En recuerdo del gran maestro Vicente Leñero
Luego de los elogios internacionales que llegaron al extremo de considerarlo el “salvador de México” (Time, 24 de enero de 2014), aunque ya lo habían señalado como un mandatario fuera de serie y el que haría los cambios que necesitaba hace décadas el país, el mundo se le vino encima a Enrique Peña Nieto. Y lo que ocurrió en Iguala, Guerrero, demostró algo que ya habían señalado algunos críticos gubernamentales: el mexiquense está inmerso en una burbuja en la cual tardan mucho en responder ante las contingencias. Algo que sucedió en su campaña, especialmente en la Universidad Iberoamericana.
Luego que tardó 12 días (ante la muerte de Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, su respuesta fue en 12 minutos, anotan sarcásticamente en YouTube) en empezar a ver que la muerte de seis personas y el secuestro de 43 normalistas era un asunto de Estado y no únicamente un acontecimiento policiaco, ha intentado varias cuestiones sin mucho éxito.
Una de ellas, poco sobresaliente –aunque importante en los medios–, es difundir que existe una conspiración entre priístas que son enemigos de Enrique, con el fin de hacerlo renunciar o abra paso a otros grupos que no están entre sus leales. Pero estamos ante una bola de humo, tanto que Manlio Fabio Beltrones dijo hace poco que los movimientos que vienen son en leyes y no en el equipo central.
Aunque algo hay de eso, ya que en los últimos tiempos sabemos de más priístas que insisten en las fallas gubernamentales. No porque quieran la desestabilización de México, sino más bien porque se dan cuenta que los yerros en muchos terrenos aumentan, y si bien no creen que exista ingobernabilidad, cuando menos ven situaciones críticas de gran calado.
Veamos algunas.
La popularidad de Enrique va en picada. Varias encuestas lo demuestran.
Una, del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, dice que únicamente el 11 por ciento de los mexicanos asegura tener mucha confianza en el Ejecutivo y 21 por ciento señala que tiene algo de confianza, es decir, 32 por ciento está a su favor; mientras que 32 por ciento afirma que no confía en el mandatario. Este sondeo, por cierto, se hizo antes de los trágicos acontecimientos de Ayotzinapa, en octubre de 2014.
En otra toma de opinión (Reforma, 1 de diciembre), el número que apoya a Peña Nieto es de 39 por ciento, en tanto que hace 4 meses era el 50 por ciento. Mientras quienes desaprueban su gestión pasaron de 46 por ciento a 58 por ciento. Peor le fue entre líderes de opinión, ya que descendió 25 puntos y únicamente lo avala el 21 por ciento de ese sector.
Su gabinete, el cual se decía “de lujo”, recibió una calificación de 4.5 por ciento. Entre ellos, dos que están en el asunto Iguala tienen estos resultados: Miguel Ángel Osorio Chong, 4.6, y Jesús Murillo Karam, 3.9. Es decir, reprobados.
Otro estudio, este de Buendía y Laredo (El Universal, 1 de diciembre), apunta que 41 por ciento aprueba al actual gobierno, en tanto, 50 por ciento no está de acuerdo con lo realizado. La correlación hace 1 año era a la inversa: 50 por ciento a favor y 37 por ciento en contra.
Tres diferentes versiones y un solo resultado: no hay confianza en lo realizado; y lo que está por venir no se ve muy alentador.
Ello porque el precio del barril de crudo está actualmente en 62 dólares. Y si bien hay una cobertura de riesgo comprada por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, lo grave es que la actividad económica a nivel mundial será muy baja, las inversiones en este sector no fluirán como se esperaba y la recuperación nuestra, donde el mercado interno es casi inexistente, tardará mucho en llegar, ya que el próximo año, si acaso, tendremos un crecimiento del 2 por ciento (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
No se crea que esto es lo único preocupante. Según una nota de Reporte Índigo (2 de diciembre), el precio de nuestro principal artículo de exportación, petróleo (oro negro), podría llegar a 40 dólares, lo cual sería una catástrofe en serio.
Que el panorama es oscuro lo demuestra la dependencia encargada a Luis Videgaray, que ha dicho que es posible que bajen los impuestos, sobre todo a los empresarios, algo impensable hace meses. Es más, el director del Servicio de Administración Tributaria, Aristóteles Núñez, afirmó que su dependencia ya no será tan estricta con los evasores fiscales.
Para aumentar el nerviosismo, el dólar se cotizó (2 de noviembre) en 14 pesos con 43 centavos, por lo que la moneda estadunidense se encuentra en su mayor nivel en los últimos 30 meses. Esto tiene un sólo efecto favorable, ya que las remesas que enviaron nuestro migrantes fueron las mayores en los últimos años a pesar de las deportaciones estadunidenses, que ya paró, afortunadamente, Obama (en los 10 meses recientes llegaron casi 20 mil millones de dólares, 7.19 por ciento más que en 2013). Claro, a esos heroicos mexicanos, como siempre, las autoridades del país los ignoran y menosprecian.
En el plano social, fue significativo que Peña Nieto cancelara su visita a Iguala de último momento. Y es que otras voces oficiales dicen que hay muchos peligros en la nación y temen un atentado al de Atlacomulco. Pero ¿quiénes harán eso si la guerrilla mexicana no tiene fuerza, según el especialista Jorge Alejandro Medellín? (La Silla Rota, 18 de noviembre). Aunque, cosa extrañísima, siguen los cambios inexplicables en la Secretaría de la Defensa Nacional, e incluso de militares en el estado de Guerrero.
Debemos añadir, finalmente, que Peña Nieto no entregó los premios nacionales de ciencias y artes. Es la primera ocasión que no lo hace un mandatario en 20 años. ¿Será porque uno de los galardonados fue el comunista Enrique Semo, quien criticó al gobierno actual?
Muy escabroso el camino de Peña Nieto en los próximos años
Jorge Meléndez Preciado*
*Periodista
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