Para los migrantes centroamericanos, México se ha convertido en un gran cementerio. Sin futuro en sus pueblos de origen y sin ningún tipo de garantías, se lanzan por territorios donde la autoridad es la delincuencia organizada. En la última década más de 800 hondureños perecieron en territorio mexicano
Danilo Valladares* / IPS
Guatemala, Guatemala. Con la mochila cargada de sueños, el guatemalteco Gelder Lizardo Boche, de 17 años, partió el 9 de agosto a Estados Unidos desde su pueblo natal, San Antonio La Paz, en compañía de dos cuñados.
Los cuerpos de Boche, Gilmar Morales, de 22 años, y Hermelindo Maquin, de 24, fueron identificados entre las 72 víctimas de la matanza cometida el 23 de agosto, muy lejos de Guatemala, en el municipio de San Fernando, Noreste de México, y atribuida a Los Zetas.
En medio de la tragedia, los familiares de estos tres guatemaltecos pudieron identificarlos para darles sepultura.
Varios miles de inmigrantes latinoamericanos, la mayoría de Centroamérica, mueren de sed en el desierto o a manos de delincuentes y narcotraficantes, sin que nadie sepa de ellos. Las autoridades mexicanas estiman en más de 10 mil los secuestros de extranjeros entre septiembre de 2009 y febrero de 2010.
La hondureña Maximina Barrientos, de 48 años, vive esa angustia. Lleva siete años sin saber de su hija Irene, que decidió abandonar su natal Texiguat, en el Suroriental departamento de El Paraíso, en busca del sueño americano.
Barrientos advirtió a su hija que no se fuera “porque dejaba a un (hijo) varón, que ahora tiene 12 años, y que la necesita, pero ella se fue porque aquí no hay chance para nada”, relató a IPS.
“Hace tres años llamó y me dijo que estaba bien, en (la mexicana Ciudad) Juárez, pero después no volví a saber de ella”, agregó Barrientos, mientras las lágrimas asomaban a sus ojos.
Barrientos forma parte de la Red de Comités Migrantes y Familiares de Honduras, que estima en 800 los hondureños que desaparecieron en la última década en la ruta desde ese país hacia México.
Edith Zavala, secretaria ejecutiva del Foro Nacional del Migrante de Honduras, dijo a IPS que las desapariciones vienen en aumento desde 2008, junto con los secuestros y las extorsiones. “Desde esa fecha para acá, Los Zetas y otros grupos han recrudecido sus acciones”, señaló.
Las desapariciones y muertes en la ruta que pasa por los estados de Tabasco, Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Tamaulipas, entre el Sureste y el Noreste mexicanos, llevaron a los familiares de las víctimas a organizarse y articular esfuerzos para buscar a sus seres queridos.
“Justo ahora vamos a comparar el ADN (ácido desoxirribonucleico) de 500 restos en el condado de Pima, Arizona (en el Suroeste de Estados Unidos), con familiares que buscan a sus seres queridos”, dijo a IPS Lucy de Acevedo, del salvadoreño Comité de Familiares de Migrantes Fallecidos y Desaparecidos.
Este grupo de madres, esposas y demás familiares de víctimas nació en 2006 y hasta ahora investiga 304 casos, “aunque sabemos que son muchos más”, reconoció De Acevedo.
Ella se unió al Comité porque había perdido a su hermano, José Contreras, de 19 años, asesinado el 1 de junio de 2000 en Tapachula, un municipio del Sur mexicano, cuando se encaminaba a Estados Unidos.
El Comité organiza caminatas a México, como la de febrero de 2009 a Chiapas y Oaxaca, para denunciar los asaltos, secuestros y asesinatos contra miles de inmigrantes indocumentados.
El sacerdote Mauro Verzeletti, secretario adjunto de la Pastoral de Movilidad Humana en Guatemala, dijo a IPS que si los gobiernos no atienden las migraciones, éstas aumentarán, pues “desde 1998, no hemos superado las secuelas de grandes desastres naturales, como (los ciclones) Mitch, Stan y Agatha”, que agudizaron más la pobreza.
Y así los ciudadanos siguen arriesgando la vida al viajar sin papeles a Estados Unidos. Flora Reynosa, defensora de la población desarraigada de Guatemala, dijo a IPS que este año han recibido ocho denuncias de desaparecidos.
Pero muchos no denuncian por temor a represalias. “Hace poco, secuestraron al hermano de un deportado y nos pidieron que por favor no lo diéramos a conocer”, dijo.
Y es que la ruta del migrante se ha convertido en un extenso cementerio al que sólo le faltan lápidas y epitafios. El sacerdote mexicano Luis Nieto, fundador de la organización no gubernamental Nuestros Lazos de Sangre, lo sabe bien, pues desde hace una década guarda información sobre fallecidos y desaparecidos en camino a Estados Unidos.
“Denunciamos la desaparición de centroamericanos desde hace años y entregamos la información a las autoridades, pero no hemos obtenido respuesta”, dijo a IPS.
Nieto lleva un listado de 682 salvadoreños y 518 hondureños que se esfumaron en algún lugar del territorio mexicano, y que atesora con celo.
De hecho, los defensores de los indocumentados sospechan que hay cementerios clandestinos en Tabasco y Veracruz, ideales para ocultar cuerpos en sus selvas densas. Junto con Tamaulipas, son los principales escenarios de secuestros de inmigrantes.
Unos 500 mil latinoamericanos cruzan el territorio mexicano sin permiso cada año, indican cifras oficiales y estimaciones no gubernamentales.
Las reacciones ciudadanas se multiplican
El Comité Promotor del Tribunal Internacional de Conciencia de los Pueblos en Movimiento, que enjuiciará en forma simbólica en noviembre a varios Estados por violar derechos de los inmigrantes, planea un proyecto de búsqueda de desaparecidos, en alianza con asociaciones de familiares de Centroamérica.
Las sesiones se realizarán en el marco del Foro Mundial Alternativo de los Pueblos en Movimiento, que se celebrará del 4 al 8 de noviembre en la ciudad de México.
*Con aportes de Emilio Godoy (ciudad de México) y Thelma Mejía (Tegucigalpa).