En el proceso de búsqueda de paz para Colombia, Alemania apoya iniciativas de educación sobre la paz, medioambiente, agricultura, memoria colectiva y reinserción social de las víctimas. Para la nación europea, lo más importante es el apoyo político
Cuando en 2016 el líder guerrillero Timoleón Jiménez y el presidente Juan Manuel Santos firmaron el acuerdo para la terminación del conflicto interno colombiano, el mundo vio cómo llegaba al epílogo una de las confrontaciones más largas de la historia.
Sin embargo, pactar la paz no significa el cese inmediato de las contradicciones pues, por lo general, se trata de algo mucho más arduo y dilatado, y las otrora fuerzas beligerantes pudieran necesitar toda la ayuda externa posible para llevar a buen término los esfuerzos.
En ese sentido, la experiencia de Alemania, un país que ha atravesado por complejos procesos de reconciliación, pudiera beneficiar a la nación suramericana, donde la guerra entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo y el gobierno causó unas 300 mil muertes, el desplazamiento de millones de personas y la desaparición de otras 45 mil.
Alemania tiene una agenda de colaboración muy vinculada al tipo de problemas que enfrentan países como Colombia y, en ese caso específico, los esfuerzos hechos mediante la Agencia Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ) llevan un camino recorrido en cuanto a fortalecimiento de regiones, ayuda técnica y diseño del marco de la justicia transicional.
También el gobierno federal del país europeo designó un enviado especial para el apoyo del proceso de paz en Colombia, el diputado Tom Koenigs, quien visitó en varias oportunidades la nación latinoamericana y conversó con los distintos actores, incluso durante los diálogos en La Habana, Cuba.
“Para nosotros no existen divisiones como negociación y postconflicto, sino que respaldamos todo el proceso. En la fase actual es necesario apoyar las zonas veredales, las misiones de monitoreo de la ONU [Organización de las Naciones Unidas] y las de derechos humanos, pero también los proyectos de reforma agraria en las regiones”, explicó Koenigs a Prensa Latina.
De acuerdo con el parlamentario, entre las principales acciones de su país para tributar al proceso colombiano figura el apoyo a iniciativas centradas en la educación sobre la paz, el medioambiente, la agricultura, el fomento de la cultura de la memoria y la reinserción social de las víctimas.
Alemania también participa en los fondos de cooperación internacional (entre ellos los organizados desde la Unión Europea) creados para colaborar en tareas relacionadas con la transición hacia un estado postconflicto, como las de desminado, desarrollo rural y de ayuda especial para la paz.
Pero, al decir de Koenigs, lo más importante es el apoyo político. En ese sentido, el Parlamento alemán aprobó unánimemente en 2016 una resolución para instar al gobierno a continuar su ayuda económica al proceso y a acompañar las conversaciones con el insurgente Ejército de Liberación Nacional.
Tal criterio es compartido en gran medida por expertos de los dos países, entre ellos Sabine Kurtenbach, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA), quien sostiene que lo necesario para Colombia es contar con respaldo político y financiero en la instrumentación de los acuerdos.
Adicionalmente, hay mucha cooperación desde la sociedad civil, las iglesias y grupos de derechos humanos. Precisamente con el fin de apoyar sobre todo a las organizaciones de la sociedad civil fue que el gobierno federal nombró un enviado especial, pues Alemania no tuvo un papel en la mesa de negociaciones ni lo quiso tener, comentó la investigadora a Prensa Latina.
De acuerdo con Koenigs, su país colabora con varias organizaciones colombianas en la reinserción a la sociedad de víctimas del conflicto, aunque –precisó– se trata de instituciones e iniciativas locales que reciben algún financiamiento alemán.
“Eso es algo que vamos a incrementar, porque con la paz hay miles de personas que reintegrar. Lo más interesante para nosotros en ese aspecto son las áreas profesional y de enseñanza”, acotó el diputado. Como otros países, Alemania ha aportado a iniciativas productivas y de inserción de víctimas en el mercado laboral, siempre de la mano del Estado colombiano y recibiendo orientaciones de éste, apuntó Angelika Rettberg, profesora asociada de la Universidad de los Andes y directora del Programa de Investigación sobre Conflicto Armado y Construcción de Paz, de Colombia.
La experta recordó que, por ley, la reparación de los más de 8 millones de personas registradas como víctimas en la nación suramericana es competencia y responsabilidad del Estado.
Intercambio científico y de conocimientos
Otros pasos dados desde Berlín para contribuir con el proceso de paz en Colombia están relacionados con el intercambio científico y de conocimientos. Tal es el caso del Instituto Colombo-Alemán para la Paz, inaugurado en enero de 2017 como un programa del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD).
No se trata de un instituto para promover la investigación propiamente dicha, sino, fundamentalmente, para financiar la formación en las regiones colombianas más afectadas por la guerra y la movilidad en ellas, así como entre los dos países, comentó Rettberg a Prensa Latina.
“Ahí hay una clara intención por parte de Alemania de contribuir a la tarea de construir una paz sostenible en Colombia, no obstante, me parece que aún es muy joven para determinar cuánto va a aportar. En términos de fondos no es grande y sus aspiraciones son más bien modestas”, agregó la profesora.
En su ámbito, indicó, va a tener un impacto importante pero, evidentemente, la construcción de una paz sostenible pasa por la responsabilidad de todos los colombianos y la competencia del Estado para cumplir las tareas que está empezando.
Koenigs, por su parte, acotó que “como estamos acompañando el proceso de paz, también queremos hacerlo en términos científicos, por eso esta institución crea un margen de actividad académica y de cooperación entre universidades colombianas y alemanas, no solamente con estudios, sino igualmente con becas”.
Del mismo modo, continuó, tratamos de analizar los procedimientos de este proceso de paz, tan múltiple y amplio, y hacer un seguimiento. “No sabemos hasta donde crecerá el proyecto, pero sí que se desarrollará, pues tiene varias áreas de acción y posibilidades de acompañamiento”.
“La idea original de ese instituto era excelente: apoyar la implementación de los acuerdos de paz en las regiones; pero aquello chocó con la burocracia alemana y la insuficiencia de fondos. Con la iniciativa actual se puede organizar intercambio académico, pero si eso tiene potencial para lo que estaba diseñado al inicio, yo no lo veo”, opinó, por su parte, Sabine Kurtenbach.
En opinión de Koenigs, si el proceso colombiano de paz resulta un éxito y Alemania contribuye a él, se sabrá más adelante. Lo fundamental ahora es apoyar a las partes para seguir la vía negociada de finalización del conflicto.
“Pensamos –insistió– que la democracia colombiana merece un partido que represente las capas de la sociedad más olvidadas. En el congreso un partido de izquierda valdría la pena, y eso no va a quebrar el sistema ni amenazar la estabilidad.”
El respaldo de Alemania a la construcción de la paz en Colombia pudiera ser descrito, cuando menos, como una ayuda considerable, dado el desarrollo económico de la nación europea y su experiencia en procesos de reconciliación.
La firma de un acuerdo de paz no significa, en ningún caso, la superación inmediata de diferencias y contradicciones, algo que Alemania, sus instituciones y su pueblo conocen bien.
Para Angelika Rettberg, profesora asociada de la Universidad de los Andes y directora del Programa de Investigación sobre Conflicto Armado y Construcción de Paz (ConPaz), de Colombia, quizás más interesante que el apoyo económico alemán es el modelo ofrecido al mundo por el país europeo en temas de reconciliación y memoria.
“En Alemania generalmente se es crítico respecto a cómo fueron manejados el legado del Tercer Reich y la experiencia con el holocausto, pero desde la mirada de quien está en Colombia, donde apenas empezamos en asuntos como la memoria y la identificación de responsabilidades históricas, esa nación sirve como ejemplo”, comentó.
“Claro, lo primero es tener presente que no son las mismas circunstancias ni condiciones. Alemania y Colombia fueron y son muy diferentes, pero, de todas maneras, hay cierta universalidad en los retos de los países transicionales, como es el caso del enfrentamiento crítico al pasado”, dijo Rettberg a Prensa Latina.
“Eso –continuó– está muy incipiente en Colombia, y me remito a ejemplos complejos como los textos escolares y el modo de enseñar la historia”. Al decir de la especialista, el conflicto entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo y el Gobierno apenas es tratado en la manera de contar el devenir de la nación.
De acuerdo con la directora de ConPaz, el trabajo de los alemanes en la revisión de su pasado, responsabilidades y relación con el mundo, y la integración de eso en los currículos escolares y en el debate mediático son experiencias que se pueden seguir.
Alemania se ha dedicado a dos procesos de reconciliación, uno de ellos después de la Segunda Guerra Mundial en el cual, según el enviado especial de esa nación para el apoyo a la paz en Colombia, Tom Koenigs, se trabajó con voluntad, pero poca eficiencia.
No obstante, el también diputado por Alianza 90/Los Verdes indicó que una parte de la identidad alemana se basa en la superación de la situación de postguerra y la justicia transicional de aquel entonces. “Venimos de un tiempo de un gran número de víctimas, por lo que la reconciliación y la reorientación de la política fueron difíciles. La reunificación de la RFA (República Federal de Alemania) y la RDA (República Democrática Alemana) implicó igualmente una labor de reconciliación a niveles estatal, local y personal”, argumentó.
Por eso, dijo a Prensa Latina, los alemanes, sobre todo los de las generaciones mayores, entendemos el reto de Colombia, donde existen muchísimas víctimas, desplazados, desaparecidos, hogares divididos y gente altamente traumatizada por una guerra de más de 50 años.
“A lo mejor hay un sentimiento hacia el pueblo colombiano muy cercano al alemán y tal vez de ahí viene la simpatía”, reflexionó.
Existen estudios y comparaciones de los procesos de reconciliación tras la Segunda Guerra Mundial, la reunificación alemana y la justicia especial de la paz colombiana que descartan paralelismos en los procedimientos, aunque sí en cuanto al espíritu conciliador.
Tal sentimiento, relató Koenigs, conduce a la justicia y al trabajo para conocer qué sucedió realmente; a Alemania le ha costado 70 años, pero en el camino hubo mérito, pues se encontró la verdad histórica y se dio a las víctimas la posibilidad de contar sus testimonios.
Otros expertos, como la investigadora del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA) Sabine Kurtenbach, opinan que el modelo alemán y sus elementos no deberían exportarse debido a las particularidades y el contexto de cada caso.
“Alemania perdió la Segunda Guerra Mundial y tras el conflicto se aplicó una justicia hecha por quienes ganaron. Tampoco creo que los alemanes puedan dar lecciones en eso de confrontarse con la historia propia y la culpa”, comentó Kurtenbach a Prensa Latina.
Según la experta, el país europeo sabe cuán dolorosos y largos son los procesos de ese tipo, pero no hay razones para decir a otros que todo se tiene que hacer desde el primer momento.
Asimismo, la reunificación entre la RFA y la RDA no estuvo exenta de complicaciones, dijo, y los alemanes no deberían creer que conocen la manera adecuada de conducir algo semejante.
¿Cuáles son los beneficios?
De acuerdo con el enviado especial Tom Koenigs, las razones del apoyo alemán a la paz colombiana no responden a intereses económicos, pues de esos la nación europea tiene muy pocos en la suramericana.
Aunque los dos países tienen convenios entre universidades, proyectos de cooperación científica y tecnológica e intereses comunes, ninguno depende del otro. “Deseamos que haya paz porque la violencia envenena las relaciones con el resto del mundo”, subrayó el diputado.
El respaldo de Alemania al proceso colombiano, añadió la profesora Rettberg, se enmarca más bien en la prioridad de su política exterior de promover paz y desarrollo en diferentes regiones, no tanto como iniciativa nacional, sino como parte de la Unión Europea.
“El beneficio es evitar problemas de seguridad y estabilidad”, consideró. También puede decirse que en el ámbito internacional actual varios países, no sólo Alemania, buscan desesperadamente ejemplos de que es factible lograr cambios sin violencia, agregó Sabine Kurtenbach.
Según la investigadora, debido a eso hay tanto interés en que los esfuerzos colombianos triunfen, pues en otras zonas del planeta la situación es complicada. Además, el país suramericano no es uno pequeño y, por tanto, el éxito allí sentaría un precedente relevante. Por otro lado, con el apoyo a la paz la nación europea pudiera mejorar su imagen en Colombia y en el resto de América Latina e, incluso, ganar en cuanto a influencia. “Los alemanes están entre los líderes mundiales en la promoción de una política exterior solidaria, y creo que, en ese sentido, Colombia les agradece”, comentó Rettberg. Al decir de la experta, la imagen de Alemania en el país suramericano es muy buena y las autoridades saben que le deben mucha atención y respaldo político.
Esa percepción es compartida por Koenigs, quien mencionó otros elementos que influyen en la reputación alemana en Latinoamérica, como la inexistencia de un pasado de colonialismo, imperialismo o guerra directa.
Pero la paz mejora, en primer lugar, la imagen colombiana e impulsa al país a expandir su potencial de desarrollo y a ofrecer un mejor futuro a las nuevas generaciones mediante el trabajo de cara a la justica, la convivencia y la no repetición.
Contar con apoyo en ese empeño es vital para Colombia y la región, pues, de alcanzarse el éxito, se cerraría el ciclo de guerras internas dominante en el área desde el siglo XX. Si el conflicto realmente finaliza, América Latina será, más que nunca antes, una zona de paz.
Luis Antonio Gómez Pérez/Prensa Latina
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