligarquía, los ex militares y grupos paramilitares comenzaron a crear caos. Estados Unidos temiendo una alianza Haití-Cuba-Venezuela lanza una invasión en febrero de 2004, que encabeza Francia y acompaña Canadá, violando el Capítulo 7, Artículo 43 de la Carta de la ONU que sólo autoriza el despliegue de tropas “para mantener o restaurar la paz y la seguridad internacionales”. Desde 2004 en adelante la ilegal ocupación ha causado violencia y caos.

Hoy Estados Unidos promueve una nueva invasión usando a la ONU. Pero recordemos que todas sus intervenciones, injerencias y misiones de “paz” de cascos azules, no han hecho más que descomponer la situación, ellos y los canadienses ya no pueden dar la cara pues en las calles los repudian. Nadie olvida la violación, por parte de los cascos azules, de mujeres, niñas y niños (más de 2000), por contaminar los ríos con sus heces fecales causando una terrible epidemia de cólera, además de que tropas de la ONU dispararon en varias ocasiones contra multitudes. Entonces, aprovechando la buena imagen de México, desean que sean los mexicanos quienes den la cara en una nueva intervención, pero esto viola flagrantemente la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que en su artículo 89 sanciona la no intervención en otros países, la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de los conflictos. ¡México no debe cooperar con esta nueva invasión de Estados Unidos y aliados, que ven a la isla como un punto estratégico a controlar!

Dicen que buscan intervenir para dar “ayuda humanitaria” contra las bandas, mismas que han sido creadas por la oligarquía proyanqui haitiana y son apoyadas por el Grupo Central a quien Estados Unidos dota de armas. Ante el mundo el monopolio de medios presenta la imagen racista de “estos negros salvajes” que necesitan ayuda porque “no pueden gobernarse solos”, cuando son ellos los artífices e instigadores de esta terrible situación que por cierto ha provocado una ola de migrantes que huyen de su país.

A los grupos como al G9 y su líder Jimmy Chérizier los tildan de “pandilla” cuando en realidad organizan a la población para el cambio social, quieren masacrarlos porque encabezan a las masas populares que exigen mejores condiciones de vida y están hartas de ser dominadas por los oligarcas y la intervención extranjera. Jean-Charles Moïse, el guía máximo del partido izquierdista haitiano Petit Dessalines, ha pedido a sus seguidores estar preparados para defenderse, seguro de que en su país “ha llegado la hora de la revolución” y de la defensa de su soberanía.

Los haitianos hacen frente a la campaña de Estados Unidos que desde hace siglos niega que puedan ser independientes política y económicamente, alimentando prejuicios racistas y neocoloniales, alentando la imagen de la inevitable “ayuda” que requiere ese pueblo que, según ellos, no es capaz de gobernarse a sí mismo.

En Haití hay un pueblo en pie de lucha que busca arreglar sus propios problemas, salir de la terrible herencia colonial y neocolonial, y que exige respeto a su soberanía. El pueblo de México apoya la autodeterminación del pueblo de Haití y de todos los pueblos del mundo y exige ¡No a la intervención!

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