Oficio de papel, Lunes 26 de enero de 2009

Oficio de papel, Lunes 26 de enero de 2009

 · Se van los santeros y regresan los brujos
· Se confirma regreso de Acosta Chaparro
· Los Brujos del Poder, de José Gil Olmos

 

Los brujos del poder, el ocultismo en la política mexicana del periodista José Gil Olmos, reportero de la revista Proceso, se ha convertido en un título de gran éxito en las librerías del país. El trabajo de Olmos, un acucioso investigador especializado en temas sociales, aborda uno de los temas más controversiales de la realidad mexicana: los políticos y su fanatismo y relación con representantes de todo tipo de creencias y religiones que buscan imponer órdenes superiores a las relaciones humanas.
La política en Los brujos del poder aparece más grotesca y bizarra de lo que por sí nos tienen acostumbrados en México. Sólo toma en cuenta esta variable en la actuación e influencia de personajes como oscuros y confusos como Marta Sahagún, Elba Esther Gordillo, los Salinas de Gortari y el mismo Vicente Fox, de quienes se explican extravagancias pero sobre todo excesos. Brujos, chamanes, espiritistas, santeros y hasta seguidores de Los Mayas están allí, entre los líderes sindicales, los líderes del Congreso, los secretarios de Estado y en las mismas oficinas secretas de la residencia oficial de Los Pinos.
Entre la clase política mexicana se da como un hecho que los líderes de camarillas y grupos de poder no sólo deben tener buenos contactos terrenales, sino contar con apoyos extras del más allá y hasta espirituales.
En ese contexto de cultos paganos y adoraciones religiosas, resulta también revelador el trabajo del reportero investigador Zósimo Camacho, “Cisen, el retorno de los brujos”, publicado en el último número de la revista Contralínea, en donde da cuenta de cómo, ante el fracaso de los gobiernos panistas, regresan varios de los más destacados representantes de las policías secretas y represivas del viejo priísmo, a quienes se les identifica en los círculos de poder simplemente como “Los Brujos”. Se trata de políticos, policías y militares como Jorge Carillo Olea, el general Mario Arturo Acosta Chaparro y  Jorge Tello Peón.
No es un asunto menor la revelación hecha en la más reciente edición de la revista Contralínea, si se toma en cuenta que quién controle los órganos de inteligencia, sin duda, tendrá el control de las elecciones para la Presidencia en 2012.
 
 
Confirman regresa del general Acosta Chaparro
 
La crisis que hay en los órganos policiales federales y su infiltración por bandas del narcotráfico al más alto nivel –se menciona que de un momento a otro se hará pública la renuncia el procurador general de la República, Eduardo Medina Mora–, ha llevado al Ejército a reintegrar al servicio a viejos generales que sirvieron con eficacia a Los Pinos en las décadas de los 60, 70 y 80, cuando la guerra sucia desapareció a decenas de guerrilleros, luchadores sociales y opositores al régimen priísta.
A finales del año pasado comentamos en este espacio que en el colmo de la desesperación del actual gobierno que no logra legitimarse, ha recurrido al “reciclaje” de personajes acusados de crímenes de lesa humanidad que se cometieron, a nombre del Estado mexicano y por órdenes presidenciales, durante las décadas de 1960, 1970 y principios de 1980.
De ese lúgubre periodo, no sólo se desconoce el número exacto de las cientos de víctimas desaparecidas o asesinadas, sino que los visibles responsables nunca fueron condenados por sus actos. Una prueba de ello fue el enorme gasto de la fiscalía (Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, dependiente de la Procuraduría General de la República) creada durante el gobierno de Vicente Fox para atender esos delitos y que jamás pudo llevar a prisión a los responsables, a pesar de que había señalamientos concretos en contra de un expresidente Luis Echeverría y varios miembros de su gabinete, así como de exjefes policiales.
En medio de esa desesperación presidencial encubierta por la corrupción que envuelve a todos los órganos del gobierno federal, ha vuelto a la escena el general Mario Arturo Acosta Chaparro, quien apenas fue puesto en libertad exonerado de todo cargo después de más de seis años de reclusión en cárceles militares, acusado de vínculos con el narcotráfico y de ser actor principal en la guerra sucia, cuyo objetivo principal fue erradicar el descontento social por medio del asesinato y la desaparición forzada, incluso de niños, mujeres y ancianos.
Compañero de escuela del actual secretario de la Defensa Nacional, Acosta Chaparro ha sido invitado para integrar un grupo de inteligencia desde las oficinas de la Secretaría de Seguridad Pública, en donde despacha Genaro García Luna, para “poner orden” en el sureste del país; sin embargo, la invitación fue rechazada por el viejo general, quien decidió junto con su amigo y excompañero de escuela trabajar en áreas de inteligencia de la Defensa, con el propósito de “limpiar al país” y reducir la criminalidad que han colocado a México en el contexto internacional como uno de los países más peligrosos del mundo.
 
 
Cisen, el retorno de los brujos
 
En la investigación periodística del reportero de Contralínea, Zósimo Camacho, explica que ha iniciado el “reacomodo” de facciones al interior del organismo de inteligencia civil mexicano, el Cisen, y que ante el fracaso de los “mercadólogos” panistas, “retornan los brujos” del priísmo. Dos camarillas –la de Carrillo Olea y la de Manlio Fabio Beltrones– han comprendido que “quien controle los servicios de inteligencia ganará las elecciones de 2012”.
El reportero expone que en la disputa por la Presidencia de la República inició en la constreñida elite de inteligencia, en donde dos grupos priistas libran una batalla al interior de los organismos de seguridad nacional para acomodar sus piezas rumbo a las elecciones de 2012.
La anunciada “reestructuración” al interior del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) es en realidad un “reacomodo” de las facciones predominantes “con miras a la restauración del priismo”, según considera el doctor Guillermo Garduño, especialista en seguridad nacional y expositor en el Colegio de la Defensa Nacional y en el propio Cisen, quien fue entrevistado por Zósimo Camacho.
De acuerdo con el investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, de los siete grupos que operan “de manera paralela” a la estructura formal del Centro, dos mantienen una disputa por el control del organismo civil de inteligencia y contrainteligencia del Estado mexicano: el que encabeza Jorge Carrillo Olea y el de Manlio Fabio Beltrones. Cualquiera de las fracciones que gane preparará el advenimiento del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de nueva cuenta a la Presidencia de la República. “Estos grupos conocen el tipo de información que necesitó la hegemonía priista”, dice.
Y es que, asegura, la restauración del priismo está en marcha. Considera que la disputa por la Presidencia se está dando desde ahora al interior del Cisen. Los priistas se aglutinarán en torno al grupo que controle los servicios de inteligencia. Agrega que los “cuadros” panistas encajados en el Cisen desde inicios del foxismo fueron fácilmente desplazados y han perdido el control operativo.
“Lo que contemplamos es una doble estructura. Por un lado, la estructura de inteligencia propiamente dicha que prepara el retorno de los brujos y el retorno al pasado. Y la otra, la formal, que bien podría llamarse –dice, irónico– área de estudios de opinión de la Presidencia”.
A decir del doctor en sociología con especialidad en seguridad nacional, la elite de inteligencia civil está dividida en siete grupos. Cinco de ellos están “muy acotados” o “sin ninguna oportunidad de reproducirse ni moverse”. Y los dos restantes son los “realmente vivos”, que desde el Centro preparan el regreso del priismo.
“Y el regreso de Jorge Tello Peón a la política nacional (como asesor del presidente en materia de seguridad nacional) muestra la nueva era que ya se está contemplando. Con el retorno de los brujos se señala que hay nuevas necesidades de información.”
Jorge Luis Sierra, posgraduado en política y economía de la defensa por la Universidad de la Defensa Nacional en Washington, señala en entrevista con Zósimo Camacho que actualmente se vive una reestructuración del sistema de seguridad nacional, como la que tuvo lugar en 1994.
El investigador, quien ha sido consultor de The Washington Office on Latin America, considera que la reorganización obedece a que “el sistema de inteligencia mexicano fue prácticamente desmantelado, pues salieron sus cuadros más profesionales; además, se politizó su mando y llegaron directores que tienen una experiencia mínima en el manejo de los recursos de inteligencia”.
Así, la reestructuración podría devenir en una “reprofesionalización” del Centro. Sin embargo, Garduño insiste: al interior del Cisen existen siete grupos visibles y actuantes; dos de ellos, los más fuertes, se disputan la Presidencia de la República desde ahora y en las esferas de inteligencia.
El primer grupo estaría encabezado por el coronel Jorge Carrillo Olea, quien se encargó de concluir el periodo de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y fundar el Cisen, del cual fue su primer director. Aunque de manera formal controló el Centro por un periodo menor a dos años (del 1 de diciembre de 1988 al 15 de octubre de 1990), su influencia al interior del órgano desconcentrado de la Secretaría de Gobernación (Segob) se extendió por casi 10 años más: dos de las cuatro direcciones posteriores a la suya estuvieron a cargo de sus “alumnos”.
Carrillo Olea llegó a la DFS, y posteriormente al Cisen, luego de haberse licenciado en administración militar en la Escuela Superior de Guerra, y de adquirir el grado de coronel de infantería y ser jefe de la Sección Segunda (el área de inteligencia) del Estado Mayor Presidencial (EMP).
“Esta fracción –señala Garduño– incluso terminó gobernando Morelos”. El propio Carrillo Olea sería el gobernador del estado, pero no terminó su mandato, pues tuvo que renunciar presionado por sectores sociales que lo acusaron de proteger a bandas de secuestradores.
El grupo de inteligencia que encabeza el coronel Carrillo Olea –el hombre que protegió a Luis Echeverría en Ciudad Universitaria en 1975 cuando grupos de estudiantes que consideraron una burla la visita del presidente le lanzaron piedras y lo descalabraron– ahora vuelve a la palestra a través de su alumno más destacado: Jorge Enrique Tello Peón.