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El México del “nuevo” PRI: ¡sí se puede!

El México del “nuevo” PRI: ¡sí se puede!

El gobierno federal encabezado por Enrique Peña Nieto inició su gestión el pasado diciembre con dos spots en radio y televisión, en los que llama a los mexicanos a pensar positivamente sobre la difícil situación del país. Lamentablemente, el discurso presentado en éstos sólo busca barnizar la deteriorada imagen del supuesto “nuevo” Partido Revolucionario Institucional (PRI), enmascarando los problemas de fondo que aquejan al país desde hace décadas, dificultades engendradas por las anteriores administraciones priístas y agravadas por los dos sexenios panistas.
 
Más allá de que los actores de los spots nada tienen que ver con el prototipo del mexicano, y menos con la gente más humilde que fue la que masivamente le otorgó su voto al PRI en las pasadas elecciones presidenciales, los anuncios solamente presentan buenos deseos y no proponen solución a los problemas que mencionan, lo  que deja a la esperanza el destino de la nación. Pero lo más grave es que señalan situaciones apartadas de la realidad, al buscar hacernos creer que mejorar el nivel de vida, destacar e incluso trascender globalmente depende de “querer” y “echarle ganas”.
Retomo el spot del “sí se puede” futbolero (http://laradioenmexico.mx/lanza-gobierno-federal-dos-nuevos-spots) para señalar algunas de las mentiras e ilusiones que el gobierno federal busca instalar en el inconsciente colectivo a través de los medios masivos de comunicación.
La primera parte del guión menciona tres situaciones negativas enmarcadas por el “no se puede”, que en seguida son contrastadas por hechos y datos “positivos” descontextualizados y tendenciosos; cada frase cierra con el “sí se puede”.
1. “Hay pobreza, entonces no se puede. Pero tenemos una fuerza de trabajo con la grandeza de las más poderosas del mundo; entonces ¡sí se puede!”.
El PRI conoce la pobreza desde sus orígenes, cuando era el Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1928-1929. Según estimaciones de James Wilkie, en 1921 el 53 por ciento de los mexicanos era pobre  (la población total ese año era de 10.5 millones de personas). Wilkie (quien construyó un índice de pobreza con cifras censales de los porcentajes de población de los siguientes indicadores: población analfabeta mayor de 10 años, hablante sólo de lengua indígena, población en localidades de menos de 2 mil 500 habitantes, andar descalzo, usar huaraches, comer sólo tortilla y no pan de trigo, carecer de drenaje. Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Inegi, Estadísticas históricas de México, páginas 100-101) estimó también que en 1940 la cifra había disminuido al 46 por ciento (cuando la población era de 12.9 millones) y a 33 por ciento, en 1960 (Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, “Antecedentes”, en Desarrollo Social, www.diputados.gob.mx/cesop/). En más de 70 años en el poder, el PRI no erradicó la pobreza e inclusive la incrementó, pues aunque hacia la década de 1970 había logrado disminuirla considerablemente, para 2000 ésta se ubicaba en 53.7 por ciento de la población (Miguel Székely, “Es posible un México con menor pobreza y desigualdad”, en México: crónicas de un país posible, de José Aguilar Rivera, coordinador, Fondo de Cultura Económica, México, 2005). Esto indica un incremento de 0.7 por ciento con respecto a 1921. Entonces “sí se puede”, su larga experiencia y logros en la materia así lo señalan (el total de 53.7 por ciento del Índice de Pobreza está integrado por 24.2 por ciento de mexicanos que no cubren las necesidades adecuadas de alimentación, es decir, pobreza alimentaria; 7.7 por ciento de individuos que no logran invertir lo mínimo para cubrir sus necesidades de educación, salud, vivienda y transporte, es decir, pobreza de capacidades, y un 22 por ciento que sí podían cubrir lo mínimo en alimentación, educación y salud, pero que no lograba satisfacer necesidades mínimas de vivienda, vestido, calzado y transporte).
De la grandeza de la fuerza de trabajo, en 1930, los mexicanos con empleo eran 5.2 millones de una población de 16.6 millones: prácticamente un tercio de la población trabajaba. Para 2000, tenían trabajo 34.4 millones, de una población de 97 millones (Inegi, Indicadores sociodemográficos de México 1930-2000, México, 2001, páginas 3-197). Y esto, sin contar a los mexicanos radicados en Estados Unidos, los cuales emigraron por la falta de trabajo, y aquellos de segunda y tercera generación, que para 2000 sumaban 25 millones (Consejo Nacional de Población y The Pew Hispanic Center, en La migración mexicana hacia los Estados Unidos, una breve radiografía, Adolfo Aldo y Juan Ordaz Díaz, BBVA, México, 2011). Así, se trata de alrededor de 122 millones de mexicanos. Setenta años después, el PRI no sólo no había mantenido el porcentaje de fuerza de trabajo, sino que lo había disminuido y se había desentendido de 25 millones de mexicanos.
Actualmente la población con empleo formal es de 14 millones y 13 millones están en la informalidad (Indigonomics Staff, “El empleo: un dato muy informal”, Reporte Índigo, 20 de marzo de 2012). Esto es 27 millones en total, cifra inferior a la de 2000, que representa un retroceso más en la materia debido a los gobiernos panistas. Por lo tanto, ¿dónde está la grandeza de la fuerza de trabajo, si ni siquiera hay empleos suficientes?
2. “Nuestros estudiantes califican por debajo de otros países, entonces no se puede. Pero tenemos premios Nobel, entonces, ¡sí se puede!”.
La evaluación de conocimientos básicos (lectura, matemáticas y ciencias) que realiza la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, mediante el Programa Internacional para la Evaluación de los Alumnos, ubica a México en el lugar 48 de 65 países (www.oecd.org/pisa/pisaproducts/pisa2009/pisa2009keyfindings.htm). Aun así tenemos premios Nobel, “entonces sí se puede”: es cosa de que los estudiantes quieran, ¿no? México tiene tres: Alfonso G Robles, Octavio Paz y Mario Molina. Obtener un Premio Nobel no es cualquier cosa. Solamente personajes muy destacados y bien preparados son capaces de lograrlo, y es aquí donde debemos poner atención: en la educación y oportunidades que tuvieron estos tres mexicanos.
Mario Molina nació el 19 de marzo de 1943. Su padre, Roberto Molina, era abogado y profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y fue embajador en Etiopía, Australia y Filipinas. A los 11 años de edad, Mario fue enviado a estudiar a Suiza, y posteriormente realizó estudios de ingeniería química en la UNAM. Tiene un posgrado en la Universidad de Frisburgo, en Alemania. Tras vivir en París regresó a México e impartió clases en la UNAM. Después cursó un posgrado en la Universidad de California, en Berkeley, y desde entonces ha trabajado en diferentes universidades de renombre y vivido en Estados Unidos, donde desarrolló la investigación con la que advirtió al mundo sobre el adelgazamiento de la capa de ozono (www.no bel.unam.mx/molina/autobio.html), en la que el gobierno mexicano nada tuvo que ver y con la que ganó el Nobel de química en 1995.
Octavio Paz nació el 31 de marzo de 1914 y murió el 19 de abril de 1998. Se formó en una familia adinerada y de intelectuales. Su padre, Octavio Paz Solórzano, fue abogado y periodista, participó en la Revolución Mexicana y fue cercano a Emiliano Zapata; incluso publicó un libro acerca del caudillo, en 1936. Su abuelo fue autor de varias novelas indigenistas y poseía una extensa biblioteca, a la que Octavio tuvo acceso desde su infancia (Raúl Espinoza Aguilera, ¿Qué sabes sobre Octavio Paz?, Minos, México, 1991, página 16). Parte de su niñez la vivió en Estados Unidos, donde inició su educación básica, la que continuó en México, primero en el colegio de los hermanos franceses de La Salle, y después en el de los hermanos ingleses Johnny y Charlie Williams. Asistió a una secundaría pública y a la Preparatoria Nacional en San Idelfonso (Guillermo Sheridan, Poeta con paisaje. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, Era, México, 2004, páginas 73,89-90). Asimismo, comenzó la carrera de leyes en la UNAM y no la terminó (Raúl Espinoza Aguilera, ¿Qué sabes sobre Octavio Paz?, página 16). Obtuvo el Nobel de literatura en 1990. Queda claro que la mayor parte de su educación básica la atendió en el extranjero y en instituciones particulares en México. Por supuesto, la vida y las oportunidades de educación a las que tuvo acceso nada tienen que ver con la realidad de nuestros estudiantes de nivel básico, que culminan los diferentes ciclos escolares con grandes carencias académicas.
Alfonso G Robles nació el 20 de marzo de 1911 y falleció el 2 de septiembre de 1991. Venido de una familia de comerciantes, estudió la primaria en Zamora, Michoacán, y su formación secundaria y preparatoria en Guadalajara, Jalisco. Cursó la licenciatura en derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1936 culminó un posgrado en la Universidad de París y en 1938 se diplomó en la Academia de Derecho Internacional de La Haya, en Holanda (www.memoriapoliticademexico.org/Biografias/GRA11.html). Con una larga carrera en la diplomacia, fue galardonado con el Nobel de la paz en 1982, por su labor pacifista. Robles no era de una familia de intelectuales, pero no era de extracción humilde y aunque fue tal vez el menos favorecido en cuanto a recursos y oportunidades de los tres Nobel, su situación en la niñez y la juventud dista mucho de la realidad de la mayoría de los mexicanos de entonces y de ahora, lo que lo llevó a obtener su formación de posgrado en el extranjero.
Ninguno de los tres Nobel formó parte de la población más desprotegida del país y cada uno tuvo oportunidades económicas y acceso a una educación de excelencia, que nada tiene que ver con aquella que ha proveído el PRI a los mexicanos en sus 70 años de gobierno. Aún hoy, gracias al PRI, la cobertura en educación básica no es una realidad, y mucho menos lo es en la educación superior. Algo comparten los tres Nobel, haber pasado por la UNAM, institución que no depende directamente de la Secretaría de Educación Pública, lo que mucho ha tenido que ver para que cuente con estándares de excelencia educativa. Desgraciadamente la mayoría de los mexicanos no puede ingresar a ésta. Sin cobertura educativa en el nivel básico y con cientos de miles de rechazados de las universidades públicas, entonces ¡sí se puede!
3. “Casi siempre perdemos en penales, entonces no se puede. Pero hoy somos campeones olímpicos, entonces ¡sí se puede!”.
La mención al oro olímpico de la Selección Nacional de Futbol es un asunto irrelevante en un anuncio que trata sobre nuestra “realidad histórica y socioeconómica”. Es un insulto que junto a aspectos como la pobreza y la educación se utilice una frase tomada de las gestas futboleras, incubada gracias a un devenir de la selección deportiva, que a excepción de los logros en la era del director técnico José Manuel de la Torre, ha estado caracterizada por “el no se pudo” y “el ya merito”. Esperemos que al menos la Selección Nacional de Futbol nos siga dando logros y felicidad, lo que no ha hecho el PRI. Dice el dicho que “al pueblo, pan y circo”: con los millones de mexicanos en extrema pobreza, queda claro que en las últimas décadas ha sido más circo que pan.
La segunda parte del spot se conforma de cinco enunciados. El primero es un hecho histórico descontextualizado y tendencioso, que genera una mentira, y los cuatro siguientes son ideas sobre la riqueza de México y actitudes positivas, todos enmarcados por el “sí se puede”.
4. “Fuimos capaces de construir una de las ciudades más grandes del mundo sobre el agua: la Ciudad de México, entonces, ¡sí se puede!”.
Los grupos prehispánicos que ocuparon en 1325 lo que ahora se conoce como el Valle de México no iniciaron su asentamiento sobre el agua, se establecieron en un islote al Poniente del Lago de Texcoco, un área similar a la que actualmente ocupa el Centro Histórico de la Ciudad de México. Además de este islote había otros 18, los cuales sirvieron también para establecer asentamientos y, a partir de éstos, extender las zonas cultivables mediante chinampas. A la llegada de los españoles, la zona urbana y cultivable no ocupaba la totalidad del lago. En la época virreinal, ante las constantes inundaciones de la ciudad, se erigieron diques y se implantó un drenaje que fue desecando gran parte de la zona lacustre, en lo que también intervino la sobreexplotación del cuerpo de agua por la creciente mancha urbana, que con el tiempo fue ocupando las zonas desecadas y generó la contaminación de las zonas lacustres que aún quedaban. En la década de 1960, el entonces gobierno federal priísta intentó rehabilitar los restos del lago y las zonas desecadas en la actual zona Oriente del área metropolitana (Nezahualcóyotl), ante los desfavorables resultados ambientales de su desecación y la necesidad de traer agua para consumo de los capitalinos de otras regiones del país, proyecto en el que intervino el ingeniero Nabor Carrillo. Pero la falta de presupuesto y la priorización del drenaje profundo dejó de lado la rehabilitación de la zona, en donde la mancha urbana ha crecido sin control y se encuentra uno de los basureros más grandes de México.
Por ello, no erigimos una de las ciudades más grandes del mundo sobre el agua, sino que sobreexplotamos, contaminamos y desecamos un cuerpo de agua valioso, del que ahora sólo nos queda una pequeña porción entre el Aeropuerto Internacional Benito Juárez y la zona urbana de Texcoco. Entonces, ¡sí se puede! (Para abundar en el tema, ver de Teodoro González de León, México: ciudad futura, RM, México, 2010).
5. “Tenemos riquezas que otros no tienen: petróleo, plata, bellezas naturales, entonces, ¡sí se puede!”.
Claro que esos otros sí las tienen, pues desde hace décadas la explotación de nuestras riquezas está en manos de empresas trasnacionales, y cada vez son más las negociaciones y facilidades que los gobiernos federales les han otorgado. En la minería dominan las empresas canadienses, operan con diversas exenciones en el pago de impuestos, y si generan empleos es en las peores condiciones laborales, al llevarse la mayor parte de las ganancias obtenidas (Napoleón Gómez Urrutia, “La jornada minera, 500 años de saqueo”, Suplemento especial, La Jornada, 14 de noviembre de 2011). En Petróleos Mexicanos (Pemex), después de la expropiación petrolera con el general Lázaro Cárdenas, y desde la década de 1940, con Manuel Ávila Camacho en la Presidencia de la República, se empezó a privilegiar nuevamente a las empresas extranjeras. Con los subsecuentes gobiernos priístas se han entregando cada vez más los sectores estratégicos de la paraestatal, principalmente a estadunidenses, con lo que se ha privilegiado la exportación de crudo e incrementado la importación de bienes y servicios. El caso más claro es en el que Pemex le vende petróleo a Estados Unidos y le compra gasolina a precios elevados, jugoso negocio de licitaciones con las que gobernantes y empresarios se han beneficiado (Andrés López Obrador, La gran tentación. El petróleo en México, Grijalbo, México, 2008). El PRI ha propiciado que nuestras riquezas estén en manos de extranjeros, entonces, ¡sí se puede!
Los últimos tres enunciados sólo son frases motivacionales que buscan generar en el espectador una idea de optimismo de lo que es el PRI y de lo que se puede hacer bajo el nuevo gobierno federal.
6. “Tenemos las ideas y las ganas para transformar al país, entonces, ¡sí se puede!”.
7. “Tenemos la energía, tenemos el compromiso para mover a México, entonces, ¡sí se puede!”
8. “Somos México, tenemos una firme convicción, ¡sí se puede!”
La información del spot dista mucho de la realidad, tergiversa datos históricos y vuelve tendenciosos otros. Aspectos que al ser analizados y relacionados con la historia del PRI en el gobierno federal nos permiten ver que, tras 70 años en el poder, el PRI ha incrementado la pobreza, ha reducido la fuerza de trabajo y ha expulsado a millones de mexicanos al extranjero. Que los personajes destacados intelectualmente son excepcionales, que adquirieron educación privilegiada y tuvieron más recursos que la inmensa mayoría. Y que la riqueza del país ha sido objeto de negocios con empresas trasnacionales que sólo han beneficiado a políticos y empresarios, y han olvidado siempre al mexicano promedio, entre otros datos falsos que anuncia el gobierno federal.
En 70 años en el poder, el PRI nos dio tanto bienestar que logró perder el gobierno federal ante unos panistas más ambiciosos y corruptos, entonces, ¡no se puede! Pero gracias al robo descarado de los panistas y a la violencia generada por Calderón, el nuevo PRI con la experiencia y logros del viejo PRI ha regresado, entonces, ¡sí se puede!
*Maestro en ciencias; arqueólogo subacuático; diseñador gráfico e integrante del taller Madre Crónica
Fuente: Contralínea 319 / enero 2013