La minoría misógina, otro año más

La minoría misógina, otro año más

El decreto de reforma a las leyes secundarias en materia de igualdad sustantiva de las mujeres fue firmado por la presidenta Claudia Sheinbaum
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Si bien se han logrado avances importantes en la igualdad de género internacionalmente, no se puede permitir que la minoría misógina impida empoderar a mujeres y niñas

Nueva York, Estados Unidos. Una minoría misógina de la población mundial continúa oponiéndose a los esfuerzos para lograr la igualdad de género. No se puede permitir que impida empoderar a mujeres y niñas.

Según encuestas nacionales en diferentes regiones en el mundo, una gran mayoría del público apoya la igualdad de género. Asimismo, dice que es importante que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres.

Las mayorías que apoyan la igualdad de género varían desde máximos de 90 por ciento o más en países como Canadá, Suecia y el Reino Unido, hasta mínimos de aproximadamente 55 por ciento en Kenia, Rusia y Corea del Sur.

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Entre la minoría misógina, muchos consideran a las mujeres inferiores a los hombres. Con demasiada frecuencia, las tratan como su propiedad personal; les niegan el control sobre sus vidas y sus cuerpos; restringen sus derechos políticos, sociales y económicos, y las ridiculizan, intimidan y abusan físicamente de ellas.

De igual manera, los misóginos suelen desestimar los principios fundamentales de la igualdad entre hombres y mujeres consagrados en documentos, tratados, declaraciones e instrumentos internacionales, como la Declaración Universal de Derechos Humanos. Tienden a oponerse a las leyes y políticas de igualdad de género que se incorporan en tratados regionales e instrumentos nacionales.

La lucha actual por la igualdad de género sigue una larga historia de opresión mediante el uso de la autoridad, la ley, la fuerza física y la violencia por parte de los hombres. En muchas sociedades, a las mujeres y a las niñas se les ha impedido alcanzar la plena igualdad y disfrutar de sus derechos humanos básicos.

En casi todas las sociedades del pasado, las mujeres estaban bajo el control de sus padres y maridos. Se les impedía tomar decisiones personales. En general, tenían pocas opciones para mantenerse a sí mismas fuera del matrimonio. Se casaban o se las obligaba a casarse a edades jóvenes, con el objetivo principal de tener relaciones sexuales, tener hijos y mantener o trabajar en un hogar familiar.

Recién a principios del siglo XX, los países comenzaron a aprobar leyes que garantizaban a las mujeres el derecho a votar y presentarse a las elecciones. El primer país fue Nueva Zelanda en 1893. Aproximadamente una década después, le siguieron Australia, Finlandia, Dinamarca e Islandia.

Un par de décadas más tarde, se les concedió el mismo derecho en Estados Unidos y el Reino Unido. Casi un siglo después, los países que les han permitido participar son Bután, Kuwait, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.

Hacia mediados del siglo XX, más de la mitad de los países habían concedido el derecho al voto. En un inicio, algunos tenían restricciones según la edad, la educación, el estado civil o la raza. Hoy en día, ninguno de los casi 200 países del mundo prohíbe a las mujeres votar por su sexo.

Varias organizaciones han compilado clasificaciones e índices que señalan la posición de los países en materia de igualdad de género, derechos básicos y bienestar. Entre las naciones con las calificaciones más altas se encuentran Dinamarca, Finlandia, Islandia, Nueva Zelanda, Noruega, Países Bajos, Suiza y Suecia.

Por el contrario, aquellos con las calificaciones más bajas suelen sufrir conflictos civiles, lo cual socava los esfuerzos encaminados a la igualdad de género. Entre éstos, se encuentran Afganistán, Chad, República Democrática del Congo, Somalia, Sudán del Sur, Sudán, Siria y Yemen.

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Particularmente, digna de mención es la terrible situación de género en Afganistán. Los factores socioculturales, las prácticas y creencias tradicionales han contribuido a la terrible situación del país. A las niñas, se les prohíbe asistir a la escuela secundaria y el empleo de las mujeres está prácticamente prohibido, con excepciones en las áreas de salud y educación.

Además de las diferencias entre países, las diferencias significativas en la igualdad de género y la condición de la mujer pueden variar dentro de los mismos. En Estados Unidos, por ejemplo, algunos de los Estados que han alcanzado los niveles más altos en bienestar, salud y seguridad son Connecticut, Maine y Massachusetts, mientras que Alabama, Arkansas y Luisiana se encuentran en el otro extremo del ranking.

Aunque las mujeres representan 50 por ciento de la población de 8 mil millones de personas, su representación entre los gobiernos y su participación en la política es menor. En los niveles de la toma de decisiones y la formulación de políticas, en particular en las áreas de defensa y economía, están subrepresentadas.

Se reconoce que la educación de niñas y mujeres es una de las mejores inversiones. Proporciona una base básica para una vida de aprendizaje, avance y empoderamiento. En el mundo, las tasas de matrícula escolar en los niveles primario, secundario y terciario son cada vez más iguales.

Alrededor de dos tercios de los países han alcanzado la paridad de género en la matriculación en la escuela primaria. Sin embargo, las tasas de finalización en muchos países en desarrollo son más bajas para las niñas. Además, se estima que 129 millones –32 millones en el nivel primario y 97 millones en el nivel secundario– no están escolarizadas.

En el nivel de educación terciaria, la matrícula de mujeres ha aumentado. Las alumnas superan en número a los varones. Sin embargo, están inscritas en artes, ciencias sociales y humanidades en lugar de cursar carreras en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas.

Con respecto a la participación en la fuerza laboral formal, existe una brecha de género considerable, con tasas para hombres y mujeres de 75 y 50 por ciento, respectivamente. Sin embargo, la mayor parte del trabajo realizado por mujeres fuera de la fuerza laboral formal no es remunerado.

El nivel de participación femenina en la fuerza laboral varía entre regiones. Si bien en la mayoría de las regiones más de la mitad de las mujeres entre 15 y 64 años participan en el mercado laboral, sólo una cuarta parte o menos lo hace en las regiones del sur de Asia, Medio Oriente y África del Norte.

También tienen más probabilidades de dedicar el doble de tiempo que los hombres a cuidar y realizar tareas domésticas. Entre los menores de cinco a 14 años, las niñas dedican más tiempo a quehaceres domésticos no remunerados.

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Otro avance importante que ha influido en la igualdad de género fue la introducción de métodos anticonceptivos modernos, a partir de la década de 1960. Esos métodos –las píldoras anticonceptivas orales, los dispositivos intrauterinos y los implantes– permiten elegir el número, el momento y el espaciamiento de sus nacimientos.

Esa capacidad, a su vez, redujo el miedo a un embarazo no deseado y la incidencia del aborto. Además, proporcionó un control sobre su vida reproductiva similar al de los hombres. El control sobre su reproducción les permitió seguir estudios superiores, carreras, empleo, recreación, viajar, decidir sobre estilos de vida y participar en la sociedad.

En el pasado reciente, se han logrado avances notables. Sin embargo, el mundo no está en camino de alcanzar el objetivo 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para lograr la igualdad de género y empoderar a las mujeres y niñas para 2030.

Al ritmo actual de progreso, se estima que se necesitarán cientos de décadas para lograr la igualdad de género, en particular cerrar las brechas en la protección legal y eliminar las leyes discriminatorias. Para reducir ese largo período, será necesario realizar inversiones en políticas y programas destinados a acelerar el progreso.

Además, es preciso proteger y hacer cumplir los derechos básicos. Se deben eliminar las prácticas que oprimen. Al mismo tiempo, reconocer y promover las decisiones personales y opciones de vida de las mujeres.

Igualmente, lo que es más importante, no se puede permitir que las actitudes, objeciones y comportamientos de la minoría misógina socaven las políticas de igualdad de género solicitadas y apoyadas por grandes mayorías.

Joseph Chamie*/IPS (Inter Press Service)**

*Demógrafo consultor independiente. Fue director de la División de Población de las Naciones Unidas y autor de numerosas publicaciones sobre temas de población, incluido su libro más reciente: Nacimientos, muertes, migraciones y otros asuntos importantes sobre población

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