En una traición del subconsciente, el mexiquense que ha sido manejado tras el trono por la mano negra que es Videgaray, se fue de la lengua y cínicamente pidió que el enojo social “no nuble la vista y niegue los avances y desarrollo que estamos teniendo” (Erika Hernández, Georgina Saldierna y Francisco Reséndiz: Reforma, La Jornada y El Universal, 17 de enero de 2018). Al apadrinar a empresarios de la aviación, se puso hipócritamente sincero, suponiendo que los mexicanos viven en jauja con un fantasioso “avance y desarrollo”; seguramente refiriéndose a los que sí gozan empresarios nativos y extranjeros, porque más de 100 millones de connacionales padecen pobreza, desempleo, bajos salarios, alza de precios, corrupción e impunidad del peñismo.
Sus palabras son una mentada al pueblo que no encuentra ese desarrollo ni esos avances en economía, porque las políticas peñistas sólo han favorecido a los ricos empresarios que aplauden a Peña; y éste echa las campanas a vuelo para autoglorificarse. Por eso es que el enojo popular ha creado el populismo electoral, cuya mayor corriente favorece a López Obrador. Y a quien quiere detener a cualquier precio. Aunque le puede salir el tiro por la culata pues el pueblo tiene la oportunidad de derrotar al priísmo peñista en la próxima disputa de más de 3 mil cargos de representación, incluyendo la Presidencia de la República, para hacer ganar al PAN y sus aliados, o a Morena con los suyos.
No es que el pueblo esté enojado y esto le nuble el entendimiento. No, lo que sucede es que los mexicanos están encabronados y esperan con ansias que llegue el día de las elecciones –en julio próximo– para escupirle en la cara a Videgaray y Peña, que sólo son buenos para la corrupción, endeudar billonariamente al país y proteger a los millonarios a cambio de empobrecer al pueblo. Por lo que éste ansia venganza; odia a Peña y maldice a Videgaray. Y ya que el inquilino de Los Pinos vive a todo lujo con todos los servicios pagados por el pueblo, supone que el “enojo” del que habla es una actitud pasajera y sin importancia; pero se trata de una potencial rebelión social ante su pésimo gobierno.
No es un enfado pasajero que nuble ver los “logros” de Peña y Videgaray. Es que el pueblo sí mira con claridad… sus fantasías; y ha acumulado ese enfurecimiento y crispación colectiva porque no encuentra la manera de que el peñismo termine en juicios políticos y penales, para que responda por su mal gobierno y no haber cumplido sus obligaciones de implementar estrategias para la creación de empleos, mejorar la situación económica de los mexicanos y detener la grave inseguridad que padecemos; y que como punta de lanza tiene a los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos con la complicidad de delincuentes, militares y policías, como del entonces presidente municipal y su esposa (hasta ahora detenidos), durante el reinado autoritario de Heladio Aguirre, entonces desgobernador de Guerrero (y sacado a patadas –como se merece– de su ambición para ser diputado federal).
Es el encabronamiento que nos ha dejado la impotencia recrudecida por la inmensa pobreza, la grave inseguridad que padecemos y la impunidad que otorgan a los suyos; en agravio de la nación. Y que ante esa impunidad, no han dejado los padres de esos muchachos y el pueblo en general de exigir resultados serios, una vez atraído el expediente por la PGR a mandato de Peña; pero cuyos tres titulares se resisten a dar a profundizar la investigación porque los directamente involucrados son los uniformados de la Zona Militar que, amparados en la protección presidencial peñista, se han negado a ser entrevistados por las organizaciones internacionales. Así que entre otros casos sangrientos, éste es uno por el cual en cuanto deje la presidencia, Peña tendrá que ser llevado a juicio penal y juicio político. Pero habiendo errado al designar a Mid por instrucciones de Videgaray, se distrae coordinando esa fallida campaña; y sábados y domingos jugando golf como prueba de que éste es uno más de los problemas que lo tienen sin cuidado.
Otra lectura de su desinterés podría ser lo que soltó en la ceremonia de entrega de premios de Ciencia, Tecnología y Humanidades (Rosa Elvira Vargas, La Jornada, 13 de enero de 2018), donde la distinguida con uno de ellos: Rosaura Martínez Ruiz, se presentó al evento con una camiseta que en la espalda y el frente llevaba la leyenda: “Nos faltan 43”; en referencia a esos estudiantes que 4 años después Peña y su PGR siguen escondiendo los avances de la investigación. Y negándose a quitarse la camiseta a pesar de las presiones e intimidaciones del Estado Mayor Presidencial y demás empleados peñistas, la investigadora de la UNAM se presentó ante Peña quien advertido, esbozó una sonrisa forzada y le entregó la distinción. Pero al momento de despedirse y en respuesta a la petición que doña Rosaura le hizo en voz alta de que no se olvidara de los 43, éste le susurró en voz baja que el caso estaba cerrado, porque los 43 estudiantes estaban “fallecidos”.
Los demás medios de comunicación (televisión, periódicos, revistas y la radio) pasaron por alto la cínica revelación que hizo Peña como para que nadie se enterara. Lo cierto es que fue un hecho la confesión peñista quien como jefe de la PGR, cerró el expediente asegurando que esos 43 mexicanos están “fallecidos”. O sea que según él, fueron víctimas de homicidio, obviamente en una acción de todos a una como en Fuenteovejuna. Es decir, que esos jóvenes no están secuestrados ni en calidad de desaparecidos. Dice Peña que están muertos. ¿Cómo lo sabe? Le debe a los padres de esos jóvenes y a la nación una explicación, pues ha confesado que los 43 estudiantes fueron ejecutados… ¿por quién o quiénes? La valiente conducta de Rosaura Martínez Ruiz provocó que Peña, al fin, dijera lo que sabe sobre los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Álvaro Cepeda Neri
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: CONTRAPODER]