Los grupos opositores al gobierno de López Obrador apelan al concepto de pluralidad democrática para encubrir un golpe de Estado blando. Sus campañas de desprestigio van desde señalar que el presidente atenta contra la libertad de expresión hasta que es un dictador o está aliado con el narcotráfico. Aunque es problemático diferenciar la vida democrática del intento golpista, la doctora Violeta Vázquez-Rojas –investigadora de El Colmex– señala que sí hay indicios claros de que en México hay una estrategia de derrocamiento contra el gobierno de la 4T
Las campañas de desprestigio en contra de Andrés Manuel López Obrador iniciaron años antes de que éste llegara a la Presidencia de la República y han arreciado a partir de diciembre de 2018. Del “peligro para México” pasaron a imputarle que atenta contra la libertad de expresión, que es un dictador y no saldrá del Poder Ejecutivo en 2024 o, más recientemente, que es aliado del narcotráfico. Más allá de la pluralidad democrática, estas acusaciones forman parte de la estrategia de golpe de Estado blando descrito por el politólogo estadunidense Gene Sharp como aquel que emplea técnicas no frontales ni violentas para desestabilizar los gobiernos progresistas y finalmente derrocarlos.
Al respecto, la doctora Violeta Vázquez-Rojas, profesora-investigadora de El Colegio de México (Colmex) observa que, por la propia naturaleza de lo que se define como golpe blando, es muy difícil diferenciarlo de la vida democrática normal, con pluralidad de opiniones, con críticas al poder político, “pero eso es parte de su chiste”.
Según Sharp, las cinco fases del golpe de Estado blando son: ablandar a la sociedad a través del malestar y la desesperanza; deslegitimar las acciones gubernamentales por medio de la difusión de mensajes adversos, ofensas y noticias falsas; promover constantes movilizaciones de protesta; emplear rumores para generar escenarios de falsa carestía y, con ello, señalar la incompetencia del gobierno e iniciar juicios injustos contra los gobernantes; finalmente viene la fractura institucional, donde los procesos judiciales avanzan, los medios de comunicación los apoyan y los gobiernos finalmente caen.
La doctora en lingüística por la Universidad de Nueva York advierte que en México hay dos posturas: una que está muy alerta de este tipo de estrategias, las nombra como golpe blando y, por lo general, es parte de las redes obradoristas; y otra postura que no necesariamente es antiobradorista, pero que cree que las campañas anti-gobierno se inscriben en la pluralidad y la democracia, por lo cual piensa que usar el término golpe blando es una manera de acallar las críticas.
“Ése es el primer problema: el mero uso del término de golpe blando ya te sitúa en un punto del espectro político y por eso mucha gente o bien no lo usa o no quiere volverlo parte de su vocabulario político/cotidiano”. Sin embargo, observa que si se analizan las cinco fases que define Gene Sharp de cómo se conforman los golpes blandos, “pues sí hay muchos elementos que podemos reconocer en la situación actual en México. Entonces, si no quieren, pues no lo llamamos así, pero sí hay que reconocer que muchos de esos mecanismos están operando en este momento en el país”, considera la investigadora.
Respecto de la fase del ablandamiento social, indica: “para hablar de ejemplos recientes, toda la campaña de falsas noticias o falsas estimaciones de la estrategia contra la pandemia tiene sin duda ese objetivo de generar en la gente esta desesperanza, de que no vamos a salir de esto, que está mal manejado, que se pudo evitar. Ése es el tipo de pequeñas tácticas para deslegitimar toda una estrategia e inocular el sentimiento de que las cosas se hacen mal, de que otros países lo hacen muy bien. Esto es, digamos, la gran mediática que hemos estado sufriendo durante todo este año: qué duro vivir una pandemia y encima de eso vivir todo este bombardeo de noticias y estimaciones, algunas hiperbólicas, algunas francamente falsas. Entonces, creo que en ese punto sí podemos ver cómo se está implementando en México el malestar y la desesperanza”.
Para la investigadora, estas campañas enfrentaron un problema con la vacunación, porque ésta le da mucha esperanza a la gente; y entonces las energías se enfilaron a deslegitimar la estrategia de vacunación. “¿Cómo? Haz el escándalo de que los médicos no han recibido su vacuna, cuando lo que tenemos es un problema enorme en el censo de los médicos privados, porque ni siquiera están contratados, no tienen base en los hospitales y no puedes saber exactamente a quién vas a vacunar, entonces eso no lo mencionan, nada más dicen que el gobierno no quiere vacunar a los médicos de hospitales privados para crear otra vez deslegitimación de la estrategia de vacunación, cuando desde que empezó ha imbuido mucha esperanza en la gente”.
El llamado golpe de Estado blando sí busca arrebatarle a la gente la felicidad o la confianza en su gobierno, en el gobierno que eligió democráticamente, porque éste no es un gobierno que se impuso por el poder económico, es una lucha democrática de 18 años que está enfrentando el golpe contra-mayoritario, tanto de los medios como de los jueces, advierte la doctora Vázquez-Rojas.
“Otra cosa que también coincide con la definición de golpe blando es esta defensa de la libertad de expresión como si estuviera bajo amenaza, cuando no ha habido en ningún momento que yo recuerde un régimen político en el que hubiera tanta libertad de expresión como ahora, lo que sí hay es un tú por tú en la discusión política: la libertad de expresión no es la libertad de permanecer incontestado, o sea, es libertad para unos y para otros. Es libertad de decir y libertad de contestar, de replicar.”
La lingüista observa que otra señal de que en México se transita por la fase del ablandamiento social es precisamente “el uso de términos sumamente beligerantes para describir el estado actual de la libertad de expresión. ‘El presidente ataca’, ‘los ataques del presidente’, ‘el linchamiento del presidente’, cuando el linchamiento es una cosa horrible: es atentar contra la integridad física de una persona, una turba y sin un juicio de por medio, es un fenómeno muy específico, muy dramático, y decir que el hecho de que el presidente conteste una crítica es un linchamiento, o que llame conservador a un periodista es un linchamiento, me parece que son hipérboles que se utilizan para normalizar un ambiente de fricción y en el que se representa al gobierno como autoritario, como un gobierno intolerante, etcétera. Entonces eso coincide con esa definición de Gene Sharp que la estrategia de defender la libertad de expresión que se encuentra bajo una supuesta amenaza, pero es una amenaza solamente en la retórica de los adversarios del presidente”.
La investigadora de El Colmex advierte que aunque el concepto de golpe blando se puede confundir con un ambiente de pluralidad democrática, en el que hay muchas opiniones y una crítica abierta al gobierno, hay acciones reveladoras de que lo que hay no es nada más una crítica abierta al gobierno. Entre éstas, la alianza de los partidos políticos de oposición entre ellos y con una parte del sector empresarial.
“Los partidos políticos desdibujaron totalmente su ideología, entonces no hay algo así como: ‘el PRD está luchando estas batallas, el PRI está por defender sus corporaciones históricamente fundadas o el PAN está por defender sus valores conservadores’. No. Hay un total desdibujamiento de ideologías en los partidos, y si no tienen ideología, ¿entonces qué son? Pues no son nada: son máquinas de captar votos nada más. Ése sí es un indicio de que no se trata de una pluralidad democrática, se trata de una conformación de un frente antigobierno elegido popularmente. Por otro lado, la colusión de estos partidos ya sin ideologías con los grandes capitales, como los que representa Claudio X González Guajardo, pues son una vista descarada de que sí estamos ante este tipo de estrategia [de golpe blando]”.
El riesgo de la crítica legítima
La doctora Vázquez-Rojas observa que entre quienes critican al gobierno hay dos tipos de actores que hay que diferenciar: por una parte los que juegan un papel claramente en contra del gobierno y a favor de restituir el poder económico que tenía adoptado el poder político anteriormente, y, por otra parte, quienes defienden posturas con las que todos estamos de acuerdo: el medio ambiente, las mujeres, los derechos de los pueblos indígenas, etcétera.
De éstos últimos observa que, de pronto, empiezan a jugar con el otro lado, que es la parte que me parece más delicada de todo este equilibrio, de cómo se le debe hacer desde el obradorismo para no alienar esas causas que son legítimas. “Un movimiento que reclama derechos es un movimiento legítimo, al contrario de quienes reclaman intereses económicos, entonces la cuestión es cómo diferenciarlos, porque a veces se camuflajean unos por otros. Ahí es donde creo que hay muchos medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales, movimientos políticos que tratan de reclamar derechos, de demandar derechos, pero que lamentablemente terminan en uno u otro lado de esta afrenta que sí está polarizada: no hay tintes medios, estás con el uno o estás con el otro y eso me parece que es un momento delicado que hay que tratar con muchos más matices”.
En ese contexto, considera que no es muy productivo cuando el presidente López Obrador acusa a las organizaciones no gubernamentales porque hay ciertos enemigos que no vale la pena hacerse porque podrían ser buenos aliados. Nada más que es muy difícil hacer estas distinciones en público sin caer en un lado o en el otro del debate. Y eso es lo lamentable al menos de la situación discursiva actual.
Por ello considera que es muy importante discutir abiertamente: “hay que tener siempre muy claro qué es lo que está definido por cada término. Por ejemplo, ese término de golpe blando ya sabemos que usarlo te pone inmediatamente del lado del obradorismo, pero ver lo que define te empieza a detallar una realidad política que sí puedes reconocer como la realidad actual mexicana. Lo mismo pasa con el término de polarización y, entonces, creo que hay que ser muy agudos en cómo definimos las palabras con las que estamos definiendo el ambiente político y reconocer nuestra realidad política de acuerdo con esas definiciones, más allá de las simpatías que nos adscriben por usar un término u otro”.
Y agrega que “no importa cómo lo llames, lo que define el golpe blando es algo que sí está pasando y en lo que sí hay actores con intereses económicos muy fuertes que están jugando, y tenemos que hablar de eso para que precisamente los grupos opositores de izquierda y periodistas de buena fe empiecen también a jugar el juego de la crítica y la deslegitimación. Ahí es donde está el peligro”.
Añade que el presidente se ha adelantado a estas estrategias de deslegitimación y, por ello, “hay ciertas movidas que no entendemos. No entendemos por qué el presidente le da tanto poder a los militares, pero que está varios pasos adelante previendo que si no usa él a los militares quién los va a usar”.
—Y puede ser la militarización un tema que vuelve a polarizar, porque finalmente todos aspiramos hacia un estadio de paz, y nos parece que la vía militar no nos va llevar a eso. Finalmente, siendo críticos de lo que acontece en este país, de lo que hemos vivido en épocas tan oscuras como la Guerra Sucia o como todo el periodo de Felipe Calderón que ha sido un desastre de materia humanitaria, pues evidentemente no estamos convencidos o de acuerdo con esta parte, pero si lo vemos dentro del todo pareciera que es necesario, o sea, no puede irse contra el Ejército porque entonces ya no le queda nada.
—Exacto. Y además porque creo que también lo que nos polariza es el uso de los términos: en el debate público se habla de la militarización que está promoviendo Andrés Manuel como si fuera la misma de Felipe Calderón y, perdón, si militarización quiere decir tener a los militares haciendo un papel muy activo en la sociedad, cederles espacio de acción y de poder, vamos a suponer que eso es la militarización, perdón pero son muy diferentes las actividades que realizan en este momento de las que realizaban con Felipe Calderón. Entonces, ¿por qué ese matiz no queremos hacerlo? O sea, si las dos cosas son militarización, pues entonces son militarización “uno” y militarización “dos”. Son dos fenómenos muy distintos. No es lo mismo tener a los militares en las calles patrullando puntos de revisión: no sé si te acuerdes cómo era en tiempos de Felipe Calderón que no podías andar por una carretera sin que te parara un retén de militares y te revisaran hasta por debajo de los tapetes del coche, tú viajando con tus hijos, y en ese momento no sabías si ibas a salir vivo o no porque el índice de letalidad de los militares en los tiempos de Calderón era una cosa bestial. Y en este momento hay miliares en las calles, por supuesto; seguimos viendo montones de camiones militares pero por lo menos ese terror que te inspiraban en el tiempo de Calderón no es lo que está digamos en el ambiente. Ya sabes que están ahí porque llevan vacunas a no sé dónde o porque van a llevar los libros de texto, o porque están haciendo infraestructura. O sea, sí importa en qué empleas a los militares: no es cosa nada más de si les das poder o no, sino qué tipo de poder y para qué tipo de acciones. Y yo sé que lo que no nos gusta es la idea de que cuando se vaya López Obrador va a llegar un loco que no sepa dominar el poder de los militares y que finalmente lo militares terminen haciendo lo que ellos quieren, por supuesto que ése es el riesgo que todos vemos y que no queremos que ocurra, pero por lo pronto sí debemos diferenciar dos tipos muy distintos de militarización entre este sexenio y el de Felipe Calderón.
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