El gobierno de Estados Unidos continúa sus intentos de declarar las restricciones impuestas por México al maíz transgénico contrarias al Tmec; sin embargo, el maíz no transgénico representa mayores beneficios para los propios agricultores estadunidenses
Las organizaciones estadunidenses de productos básicos vitorean al gobierno de Estados Unidos. Continúan los intentos de Washington de conseguir que las restricciones impuestas por México al maíz transgénico se declaren contrarias al Tratado de Libre Comercio México, Estados Unidos y Canadá (conocido como Tmec). Ello, bajo el argumento de que reducen los mercados de exportación y los ingresos por ventas de los agricultores.
Pero, ¿qué pasaría si esas modestas restricciones resultaran, en cambio, beneficiosas para los agricultores estadunidenses, quienes se desplazan a mercados de maíz no transgénico con mejores precios a medida que caen los costes internacionales?
Suena contraintuitivo; sin embargo, podría ser cierto. Las matemáticas son bastante sencillas. A pesar de las fanfarronadas sobre las restricciones impuestas en febrero de 2023 por el gobierno mexicano, éstas afectan a una parte muy pequeña de las exportaciones estadunidenses.
Después de las negociaciones con el gobierno de Estados Unidos sobre un decreto más restrictivo para 2020, México limitó su orden revisada. Eximió al maíz forrajero transgénico de restricciones, las cuales se aplican únicamente al uso de maíz transgénico en tortillas y otros productos procesados para el consumo humano.
Estaban pensadas como medidas de precaución para una población que consume más productos de maíz que nadie en el planeta. En su inmensa mayoría, el maíz de las tortillas y la harina mínimamente procesada de los tamales, las enchiladas y otros alimentos básicos son variedades blancas y nativas no transgénicas de productores nacionales.
Antes del decreto, México sólo importaba anualmente unas 600 mil toneladas de maíz blanco de Estados Unidos; una ínfima parte de los 16 millones 500 mil toneladas de maíz estadunidense que importó el año pasado. Eso significa que apenas el 3 por ciento de las exportaciones de maíz estadunidense se ven afectadas por las restricciones del gobierno mexicano.
Sin embargo, en realidad la proporción se acerca más al 1 por ciento. Se calcula que sólo la mitad del maíz blanco estadunidense son variedades transgénicas, y apenas la mitad de las exportaciones se destinan a la industria mexicana de la tortilla, según los informes del Departamento de Agricultura (USDA por su sigla en inglés).
Así pues, sólo el 1 por ciento de las exportaciones se ven afectadas afectadas por las políticas de México. Desde el principio, el gobierno ha afirmado que su decreto revisado y menos restrictivo tiene poco impacto en los productores estadunidenses. Tiene razón. En la presentación formal de su queja, Estados Unidos ni siquiera intentó cuantificar cuántos agricultores se ven afectados. Y aquí está la cosa: siempre pueden cambiar al maíz blanco no transgénico y exportar a la industria de la tortilla.
Esos agricultores estadunidenses podrían obtener primas de entre 5 por ciento y 10 por ciento –0.25 y 0.50 dólares por fanega– de maíz blanco no transgénico, según fuentes del sector. Y podrían ser atractivas en estos momentos para los que vieron caer los precios del maíz más de un 30 por ciento el año pasado.
Los responsables comerciales estadunidenses han preferido no hablar de estas oportunidades. Sin embargo, algunos agricultores y proveedores de cereales las acogerían con agrado.
“Creo que el agricultor estadunidense estaría encantado de tener un mercado en el que se le pagara más por proporcionar una cosecha –no transgénica– con identidad preservada”, afirma Lynn Clarkson, CEO de Clarkson Grain, uno de los principales proveedores estadunidenses de maíz no transgénico.
Graham Christensen, agricultor de quinta generación en Lyons, Nebraska, es un ejemplo. “Por supuesto, si hay demanda, busquemos formas de asociarnos con México”, afirma. “Están mucho más cerca y son un socio comercial. Deberíamos hacerlo realidad”.
Nate Belcher, copropietario de Hybrid85 –una empresa de semillas no transgénicas con sede en Nebraska– afirma que su estado –el principal productor en Estados Unidos– podría satisfacer la demanda mexicana de maíz no transgénico.
“Hay un mercado de 450 millones de dólares en maíz que va de Nebraska a México. Podríamos cubrir la demanda de maíz no transgénico de Nebraska y de buena parte del Medio Oeste”, afirma.
Según Farm Action, un grupo de defensa de los agricultores, “si Estados Unidos cambiara 180 mil acres –0.2 por ciento de su superficie de maíz– de maíz transgénico a no transgénico, generaría 7 mil 750 millones de dólares en primas adicionales para los agricultores estadunidenses y satisfaría con éxito las necesidades de México”.
Los funcionarios de comercio de Estados Unidos y las asociaciones empresariales hacen caso omiso del sentido común empresarial básico: dar a los clientes lo que quieren. México quiere maíz no transgénico. Y los agricultores estadunidenses pueden suministrárselo. Crearían una relación beneficiosa, en lugar de la animosidad actual de la disputa comercial.
Los agricultores estadunidenses estarían mejor servidos si su gobierno apoyara una transición a la producción no transgénica para satisfacer la demanda de México.
Ken Roseboro* y Timothy A Wise**
*Editor de The Organic and Non-GMO Report
**Asesor principal del Institute for Agriculture and Trade Policy
***Una version en inglés de este artículo aparece en el medio Food Tank
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