La barbarie mexicana

La barbarie mexicana

Le Monde, uno de los periódicos más serios e importantes de Europa, dedicó una plana, el jueves 23 de agosto, a México. No para documentar logros económicos, culturales o turísticos, sino para señalar que la espiral de barbarie en nuestro país es increíble. Afirmó: “esta verdadera hecatombe constituye, y por mucho, el conflicto más mortífero de los últimos años en el planeta”.
 
Señaló, además, que el número de muertos en el sexenio que se despide con cientos de miles de anuncios propagandísticos, llegará a 120 mil y que el ahora presidente electo Enrique Peña Nieto no podrá variar la ruta que hoy nos espanta, ya que su partido (el Revolucionario Institucional) está marcado por un “trasfondo de corrupción y complacencia hacia los narcotraficantes”. Doble play, en lenguaje beisbolero… Ello mientras en Estados Unidos son muy gentiles con las autoridades mexicanas, pues saben que las tienen a su servicio,, especialmente la encargada de la Procuraduría General de la República, Marisela Morales, que insiste en un dicho de su jefe: en tanto hay más atentados y homicidios, es que se va ganando la batalla y debido a ello los cárteles se ponen más violentos y furiosos.
 
En las vísperas y los días posteriores al último (¡por fin!) informe de Felipe Calderón, hemos visto que en Michoacán, Guerrero, Jalisco y otras entidades hay infinidad de tropelías sin que las eufemísticamente llamadas fuerzas del orden puedan hacer algo para detener a los criminales.
 
En la tierra de Calderón, donde se iniciaron las operaciones para intentar reprimir a los malosos, por más que envían refuerzos al por mayor, nadie detiene a los Caballeros Templarios ni a la Familia Michoacana. Los lugareños incluso piden que no aparezcan policías federales porque hay más arbitrariedades. Y los santuarios para los padrinos de los narcos son cuidados mejor que la capilla de Malverde, en Sinaloa.
 
En Jalisco, mientras el aparente gobernador Emilio González Márquez –una nulidad pero bueno para empinar el codo– está de juerga en Venecia, se queman decenas de vehículos y el espanto se nota hasta en los altos círculos oficiales.
 
En Guerrero, se tiran como ropa vieja decenas de cadáveres en la autopista del Sol, mientras el Ejecutivo de la localidad hace esfuerzos, con ayuda de otros gobernadores, para tratar de levantar el turismo en donde antes hasta las estrellas del espectáculo iban a divertirse y sacarse la foto para mostrar la epidermis.
 
En Luvianos, Estado de México, hay balaceras al por mayor. Los funcionarios de Eruviel Ávila niegan primero los hechos, luego dicen que sí ocurrieron ilícitos pero intentan no dar mayores datos, y finalmente se sabe que hubo muchos afectados, aunque la prensa del lugar omite señalar qué es lo que realmente ocurrió. La censura es la práctica recurrente para los cercanos a Peña Nieto, dándole la razón a los planteamientos del vespertino francés.
 
Pero lo más evidente fue la balacera en la carretera México-Cuernavaca, donde resultaron lesionados dos estadunidenses –Jess Hoods y Stan Dove– y resultó ileso el marino mexicano Fabián Molino.
 
El nombre del mexicano lo proporcionó el especialista Jorge Medellín, pues en ningún boletín oficial, ni siquiera el de la Secretaría de Marina que me llegó el martes 28 por la tarde (la balacera ocurrió el viernes 24), se menciona el nombre del compatriota. El articulista de La Silla Rota dice, asimismo, que los estadunidenses atacados son Rangers, es decir, de fuerzas oficiales especializadas.
 
Algunos medios han señalado que se trataba de agentes de la Agencia Central de Inteligencia estadunidense. Para la siempre bien informada Dolia Estévez, corresponsal de MVS en Washington, se trata de mercenarios.
 
Acerca de este comprometedor asunto, hay versiones diversas. La más difundida, empero, es que la camioneta blindada donde iban los agredidos fue atacada por varios sujetos en cuatro o más automóviles, ninguno oficial, y que el objetivo era eliminarlos. De repente llegaron policías federales, no se precisa a qué, si a ejecutar a los que habían recibido los disparos, a evitar que los atacantes fueran detenidos o a impedir cualquier filtración inconveniente…
El resultado: 12 de esos uniformados estarán arraigados por 40 días y, obviamente, con el transcurso de las horas se podrá manipular cualquier información desagradable para las autoridades.
 
Felipe Calderón habló del asunto a los cuatro días de ocurrido, lo que muestra la atención que le merece un suceso de primer orden. El embajador Anthony Wayne se hizo el zueco y no dijo nada; la señora Morales habló para únicamente hacer estruendo, y Genaro García Luna, el principal responsable, simplemente está enterrado en su bunker de Iztapalapa. Algo lógico luego del ridículo que ha hecho con el caso del aeropuerto, donde es la hora que no capturan a dos de quienes participaron en la balacera en la cual murieron varios.
 
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos dijo que cada año recibe 2 mil quejas de la corporación que encabeza García Luna (Reforma, 28 de agosto de 2012). Lo que muestra la impunidad de un policía que debería hacer guardar el orden y reprimir a los delincuentes. Pero ya sabemos que Felipe Calderón no tocará a este señor, como bien lo anotaba hace años el inolvidable Miguel Ángel Granados Chapa.
 
Mientras Javier Sicilia –indignado contra Felipe Calderón por su demagogia y falta de valor para asumir sus compromisos– continúa su gira y va ganando batallas –como en El Paso, donde se prohibirá la venta de armas y se dará un trato diferente a los migrantes, entre otras cuestiones–, Felipe se despide con más pena que gloria, como lo demuestran los anuncios de sus supuestos logros, donde se ve más solo que la luna, como dijera el español Joaquín Sabina.
 
*Periodista
 
 
 
Fuente: Contralínea 301 / Septiembre de 2012