Con el ascenso de Miguel Treviño Morales como jefe de Los Zetas, sus mandos estratégico y operativo se cohesionaron en uno solo. Con ello podríamos esperar una ola de violencia mayor, ejercida por un liderazgo criminal más compacto y uniforme.
La jefatura que ejercía Heriberto Lazcano Lazcano ya era inútil y no representaba ventaja para la organización criminal. Lazcano estaba debilitado por la muerte y captura de sus lugartenientes y se hallaba prácticamente desbordado por la hiperactividad operativa de Treviño a la cabeza de los llamados Nuevos Zetas.
Hasta el momento de su muerte –ocurrida en el municipio de Progreso, Coahuila, el pasado 7 de octubre– Lazcano había mantenido el liderazgo que le confería haber encabezado el grupo de exdesertores del Ejército Mexicano desde la muerte temprana de su fundador, Arturo Guzmán Decena.
Progresivamente, a medida que el Ejército y la Armada de México iban matando o arrestando a Los Zetas originales, el peso de las operaciones fue recayendo en Miguel Treviño Morales, un pandillero de la frontera entre México y Texas convertido en sicario y jefe de la seguridad de Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, conocido como Tony Tormenta, también muerto tras un enfrentamiento con miembros del Ejército Mexicano y la Armada de México el 5 de noviembre de 2010.
Treviño había sido el jefe de la “plaza” de Nuevo Laredo y gozaba de liderazgo debido a que él encabezó la resistencia contra la ofensiva de otros narcotraficantes que pretendían controlar la “plaza”, un lugar estratégico para el movimiento de drogas hacia Estados Unidos por el número de camiones de carga que cruzan al día.
El aniquilamiento de Los Zetas originales empujó a Treviño hacia el liderazgo de la estructura operativa de todo el cártel del Golfo. Al dividirse el mando estratégico único en 2010, los Nuevos Zetas se quedaron con la estructura operativa y táctica de toda la organización delictiva y la usaron contra el cártel del Golfo. Aunque Lazcano mantenía el mando formal, en la práctica Treviño encabezaba a todas las fuerzas de la organización. Paralelamente, Los Zetas originales iban perdiendo jerarquía y control de las áreas que las células de Treviño iban conquistando en otras zonas del país. Con la mayoría de Los Zetas muertos o detenidos, Lazcano perdió control sobre el resto de la estructura operativa y táctica que controlaba Treviño. Y éste, por el contrario, fue capaz de desarrollar su propio liderazgo con base en una estrategia generalizada de confrontación y terror.
Existían otras condiciones que colocaban a Lazcano en una posición inconveniente para el grupo criminal. Estaba convertido en un administrador que había dejado de entrenar como soldado, tenía sobrepeso y había perdido disciplina personal. Las fotografías que circularon tras su muerte muestran una apariencia física muy alejada de los rigurosos hábitos castrenses.
Tanto Treviño como Lazcano habían resistido unidos la ofensiva gubernamental, dura e implacable, en su contra.
Con pocas habilidades en el campo de la negociación y muchas en el de la extorsión y el asesinato, Los Zetas habían atentado contra efectivos de inteligencia militar y generales del Ejército Mexicano durante su expansión como organización criminal en otras partes de México y Centroamérica. La extorsión había llegado a afectar las estructuras de propiedad de las familias tamaulipecas asociadas tradicionalmente al cártel del Golfo. El reclutamiento forzado y matanza de inmigrantes indocumentados, la liberación de miembros detenidos en las cárceles y el despedazamiento de sus víctimas eran actividades más propias de los Nuevos Zetas que de los viejos líderes que aún sobrevivían.
Luego de que el gobierno mexicano extraditó a Osiel Cárdenas Guillén a Estados Unidos el 19 de enero de 2007, los efectivos del cártel, leales al mando estratégico localizado en Matamoros y los del mando operativo que ejercían Lazcano y, en segundo lugar, Treviño, quedaron enfrentados. Acuartelados en Nuevo Laredo, en el otro extremo de la llamada frontera chica, Los Zetas comenzaron a disputar el mando del cártel del Golfo en Reynosa y a sabotear sus tratos con grupos de Sinaloa, con quienes estaban enfrascados en una lucha atroz en su propia sede.
Treviño logró imponer a sus lugartenientes en el control de la “plaza” de Reynosa, pero ésta no tardó en ser disputada a sangre y fuego por el cártel del Golfo, lo que abrió las hostilidades armadas entre los seguidores del cártel y las tropas de Los Zetas a partir de 2010.
El cártel del Golfo organizó entonces una alianza con el cártel del Pacífico y la Familia Michoacana para expulsar a Los Zetas de la zona comprendida entre Reynosa y Ciudad Mier, en la frontera de Tamaulipas con los condados texanos de Hidalgo, Starr, Webb y Zapata.
Este conflicto armado ocurrió simultáneamente con la entrada de fuerzas conjuntas del Ejército y la Armada, cuyas tropas tendieron un cerco a los miembros de Los Zetas que huían a los municipios de Nuevo León y Coahuila.
Al momento de separarse, Los Zetas se quedaron con toda la estructura operativa y táctica del grupo. Por esa razón, el cártel del Golfo requirió de refuerzos para mantener Reynosa y expulsar a Los Zetas de sus zonas de operación. Con todo, el cártel del Golfo perdió a su mando estratégico con la muerte de Tony Tormenta, y con el arresto de Jorge Eduardo Costilla Sánchez, el Coss, el 12 de septiembre de 2012.
Los cambios estratégicos en ambas organizaciones pueden significar una nueva etapa de violencia en todos los estados del país donde hay presencia de uno u otro cártel y sus aliados.
Sería un error pensar que la muerte de Heriberto Lazcano significó un daño grave a la estructura operativa y táctica de Los Zetas. Una revisión a la historia reciente de la organización arroja, más bien, que la muerte de Lazcano terminó por cohesionar y, paradójicamente, fortalecer a la organización de los Nuevos Zetas.
*Especialista en Fuerzas Armadas y seguridad nacional; egresado del Centro Hemisférico de Estudios de la Defensa, de la Universidad de la Defensa Nacional, en Washington
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Fuente: Contralínea 307 / Octubre de 2012